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Pablo Iglesias estrena su bar «Garibaldi»: Un brindis por la revolución… y la contradicción

Entre cocteles revolucionarios y platos con ideología, el exlíder de Podemos inaugura un negocio que es toda una declaración de principios… y ausencias.

En el ecléctico y siempre vibrante barrio de Lavapiés en Madrid, se alza ahora una propuesta gastronómica que es toda una declaración de principios (o la falta de ellos, según a quién le preguntes): el bar «Garibaldi», el más reciente emprendimiento de Pablo Iglesias, el exlíder de Podemos, quien parece haber encontrado una nueva forma de canalizar su ideología (y, por qué no, también generar algo de ingreso propio) a través de la apertura de este establecimiento.

«Garibaldi» no es un bar común. Su menú es un viaje a través de la historia y la política internacional, con cocteles y platos bautizados en honor a figuras revolucionarias, algunas de las cuales han sido cuestionadas por su legado de dictadura y fracaso. Desde un «Marcos Margarita» hasta un «Fidel Mojito», pasando por un «Che Daiquiri» y un «Mandela Zulú», el menú parece diseñado no solo para saciar la sed y el apetito sino también para provocar conversación… y, tal vez, controversia.

Pero lo que realmente ha levantado cejas es la ausencia notable de cualquier homenaje en el menú a Hugo Chávez o Nicolás Maduro, figuras claves en la narrativa política de Iglesias y financistas reconocidos de sus proyectos en el pasado. Esta omisión ha suscitado todo tipo de especulaciones sobre las verdaderas intenciones detrás del concepto de «Garibaldi» y si la inclusión de estos nombres habría ahuyentado a la clientela que Iglesias aspira atraer.

El menú de «Garibaldi» también ofrece platos que mezclan la gastronomía con un toque de ideología, tales como «Salmorejo Partisano», «Enchiladas Viva Zapata», y «Carrilleras Brigada Garibaldi». Incluso hay espacio para la polémica con «No Me Llame Ternera», un plato que rinde un cuestionable homenaje a José Urritikoetxea, implicado en actos de terrorismo.

«Las tabernas son el último bastión de la libertad del proletariado», reza el menú al abrirse, en un guiño a la nostalgia revolucionaria que parece impregnar el ambiente del lugar. Sin embargo, esta inversión capitalista de Iglesias ha levantado más de una ceja, no solo por la ironía que conlleva sino también por el debate que suscita sobre la coherencia entre el discurso político y las acciones personales.

(Con información de El Cooperante)