A juicio del autor, preocupa mucho un reciente sondeo de Datanálisis que revela a un considerable segmento de la población dispuesto a votar por un finado hace una década, el espectro que sembró los vientos de las actuales tempestades.
Por Antonio A. Herrera-Vaillant
En medio de la desconfianza reinante en Venezuela, es difícil saber si las encuestas realmente reflejan un pensamiento mayoritario. Pero por poca credibilidad que tenga –para algunos– preocupa mucho un reciente sondeo de DATANÁLISIS que revela a un considerable segmento de la población dispuesto a votar por un finado hace una década, el espectro que sembró los vientos de las actuales tempestades.
Aunque la cifra indicada sea exagerada, es clave para entender que la lección aún no está suficientemente aprendida, y que siguen arraigados muchos viejos y nocivos mitos populistas, similares al pernicioso culto peronista que por décadas ha condenado a la Argentina a su creciente deterioro económico, político y social.
Lamentablemente, los movimientos populistas hegemónicos, abusivos, tramposos e intensamente corruptos no son nuevos en estas latitudes, siendo su arquetipo las siete décadas de dominio del PRI en México, que hoy amenaza revivir AMLO en su versión más primitiva e irracional. Mal de muchos, consuelo de tontos, dirán algunos.
El régimen venezolano, con todos sus abusos, latrocinios y violaciones de derechos humanos, aún parece oscilar entre el viejo modelo mexicano – recordemos la masacre de Tlatelolco y otras lindezas, el grotesco canibalismo de los Ortega-Murillo en Nicaragua, y por supuesto el estalinista caso cubano.
Frente a ello ciertas posturas opositoras hacen dudar si algunos luchan contra una dictadura o diseñan una utopía. Uno no sabe quiénes están más desubicados, si los distintos extremistas o los come flores celestiales.
Luce absolutamente inútil y aún contraproducente plantear confrontaciones como gestas heroicas sin existir el ánimo de cometer actos heroicos. Y menos cuando “bravo pueblo” no es más que una frase retórica de dudoso asidero histórico en un remoto e idealizado pasado.
Si la política es el arte de lo posible, el gran reto que tiene la diversa oposición política es promover un conjunto de circunstancias que empujen a ese régimen –con todos sus componentes– a por lo menos reencausar su acción política por vías de institucionalidad y alternabilidad democrática.
Un comentarista –el doctor Rafael Álvarez-Loscher –plantea la gran pregunta para todo candidato de cara a las presidenciales: De obtener una mayoría de votos, ¿cómo pretende Usted lograr que le declaren Presidente, y en consecuencia ejercer el poder?
Porque la clave se llama gobernabilidad, y hoy más que nunca, como sentenció Guzmán-Blanco hace unos 150 años: «Venezuela es como un cuero seco, lo pisan por un lado y se levanta por el otro«.
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