EE.UU., líder mundial en producción de petróleo, enfrenta retos en el consumo y la refinación.
La actual crisis económica global, exacerbada por los altos precios del petróleo y el impacto en el costo de la gasolina, ha puesto de relieve un paradójico desafío para Estados Unidos: a pesar de ser el líder mundial en producción de petróleo, sigue siendo uno de los mayores importadores de crudo. Según la Administración de Información Energética de EE. UU. (EIA), el país produce alrededor de 20.30 millones de barriles de petróleo crudo al día, superando a gigantes petroleros como Arabia Saudita y Rusia.
Sin embargo, EE. UU. también es el mayor consumidor de petróleo, utilizando 20.01 millones de barriles diarios, lo que representa el 20% del stock global. Esta dualidad en la producción y el consumo lleva a preguntarse: ¿Por qué Estados Unidos, siendo un gigante productor, sigue dependiendo del petróleo extranjero?
Las razones detrás de esta discrepancia son varias y complejas:
- Costo del Petróleo Extranjero: La extracción de petróleo es generalmente más barata en otros países. Un análisis de Rystad Energy en 2020 encontró que los campos petroleros de Medio Oriente tienen el costo de producción más bajo del mundo, a $31 por barril, en comparación con $43 por barril para el petróleo de pozos de aguas profundas de EE. UU.
- Uso del Petróleo como Arma Política: Las decisiones sobre precios y exportaciones de petróleo a menudo están vinculadas a consideraciones geopolíticas. Por ejemplo, Rusia ha utilizado el petróleo como herramienta en el contexto de su invasión a Ucrania, lo que llevó a EE. UU. a prohibir las importaciones de petróleo ruso.
- Diferencias en Tipos de Petróleo: EE. UU. tiene una gran capacidad de refinación diseñada para manejar crudo pesado importado, mientras que su producción interna se caracteriza por crudo liviano. Cambiar la capacidad de refinación para procesar petróleo liviano nacional implicaría una disrupción significativa en el mercado y costos enormes, según el Instituto Americano del Petróleo.
El intento de ajustar esta incompatibilidad entre lo que EE. UU. produce y lo que puede refinar ha sido un reto constante, enfrentando obstáculos ambientales y políticos. La situación actual probablemente no cambiará hasta que se desarrollen nuevas capacidades de refinación o se actualicen las existentes para manejar el petróleo nacional. Mientras tanto, los consumidores estadounidenses siguen sintiendo el impacto de los altos precios del petróleo en un mercado global volátil y políticamente cargado.