La Cámara de Representantes se sume en el caos tras un giro político sin precedentes.
En un suceso sin precedentes en la historia moderna, la Cámara de Representantes votó para destituir a Kevin McCarthy de la presidencia de la Cámara, sumiendo a la institución en un estado de incertidumbre. Con una votación de 216 a 210, los demócratas y una fracción de rebeldes dentro del propio partido de McCarthy se unieron para despojar al republicano de California de su liderazgo.
Un enfrentamiento inesperado
La votación fue la culminación de una amarga lucha de poder que ha visto a McCarthy enfrentarse a miembros de una facción de extrema derecha dentro de su partido, quienes han buscado obstaculizar sus esfuerzos legislativos, incluyendo mantener financiado al gobierno y evitar un incumplimiento de la deuda nacional.
Una escena surrealista se desarrolló en el suelo de la Cámara cuando los republicanos debatieron entre sí, y los miembros de la facción rebelde criticaron abiertamente a McCarthy. Los demócratas observaban en silencio, siendo testigos de una división palpable dentro del partido opuesto.
Las repercusiones inmediatas
La destitución efectivamente paraliza la Cámara hasta que se elige un sucesor, prometiendo desencadenar otra elección complicada para la presidencia en un momento crítico para el Congreso. Antes de la votación, McCarthy, conocido por su optimismo y determinación, defendió su colaboración con los demócratas para evitar un cierre del gobierno.
Sus críticos, incluido el representante Gaetz, lo acusaron de falta de liderazgo y fracaso en presionar por recortes de gastos más significativos. «El caos es el presidente McCarthy», declaró Gaetz. «El caos es alguien en quien no podemos confiar en su palabra».
Un camino incierto hacia adelante
Con McCarthy fuera, no hay un reemplazo claro a la vista. El precedente para un procedimiento como este es escaso; la única vez que ocurrió algo similar fue en 1910, marcando este evento como un hito en la política estadounidense contemporánea.
En la víspera de la votación, los demócratas se encontraron en una posición delicada, debatiendo si intervenir o abstenerse en el esfuerzo para destituir a McCarthy. Finalmente, se les instruyó que no intervinieran, marcando una clara división partidista y una falta de disposición para cruzar las líneas partidistas.
Este giro político, sin duda, presagia un período de incertidumbre y tensiones amplificadas en un Congreso ya profundamente polarizado, con el futuro liderazgo de la Cámara pendiendo en un equilibrio precario.