*** Rafael Poleo considera que Acción Democrática tiene hoy el dinamismo necesario que convirtió al partido en pilar de los cuarenta años de democracia venezolana.
Como toda la sociedad venezolana, Acción Democrática sufrió un relajamiento moral a partir de los años setenta, cuando la súbita abundancia dineraria debida a un aumento vertiginoso en los precios del petróleo desencajó el marco ético creado a partir del derrocamiento de la dictadura en 1958. Hasta se percibió una desviación en su objetivo de construir una democracia que, sin detenerse en la formalidad electoral, optimizara la condición física e intelectual de los ciudadanos menos favorecidos y su participación en la conducción del destino nacional. Afortunadamente, y como una consecuencia paradójica del colapso democrático bajo el impacto fasciocomunista en 1998, la pérdida del poder alejó a los traficantes que como nódulos cancerosos se habían establecido en lugares estratégicos de la estructura partidista. El partido enflaqueció al reducirse a su militancia más legítima, pero tras esa autopurificación espontánea recuperó su robustez, energía y salud moral.
La Acción Democrática de hoy tiene, actualizadas, las características del partido que en los años cuarenta, conducida por lo más dinámico de la Generación del 28, inició la modernización de un país que mediando el siglo XX seguía atascado en los estándares del siglo XIX. Se respira en él una frescura y energía que le devuelven a su rol de eje central del desarrollo político y humano del nuevo país que se construirá sobre las ruinas del que destruyó la cleptocracia.
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