La comunidad internacional, liderada por Estados Unidos y potencias regionales de izquierda, busca una solución a la crisis post-electoral en Venezuela
El destino de Venezuela pende de un hilo tras las controvertidas elecciones presidenciales del 28 de julio. Según un informe de El País, Nicolás Maduro se encuentra en una encrucijada, visiblemente afectado por las acusaciones de fraude que empañan su proclamada victoria. En los pasillos del Palacio de Miraflores, el ambiente es tenso; la habitual jovialidad del presidente ha dado paso a miradas de impaciencia y desagrado, reflejando la gravedad de la situación.
La comunidad internacional se divide en su enfoque para resolver este conflicto. Estados Unidos, junto con varias potencias regionales de izquierda como Brasil, Colombia y México, están buscando caminos diferentes para abordar la crisis. El informe de El País destaca que Washington ha optado por una postura firme, reconociendo a Edmundo González Urrutia como el legítimo vencedor y pidiendo una transición inmediata. Mientras tanto, las naciones vecinas con afinidades ideológicas con el chavismo apuestan por una negociación más matizada que incluya un recuento detallado de los votos y una posible salida negociada para Maduro.
Maduro, que había confiado en las encuestas internas y los análisis optimistas de su equipo, se enfrenta ahora a una realidad inesperada. El Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo, anunció su victoria sin desglosar los resultados por centro electoral, lo que ha generado una ola de sospechas y protestas. La oposición, anticipando un posible fraude, había recopilado actas de votación que ahora circulan públicamente, mostrando una supuesta victoria de González.
El informe de El País revela que el acuerdo discutido en lugares como Qatar, Barbados y México buscaba garantizar elecciones transparentes y justas. Sin embargo, la negativa del CNE a publicar las actas ha hundido al país en una crisis aún más profunda. Estados Unidos, impaciente, reconoció a González como el ganador y pidió una transición, postura que fue respaldada por varias naciones, dejando a Maduro en una posición cada vez más aislada.
Los líderes de izquierda de América Latina, como Gustavo Petro de Colombia, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Andrés Manuel López Obrador de México, creen que la clave está en la transparencia. Estos presidentes han pedido al chavismo que publique los resultados desglosados para calmar las aguas y legitimar el proceso electoral. Según El País, ven en esta acción una manera de detener las protestas y demostrar que el chavismo ganó limpiamente, si es que realmente lo hizo. Sin embargo, temen que el gobierno de Maduro esté utilizando este tiempo para manipular los resultados.
La estrategia propuesta por estos líderes incluye sentar en una mesa de negociación a Nicolás Maduro y a Edmundo González, excluyendo a la líder opositora María Corina Machado, cuya participación es inaceptable para el chavismo. Esta negociación debería culminar en un acuerdo donde ambas partes acepten un escrutinio verificable por entidades independientes.
El informe de El País también resalta que los críticos de este plan consideran que el chavismo simplemente busca ganar tiempo para perpetuar su poder. Algunos sugieren repetir las elecciones bajo una supervisión internacional estricta, mientras que otros proponen ofrecer una amnistía a Maduro y su círculo cercano a cambio de aceptar los resultados que parecen desfavorables para él.
Maduro ha demostrado ser un maestro en la resistencia. Ha sobrevivido a sanciones, aislamiento internacional y una crisis económica que ha obligado a millones de venezolanos a abandonar el país. A pesar de todo, mantiene la lealtad de la policía y los militares. La comunidad internacional, según El País, está ahora en una carrera contrarreloj para encontrar una solución diplomática que ponga fin a un cuarto de siglo de revolución bolivariana y evite otra prolongada crisis en Venezuela.