Por qué Maduro quiere mega-elecciones

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Nicolás Maduro en una emisión de su programa semanal. Foto cortesía.

*** Maduro quiere mega-elecciones y tiene en Diosdado Cabello un aliado fundamental para lograrlo, mientras Jorge Rodríguez avanza en el acuerdo con Estados Unidos.

Por Francisco Poleo

Maduro está en el subsuelo de la aceptación popular. Lo saben en Miraflores y en el PSUV. Ni siquiera en los complejos habitacionales construidos por las Misiones sale vivo en las encuestas. Por esto, Maduro quiere unas “mega” elecciones: para que el voto entubado lo ayude a salir un poco a flote. Esto le puede ayudar en estados como Carabobo, pero, a cambio, perjudicará a las autoridades regionales.

Maduro es un lastre, y eso ya lo discute sin tapujos la cúpula psuvista. Sin embargo, el actual inquilino de Miraflores cuenta con el apoyo de quien originalmente fue su gran rival por el coroto: Diosdado Cabello. ¿Por qué? El de El Furrial sabe que tiene tan poco chance de coronarse electoralmente como Nicolás. O menos. Cualquiera de las otras opciones – Lacava, Héctor Rodríguez y hasta Jorge Rodríguez- serían mejores para el PSUV pero peores para Cabello, cuyo bastión es el partido.

Por ahora, activar el escenario Nicaragua está descartado. El costo político sería demasiado alto y no se trata de un régimen monolítico como el orteguista. La cúpula roja ha acordado que ganará mucho más si Biden y sus aliados eliminan las sanciones. Hasta Diosdado acepta, a regañadientes, el escenario peronista. Por ahora, Padrino, el hombre de Rusia, también.

¿Qué es el escenario peronista? Un país en donde el chavo-madurismo no necesitará estar en Miraflores para mantener el poder. Un escenario como el de Argentina, en donde peronistas entran y salen de la Casa Rosada pero siguen controlando el país a través de sus instituciones. A fin de cuentas, aunque el actual régimen venezolano caiga mañana, sus jerarcas seguirán siendo dueños de bancos, empresas, medios de comunicación, etc. Además, sus cuadros medios seguirán poblando las instituciones públicas.

Este escenario es por el que trabaja Jorge Rodríguez, quien mantiene fluidas conversaciones con la Casa Blanca. La negociación está avanzada. La dictadura tendrá que ceder con la liberación de los presos políticos y con elecciones libres en 2024. Washington, que no se fía de Caracas, ha conseguido la fórmula para desbloquear las negociaciones: hasta las presidenciales, las sanciones son suspendidas temporalmente. Si no cumplen, vuelven a activarse inmediatamente.

En base a esto, Maduro saca cuentas. Los empresarios agrupados en Fedecámaras, suerte de empleados de los Rodríguez y de Alberto Vollmer, salivan por lo que viene. La Chevron ya le cuenta a sus inversionistas que han afilado el lápiz y que el efecto de un inminente levantamiento de sanciones significará un maná de dinero para la petrolera. En cuanto a la oposición, la de verdad, a la que Washington toma en cuenta, no la prêt-a-porter de Jorge, también ya discute esto. Menos mal, porque los venezolanos no nos merecemos que nos agarren, otra vez, con los pantalones abajo.

Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.

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