El candidato reformista derrota a Saeed Jalili en la segunda vuelta y promete cambios moderados en la ley del velo y una política exterior más conciliadora
El reformista Masoud Pezeshkian ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Irán, superando al conservador Saeed Jalili con una promesa de acercamiento a Occidente y una relajación en la aplicación de la ley del velo obligatorio. Este triunfo llega en un momento crítico para el país, marcado por sanciones internacionales y protestas internas.
Pezeshkian, que no propone cambios radicales en la estructura teocrática iraní, ha mostrado su respeto al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, como autoridad máxima del país. No obstante, sus promesas de reforma, aunque modestas, podrían enfrentar resistencia en un gobierno aún controlado por la línea dura.
Los resultados oficiales indicaron que Pezeshkian obtuvo 16,3 millones de votos, mientras que Jalili consiguió 13,5 millones, en una elección que contó con la participación de 30 millones de personas. La elección se llevó a cabo sin la supervisión de observadores internacionales reconocidos, lo que ha sido motivo de críticas.
Los seguidores de Pezeshkian, un reconocido cardiocirujano y veterano legislador, celebraron en las calles de Teherán y otras ciudades al conocerse su victoria. Jalili, conocido por su papel en las negociaciones nucleares con las potencias mundiales, no logró movilizar suficiente apoyo.
La victoria de Pezeshkian se produce en un contexto regional tenso, con la guerra entre Israel y Hamás y el avance del programa nuclear iraní. Además, una próxima elección en Estados Unidos podría afectar cualquier intento de distensión entre Teherán y Washington. La victoria ajustada de Pezeshkian sugiere que deberá actuar con cautela en la política interna.
La primera vuelta electoral, celebrada el 28 de junio, registró la participación más baja desde la Revolución Islámica de 1979. Las autoridades iraníes, que suelen utilizar la participación electoral como un indicador de apoyo al régimen, se han enfrentado a una creciente desilusión entre la población debido a la crisis económica y la represión.
El líder supremo Jamenei y otros altos funcionarios habían pronosticado una mayor participación en la segunda vuelta, aunque las imágenes transmitidas por la televisión estatal mostraron una asistencia modesta en los centros de votación. Al final, la participación se situó en el 49,6%, con 607.575 votos nulos, reflejando el descontento de quienes se sienten obligados a votar pero rechazan a ambos candidatos.