*** Al final, todo apunta a que el cabeza de turco será, literalmente, un «turco»: Tareck El Aissami paga los platos rotos, según el autor.
Por Francisco Poleo
Imagínense por un segundo que en un país medianamente normal al gobierno se le hubiera “extraviado” 3 mil millones de dólares. No sé si el presidente de la República iría preso, pero si terminaría de patitas en la calle.
Por supuesto, como el acto de magia de los 3 mil millones ocurrió en el país donde las cucarachas vuelan, entonces el saqueo sólo sirvió para que una facción del régimen multicéfalo purgara a otra que había amasado demasiado poder para el gusto de las demás. Porque lo de El Aissami es un caso atípico inclusive en una revolución que se ha vuelta experta en devorar a sus hijos.
A Chávez le tocó cargarse a figuras como Tobías Nóbrega y los hermanos Chacón. Cuando le tocó la batuta a Maduro, éste demostró habilidades de cirujano para extirpar los tumores que amenazaban con causar metástasis en su control del poder. El caso más conspicuo fue el de Rafael Ramírez, pero «rojo rojito», con todo y que manejó durante años el grifo petrolero de Venezuela, nunca amasó tanto poder como Tareck Zaidan.
El Aissami aprovechó la muerte de Chávez para convertirse en uno de los principales soportes del nuevo inquilino de Miraflores. Amasó rápidamente un poder sin par. Sus tentáculos tomaron el negocio financiero, el de la construcción y hasta el mediático. Con enormes agallas, en algún momento hasta quiso devorarse a la Polar. Pero el sirio no se quedó en los billetes: sus fichas tomaron plazas claves en el poder judicial. Con esas posiciones y esos centavos quiso apuntar a lo más alto: el despacho desde Miraflores.
Y esto no es nuevo. El Aissami es un hombre con conexiones globales, en los más altos círculos, facilitadas por sus estrechos nexos con el mundo árabe, no necesariamente fundamentalistas. En el 2017, por ejemplo, Asharq Al-Awsat, un prestigioso periódico árabe con sede en Londres del cual es dueño la familia real saudí, lo propuso como el idóneo para sustituir a Maduro y comandar una transición en Venezuela.
Como era de esperarse, esto no pasó por debajo de la mesa para el cerebro del régimen, Jorge Rodríguez. Con permiso de Maduro, el psiquiatra y su hermana Delcy desmontaron en un fin de semana el entramado árabe en Venezuela. De película. Digan lo que quieran, y si quieren llamen a Bayly, pero el operativo fue genial. Por las razones que sean, pero genial.
Es que los Rodríguez son los principales propulsores en el régimen de una regularización de la vida política en Venezuela, esencial para los negocios que necesitan tanto en Miraflores como en la Casa Blanca como en todo Occidente. Por supuesto, esa regularización sólo la permitirán si se les garantiza la impunidad, algo que sólo puede garantizárseles si algún peso extrapesado paga los platos rotos.
Hasta ahora, el rol de cabeza de turco – una persona a la que, por cualquier motivo o pretexto, se le echa la culpa de algo- apuntaba a Diosdado Cabello por su reciente enemistad con Washington desde hace unos años y por su condición de querrequerre intransigente. Pero resulta que al imperio, digamos que por su ubicación geopolítica, el que le interesa es El Aissami. Al final, todo apunta a que el cabeza de turco será, literalmente, un «turco».
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