La española María Branyas, quien sobrevivió a guerras y pandemias, murió tranquila mientras dormía, según informó su familia.
El mundo ha despedido a la persona más anciana, María Branyas Morera, quien falleció a los 117 años «mientras dormía, tranquila y sin dolor», según confirmó su familia este martes. Branyas, nacida el 4 de marzo de 1907 en San Francisco, Estados Unidos, y residente en Cataluña, España, había sido un testigo viviente de algunos de los eventos más significativos del siglo XX, incluyendo dos guerras mundiales, la Guerra Civil española y la pandemia de gripe de 1918.
«María Branyas nos ha dejado», escribió su familia en la cuenta de la red social X, donde compartieron que su partida ocurrió como ella deseaba: «mientras dormía, tranquila y sin dolor». La familia recordó sus últimas palabras: «Hace unos días nos decía: un día me iré de aquí. No volveré a probar el café, ni a comer yogur (…) Y dejaré de existir en este cuerpo. Un día que desconozco, pero que está muy cerca, este largo viaje habrá acabado».
A lo largo de su longeva vida, Branyas no solo enfrentó y superó la pandemia de gripe de 1918, sino también al covid-19, el cual contrajo poco después de cumplir 113 años en 2020, y del que se recuperó totalmente. Su fortaleza y resiliencia fueron inspiradoras, y su familia la recordará siempre por su «bondad y sus consejos».
María Branyas Morera había sido reconocida oficialmente como la persona más vieja del mundo por el Grupo de Investigación Gerontológica de Estados Unidos y el libro Guinness de los récords, tomando el relevo de la francesa Lucile Randon, quien falleció a los 118 años en enero de 2023. Con su partida, la japonesa Tomiko Itooka, nacida el 23 de mayo de 1908, se convierte en la persona más anciana del mundo, con 116 años.
Branyas había vivido en la residencia de ancianos de Santa Maria del Tura, en la ciudad catalana de Olot, durante más de 20 años. Nacida en San Francisco cuando su familia catalana residía en Estados Unidos, regresaron a España en 1915, marcando el inicio de una vida que atravesaría numerosos capítulos históricos y desafíos.
En su mensaje final, María Branyas dejó un deseo claro a su familia y a quienes la conocieron: «No lloréis, no me gustan las lágrimas. Y sobre todo, no sufráis por mí. Allí donde vaya seré feliz». Su vida, llena de historias y experiencias, es un recordatorio del poder de la resiliencia y la importancia de la serenidad en los momentos finales.