Meghan Markle se encaprichó para su boda con un tocado de esmeraldas elaborado en Rusia en el siglo XIX propiedad de la Reina, lo cual le fue negado.
Por Irma locantore
La tiara que lució Meghan Markle el día de su boda no es la que le habría gustado llevar. La Reina Isabel II se convierte en la protagonista del enfado monumental del nieto Harry, tras negarse a prestarle a su mujer una de sus mejores joyas.
La información llega de manos del biógrafo real Robert Lacey, que explica lo que ocurrió en su último libro Battle of Brothers. Meghan Markle se encaprichó con un tocado de esmeraldas elaborado en Rusia en el siglo XIX, y precisamente ese dato habría sido el pretexto de la monarca para negarle su uso en un día tan especial como su enlace matrimonial. Según el autor del libro, la tiara llegó en manos de la familia real bajo unas circunstancias “indefinidas, por no decir dudosas” tras la Revolución Rusa, y además se desconoce el precio que pagaron por la polémica joya.
La abuela de la Reina Isabel II adquirió la tiara y la lució en varias ocasiones a lo largo de su reinado. Fue creada para la boda de la duquesa María de Mecklenburg-Schwerin con el duque Vladimir Alexandrovich. En 1918 la familia imperial rusa fue asesinada y algunas joyas de su colección aterrizaron en Inglaterra. Por todo lo que ha vivido esa tiara, la Reina Isabel II consideró que no era apropiado que su nieta política la luciera el día de su boda.
La monarca prefirió no levantar polémicas innecesarias y terminó prestándole otra joya que no fuera tan llamativa. Meghan llevó una tiara de diamantes que había pertenecido anteriormente a la Reina Mary, una joya elaborada en el año 1932 y que se había visto muy poco en actos públicos. Se trata de una pieza compuesta de platino, diamantes y brillantes, y se estima que puede alcanzar los dos millones de libras. Faltaban pocos días para el enlace de Harry y Meghan cuando la Reina Isabel II se negó a prestarles esta joya, lo que hizo estallar a su nieto. Según los autores de Finding Freedom, la biografía de los Duques de Sussex, el Príncipe Harry sintió que a algunos de los “viejos guardianes” en Palacio “simplemente no les gustaba Meghan y no se detendrían ante nada para hacerle la vida difícil”.
Además, parece que el nieto más polémico de la monarca utilizó un lenguaje muy grosero al enterarse de la decisión de su abuela. “Harry y Meghan pudieron interpretar erróneamente como un desaire el hecho de que les dijeran que no podían tener acceso inmediato a la tiara, pero se estaba siguiendo el protocolo del Palacio. No fue un desaire, es solo la forma en que funciona la institución”, explicaban fuentes cercanas a la Familia Real inglesa. Puede que Harry estuviera a la defensiva con el resto de su familia y que realmente la monarca quisiera alejar más polémicas innecesarias, pero parece que el protagonista de aquel día está completamente convencido de que se le negó el uso de la tiara por el simple hecho de ser Meghan Markle.