El autor habla sobre el presunto resurgimiento de la marea rosa en América Latina, y la posible reorganización de UNASUR por parte del Grupo de Puebla, lo que podría tener importantes funciones si se despojan de los sesgos ideológicos.
Por Alfredo Michelena
Como en una especie de péndulo batiente, Latinoamérica comenzó a moverse hacia la izquierda. La llamada marea rosada de la primera década del siglo, que comenzó con el ascenso de Hugo Chávez al poder, y que permitió la creación de UNASUR y la CELAC, vuelve por sus fueros.
El resurgimiento del populismo de izquierda y su conquista de gobiernos, como en Brasil, con Lula, o en México con AMLO, incluso de un Chile con Gabriel Boric, viene de un período de empoderamiento de gobiernos democráticos no alineados con el llamado Socialismo del Siglo XXI. En la reunión del Grupo de Puebla, en marzo pasado, el presidente argentino Alberto Fernández anunció su reincorporación a UNASUR, tema que había sido anunciado, en días previos por Lula, quien se había pronunciado por su “reorganización”.
Ya el chileno Boric había planteado esa posibilidad y se estima que el presidente colombiano se incline hacia esa alternativa. La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), fue creada en 2008 y entró en funcionamiento el 2011, para ser abandonada por la mayoría de sus miembros en 2019, por su excesivo sesgo hacia los gobiernos populistas de izquierda. En términos del presidente de Argentina, Mauricio Macri, al salirse del bloque, UNASUR tenía una “agenda con alto contenido ideológico y muy alejada” de sus objetivos fundacionales. Baste saber que sus secretarios ejecutivos fueron, Néstor Kirchner, Rodríguez Araque y el expresidente colombiano Ernesto Samper, y que siempre apoyaron a los gobiernos de turno frente a las alternativas democráticas.
Al final, UNASUR solo quedó con tres miembros: Venezuela, Guyana y Surinam.
El resurgimiento de UNASUR, junto a la existencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), podría tener, en el papel, importantes funciones que cumplir, si se despojaran, como dijo Macri, de sus sesgos ideológicos. Recordemos que la CELAC fue presentada como una OEA si EE.UU. y Canadá. Pero. ¿Será posible esto, si su reedición surge de una iniciativa del Grupo de Puebla, grupo que junto al Foro de Sao Pablo, enarbolan las posiciones del castrochavismo internacional?
Que el “nuevo” UNASUR sea un club de amigos izquierdosos o una organización que busque los intereses nacionales y subcontinentales de los miembros, va a definir su futuro.
Tampoco puede volver a ser un apéndice de Mercosur o un grupo dominado por los intereses de Argentina y Brasil. Parece que Maduro ha sido invitado a Brasil y que en este viaje podría anunciarse el relanzamiento de UNASUR. Ya veremos. Lo que sí es aparente es que, como pintan las cosas, el nuevo UNASUR podría ser muy parecido al viejo UNASUR, al ser parte de la reconstitución del tinglado regional del castrochavismo continental. Un castrochavismo, que a diferencia de las fuerzas y organizaciones democráticas del continente, no ha dejado de actuar coordinadamente con sus grupos de articulación internacional como el Foro de Sao Pablo y el Grupo de Puebla.
Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.