Eric Adams, alcalde de la ciudad, inicia una gira latinoamericana mientras el equipo legal de la ciudad busca un respiro legal.
La ciudad de Nueva York se enfrenta a una crisis. Con 122.700 inmigrantes llegados en solo 18 meses, los albergues están desbordados y los recursos estirados al límite. En medio de este caos, la Alcaldía está pidiendo desesperadamente al Tribunal Supremo de la ciudad que reconsidere una ley de 1981 que obliga a la metrópoli a proporcionar techo a cualquier persona que lo solicite.
Esta solicitud se produce cuando el alcalde Eric Adams se embarca en una gira por México, Ecuador, Colombia y Panamá. No está de vacaciones, sino en una misión para «contrarrestar las campañas» que pintan a Nueva York como la tierra de la abundancia. «Solo queremos darles una narrativa real de que los albergues están llenos y que no encontrarán empleo automáticamente», aclaró Adams.
Pero mientras el alcalde está en el extranjero, la moción legal presentada por su oficina resalta la tensión en casa. Nueva York «ha hecho más que ninguna otra ciudad en los últimos 18 meses para responder a esta crisis humanitaria», argumenta el documento. Sin embargo, no está siendo suficiente.
La ley de 1981, destinada a ayudar a los necesitados, se ha convertido en un imán para la inmigración global. «Hay una percepción global de que amplía a todo el planeta un derecho general a obtener un alojamiento provisto por la ciudad», señala la moción. Una percepción alimentada y exacerbada por fuerzas «que se originan por completo fuera de la ciudad y mayormente fuera de Estados Unidos».
La crisis no discrimina. Los inmigrantes no solo son latinoamericanos, aunque constituyen la mayoría, sino que también vienen de África del Oeste, Pakistán, Bangladesh y más allá. Esta afluencia ha costado a la ciudad $2.100 millones y amenaza con desencadenar recortes en otros servicios esenciales.
La ley de 1981, aunque bien intencionada, se concibió en un contexto diferente. Ahora, la Alcaldía no está pidiendo su erradicación, sino una revisión, una pausa, un momento para respirar y reevaluar. Se han hecho peticiones anteriores en mayo y julio, pero el tribunal aún no ha respondido. Mientras tanto, la ciudad, sus recursos y sus residentes se encuentran en un limbo desgarrador, en espera de un respiro que aún no se ha materializado.
Mientras Adams viaja por América Latina, la ciudad que dejó atrás se encuentra en un punto de inflexión. Los albergues están llenos, los recursos son escasos y la ley de 1981, aunque creada para ayudar, ahora está exacerbando una crisis que no muestra signos de desaceleración.