La vicepresidenta Verónica Abad enfrenta un singular destino en Tel Aviv tras los últimos decretos del presidente Daniel Noboa.
El ajedrez político ecuatoriano ha sorprendido con un movimiento insólito: el presidente Daniel Noboa ha asignado a su vicepresidenta, Verónica Abad, una singular y única función diplomática que la sitúa en el epicentro de uno de los conflictos más longevos y complejos del mundo.
Abad, conocida por sus posiciones de extrema derecha, deberá operar desde Tel Aviv como Embajadora por la paz, una decisión que ha sido interpretada por muchos como un exilio velado.
La respuesta de Abad, a través de un mensaje en video, resuena con desafío y crítica velada: “Hay violencia cuando, abusando del poder, te minimizan y te envían a morir en la guerra.”
Esta indirecta no ha pasado desapercibida en medio de rumores de una ruptura interna que parecía cocinarse desde la campaña electoral.
Los eventos recientes han expuesto un distanciamiento palpable entre el presidente y su vicepresidenta.
Mientras Noboa celebraba con el gabinete, Abad optaba por un encuentro con los ciudadanos en un mercado de Quito. Las apariciones públicas de ambos han estado marcadas por una frialdad que se hace eco en la prensa nacional e internacional.
La Cancillería y otros actores políticos han reaccionado de manera diversa ante el decreto ejecutivo que destina a Abad a Medio Oriente. Algunos aplauden la iniciativa, mientras otros cuestionan la falta de preparación de la vicepresidenta para asumir un rol tan delicado.
Pese a las felicitaciones de parte del gabinete de Noboa y diplomáticos extranjeros, el escenario para Abad es incierto. La vicepresidenta ha reafirmado su compromiso con el trabajo conjunto con el presidente, asegurando que no hay ruptura alguna. Sin embargo, el decreto ejecutivo que la relega a una única función ha causado estupor y generado debate sobre la dinámica de poder en el país.