El autor describe las penurias que viven los habitantes de la comunidad “Nuevos Pobladores”, quienes sufren graves problemas con sus servicios básicos.
Por Julio Castellanos
Estuve de visita en la comunidad “Nuevos Pobladores”, ubicada en la parroquia Tocuyito, municipio Libertador (Carabobo), por invitación de su Consejo Comunal. Sus dirigentes vecinales más activos, el señor Reyes Medina y la señora Karla Pimentel, me mostraron parte de su cotidianidad y espero reflejarla lo más fiel posible con mis palabras. He quedado convencido de que esa comunidad, esas 246 familias, son un reflejo de la realidad nacional.
Este vecindario nació hace poco más de 20 años, como muchos lugares, no contó con la planificación adecuada pero, ya con las familias viviendo allí, el Estado debió atender sus requerimientos. Por falta de agua, se le construyó un pozo profundo cuyo sistema de bombeo permitió a los habitantes contar con el vital líquido en sus casas. Lamentablemente, la bomba se les dañó en 2018. Los vecinos solicitaron ayuda a la alcaldía y, en vez de recibirla, los funcionarios municipales del momento procedieron a desmantelarla, canibalizarla, quitándole 2 de sus 3 transformadores eléctricos “mientras tanto, provisionalmente”. Sucedió que atravesaron los peores años de pandemia sin agua.
Los vecinos se ven en la necesidad de buscar agua en otras comunidades, caminando varias cuadras con sus perolitos a cuestas, hombres, mujeres y niños, todos los dias, para poder bañarse, asearse, cocinar y lavar. Hay personas de la tercera edad y personas con discapacidad a las cuales se les complica sobremanera poder vivir en condiciones tan complejas. Los miembros del Consejo Comunal han agotado todas las vías institucionales pidiendo respuestas para la bomba, incluyendo hasta su reporte en la VenApp… pues nada, silencio por respuesta.
Caminé sus distintas calles y me informan los vecinos que el tendido eléctrico de la comunidad quedó incompleto, Corpoelec empezó las obras y a duras penas sustituyó algunos de sus postes que están sumamente deteriorados, incluso uno cayó sobre una vecina hace tiempo matándola en el acto. En efecto, las obras están incompletas y hasta son notorias algunas chapuzas que parecen más de los tres chiflados que de técnicos electricistas, por ejemplo, hay un cableado sostenido por un pedazo de madera y un contrapeso con una piedra amarrada. Quedaron en espera de solución dos postes que se encuentran peligrosamente electrificados, los vecinos los han envuelto en gomas para evitar accidentes pero, cuando llueve, el piso también queda electrificado.
Finalmente, esta corona de espinas tiene otra punzante situación: el río adyacente a la comunidad está muy contaminado, tiene tantos envases plásticos, empaques, cajas y muchos otros desechos flotando sobre el agua que casi se podría caminar sobre ellos. En la noche, los olores y los mosquitos son insoportables y, dada la impresionante cantidad de desechos, los vecinos temen que sin la debida limpieza las lluvias puedan generar un desbordamiento y afectación de sus viviendas.
Resalta de todo esto la nobleza de la gente, su civismo, insisten en buscar respuestas usando los caminos institucionales. Siguen llevando sus cartas, sus solicitudes, a la alcaldía, a la gobernación, a Hidrocentro, a Corpoelec, a la prensa, al VenApp, a donde sea. ¿Ellos hacen mal? claro que no, son ciudadanos responsables, que canalizan, como es lo propio de gente civilizada, sus requerimientos ante las instituciones públicas que tienen el deber de atenderlos. Los que hacen mal son los gobernantes de turno, esos que organizan rumbas y pintan superbigotes y murciélagos en todas partes olvidando que su deber es el mantenimiento y gestión de los servicios públicos. No obstante, amigos lectores, ¿saben qué? La sabiduría popular está allí para recordarnos que “a cada cochino le llega su sábado” y que en época de elecciones, cuando lleguen, los vecinos de “Nuevos Pobladores” esperarán a los que buscan votos para reelegirse “en la bajadita”.
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