«Dios compense a nuestros presos la humillación y el sufrimiento injusto e ilegal impuesto por los bárbaros», dijo el periodista.
En una movida que ha incitado una mezcla de alivio y furia, la reciente liberación de los presos políticos Juan Requesens y Roland Carreño, entre otros, en Venezuela ha desatado un torrente de reacciones. El periodista y presidente editor de El Nuevo País, Rafael Poleo, encapsula este sentimiento colectivo en una declaración incisiva: «90% de alivio y 10% de arrechera por la liberación de Requesens y Carreño.»
Estas liberaciones se dan en el marco de una política interna y externa tensa y están marcadas por una dualidad inconfundible. Aunque las células se han abierto para algunos, las cadenas de la injusticia y la opresión todavía pesan sobre muchos otros.
La libertad, cuando se gana después de una larga lucha, es dulce pero está marcada por las cicatrices de la batalla. Poleo lo expresa de manera cruda: «Dios compense a nuestros presos la humillación y el sufrimiento injusto e ilegal impuesto por los bárbaros.»
Este sentimiento de «arrechera» se adentra en la percepción de una justicia que aún está pendiente. A pesar de las celebraciones merecidas por la liberación de estos presos políticos, persiste un eco de la injusticia en los oscuros rincones de las cárceles venezolanas, donde muchos aún languidecen sin causa justa.
La sanción, tanto un arma como una cura, ha jugado un papel crucial en la narrativa política de Venezuela. Las sanciones de Estados Unidos se han aplicado como un garrote y una zanahoria, con efectos que resuenan a través de los corredores del poder en Caracas. «Se ha probado la eficacia de las sanciones personalizadas que Estados Unidos aplicó al madurismo,» añade Poleo.
Y en medio de la marea cambiante de la política y la justicia, se encuentra la figura del jefe negociador de la oposición, Gerardo Blyde, un hombre que, según Poleo, es «organizado, serio, responsable y muy capaz». En la tormentosa mar de la política venezolana, figuras como Blyde se presentan como anclas de competencia y capacidad.