***Ucrania evalúa pasar a una ofensiva arriesgada para salir del estancamiento y corre contra el reloj para lanzarla.
The New York Times
Tras meses de cruentos combates entre rusos y ucranianos, en el campo de batalla impera una situación de empate, aunque Ucrania estaría tratando de buscar una contraofensiva para intentar romper el estancamiento y volcar la balanza a su favor.
El momento más oportuno para esa ofensiva se ha convertido en una decisión crucial para el gobierno de Kiev. Ambos bandos se preparan para una guerra de desgaste prolongada, pero Ucrania tiene más incentivos y mejores motivos para evitarla, y podría intentarlo con maniobras potencialmente riesgosas incluso en los próximos dos meses, antes de que la temporada de lluvias convierta el terreno en un lodazal infranqueable, o que la escasez de energía y los costos de la guerra terminen socavando el apoyo y la ayuda que reciben de Europa.
Una ofensiva sería riesgosa”, dice Michael Kofman, director de estudios rusos del CNA, un instituto de investigaciones de Arlington, Virginia.
“Si la ofensiva fracasa, podría debilitar el apoyo externo”, dice Kofman al evaluar las opciones que tiene Ucrania. “Por otra parte, es probable que Kyiv considere que se le abre una ventana de oportunidad, y que si la deja pasar le espera la incertidumbre de una guerra prolongada contra un Ejército ruso que ya ha tenido tiempo de atrincherarse en el territorio”.
Desde la perspectiva ucraniana, esta guerra de trincheras prácticamente estática no puede seguir indefinidamente. Dejar a Rusia en control de gran parte de la línea costera sur trabaría la economía ucraniana, ya muy golpeada por la guerra y apuntalada por la asistencia de Occidente. Dejar las cosas como están también le daría margen a Rusia para consolidar su control sobre las áreas capturadas, inundar los medios de comunicación y los contenidos escolares con su propaganda, arrestar o expulsar opositores, y hasta declarar que esos territorios son parte de Rusia tras celebrar referéndums fraudulentos entre la población local.
Por su parte el dictador ruso Vladimir Putin también enfrenta presiones políticas para lograr avances en el campo de batalla, sobre todo después de los ataques de Ucrania en la península de Crimea y del atentado donde murió una comentarista rusa. Estos hechos provocaron que los “halcones” del Kremlin clamen venganza.
Pero hay numerosas señales de que Putin ignorará esos reclamos y se conformará con una estrategia ofensiva sostenida, pensada para agotar y diezmar a las fuerzas ucranianas. La evidencia más reciente de esa estrategia llegó el jueves, cuando el Kremlin publicó el decreto de Putin que aumenta en 137.000 la meta de soldados de las fuerzas armadas, llevándola a 1,15 millones de efectivos.
Para los analistas, el decreto deja entrever que Putin se prepara para una guerra larga y agotadora, pero no necesariamente una leva masiva o un reclutamiento a gran escala, que marcaría una gran escalada y tal vez provocaría una reacción interna.
“Los que esperaban que esto terminara para Navidad o los primeros meses del año próximo se equivocaron”, dice Ruslan Pukhov, analista de defensa y director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, un grupo de expertos independiente de Moscú. “Creo que hay para rato”.
Esta semana, Ucrania recibió la promesa de un paquete de ayuda militar de 3000 millones de dólares de Estados Unidos. Los funcionarios del gobierno de Biden dijeron que la ayuda era tanto un mensaje para Putin de que el compromiso de Estados Unidos sigue firme, como para Ucrania, de que Washington mantendrá unida a la alianza de la OTAN para respaldar a Kyiv el tiempo que haga falta.
Los funcionarios de la administración insisten en que el presidente Biden está comprometido a ayudar a Ucrania a ganar, aunque sea una prolongada guerra de desgaste. Colin H. Kahl, subsecretario de políticas de defensa, dijo esta semana en una conferencia de prensa que “la suposición de Putin de que en una partida larga llevaba las de ganar fue otro error de cálculo ruso”.
En los medios estatales rusos, ahora el mensaje es que Rusia recién está al comienzo de una larga guerra existencial contra Occidente, y que el primer capítulo se está librando ahora, como una guerra delegada, en Ucrania. El nuevo mensaje representa un cambio abrupto frente al de hace seis meses, cuando el Kremlin difundía que los ucranianos no tenían ganas de luchar y que esperaban ansiosamente a sus “liberadores” rusos.
Aunque Putin puede estar conforme con un enfrentamiento prolongado, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en cierto sentido lucha contra el reloj.
“La difícil situación de nuestra economía, el riesgo constante de ataques aéreos y con misiles, y el agotamiento general de la población por las dificultades de la guerra, son fuerzas que con el tiempo operan en contra de Ucrania”, escribió Andriy Zagorodnyuk, exministro de Defensa ucraniano, en el diario Ukrainska Pravda, y agregó que las fuerzas armadas de su país deberían prepararse para avanzar, y no para defenderse.
“No tiene sentido alargar la guerra durante años: es como competir para ver quién se queda sin recursos primero”, escribió Zagorodnyuk.
Según funcionarios occidentales, las elecciones amañadas por Rusia para justificar la anexión podrían celebrarse ya mismo, el próximo mes, y de confirmarse sumaría presión sobre Zelensky para que lance una ofensiva.
Pero varios analistas militares dicen que hay una desconexión entre las autoridades civiles ucranianas, que presionan por una gran victoria, y los líderes militares, que quieren asegurarse de amasar suficientes tropas y poder de fuego antes de embarcarse en un contrataque a gran escala.
“Quieren mostrarles a sus aliados internacionales que su apoyo permitirá que Ucrania no solo resista, sino que gane esta guerra”, dice Jack Watling, investigador principal del Royal United Services Institute en Londres, quien acaba de regresar de una visita Ucrania. “Y el pueblo ucraniano tiene la expectativa de que liberen su territorio”.
Pero Watling advierte que “una ofensiva militar debe basarse en las condiciones reales del campo de batalla, y no de la arena política”.