Esta vez las conversaciones se reanudarán el día 21 de enero en el hotel Humboldt y el ciclo no durará 20 días, sino que será más corto.
Por Ángela Betancourt
Durante una reunión sostenida el pasado sábado en Miraflores, Gustavo Petro y Nicolás Maduro acordaron continuar el proceso de paz con el ELN en enero en Caracas y no en México como estaba previsto.
La poca predisposición que ha mostrado el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la crisis generada a raíz del malent endido entre Petro y la guerrilla a cuenta del cese al fuego les ha llevado a tomar esta decisión de urgencia. De acuerdo a fuentes directas de la negociación, sin embargo, se debe a un problema logístico y no a la falta de interés de México. La mesa en ese país se instalará la segunda semana de febrero, posiblemente el día 12.
Aunque esta vez las conversaciones se reanudarán el día 21 de enero en el hotel Humboldt y esta vez el ciclo no durará 20 días, sino que será más corto.
Es más, ni siquiera se considera un ciclo, sino una negociación previa al segundo periodo. Algunos negociadores consideran el lugar un poco frío y de difícil acceso -hay que subir a las instalaciones, en lo alto de un cerro, en teleférico o en un coche todoterreno-, pero con el poco tiempo que queda para organizarse se trata de la mejor opción.
Además, para los dirigentes de la guerrilla resulta más cómodo seguir dialogando en un país en el que vive la mayoría de ellos. “Era lo más factible, lo más realista”, cuenta alguien al tanto de las conversaciones.
En esos días de discusión debe acordarse el alto al fuego bilateral. Petro, según los propios negociadores, se precipitó el 31 de diciembre al dar por hecho que eso estaba cerrado y la guerrilla le desmintió tres días después. Danilo Rueda, el comisionado de Paz, considera que el equívoco no ha puesto el proceso en riesgo, pero sin duda ha sido la primera fricción seria entre las partes. Existe una buena predisposición tanto del Gobierno como del ELN para llegar a un acuerdo, pero unos tienen más prisas que los otros. Petro no quiere que se eternice el asunto. En cambio, la guerrilla, fundada hace 60 años, tiene una visión de la vida más contemplativa.