Río Bravo: Barrera natural y política

RIO BRAVO

La creciente del río se convierte en un obstáculo adicional para los migrantes atrapados entre la esperanza y la desesperación.

En la tensa atmósfera de la frontera norte de México, la creciente del Río Bravo se erige como una barrera añadida para los migrantes, cuya desesperación se intensifica con cada día que pasa. Las lluvias en Ciudad Juárez han transformado lo que era un vado manejable en un caudal que ahora requiere nadar entre aguas estancadas y contaminadas para alcanzar la esperanza de una vida mejor en Estados Unidos.

“Dicen que por aquí ya no es un puerto, que nos tenemos que ir a los puentes, con cita, pero ya tengo dos meses aquí y nada que me sale la cita”, relata Héctor, un joven venezolano que, como muchos otros, ve su sueño americano obstruido no solo por políticas migratorias estrictas sino también por las fuerzas implacables de la naturaleza.

Los 500 migrantes que recientemente lograron entrar a territorio estadounidense han dejado un vacío lleno de envidia y desesperación. Las aguas contaminadas del río, ennegrecidas por al menos cinco vertederos de aguas negras, son un espejo turbio de las esperanzas nubladas de quienes aún esperan al otro lado.

Adriana Ureña, con la mirada fija en el río, lamenta la situación: “Venimos para poder prosperar y ayudar a nuestra familia en Venezuela, tienen que abrir, no creo que no tengan corazón para no abrir”.

En este escenario tenso, la Oficina de Aduanas de Estados Unidos (CBP) y el Instituto Nacional de Migración (INM) de México se reúnen para formular estrategias que impidan el paso de más migrantes. La desesperación se entrelaza con la política y la geografía, creando una mezcla volátil de esperanza y desesperación.

Los migrantes que han hecho del tren su medio de travesía son ahora despojados de ese vehículo de esperanza. El compromiso entre el Gobierno mexicano y Ferromex de desalojar a los migrantes del tren es un esfuerzo por mitigar los riesgos, pero también un recordatorio de las barreras que continúan erigiéndose.

“Todo es una lucha, voy a mirar por otra entrada a ver por dónde pasamos, ya estamos aquí en la lucha. No quieren aprobar la cita, si no aprueban la cita ¿cómo entra uno?”, expresa Diego, su voz resonando con la frustración de miles que, atrapados entre las políticas de inmigración y la furia de la naturaleza, buscan un lugar al que puedan llamar hogar.

Con información de EFE

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