La crisis energética cubana se profundiza con cortes masivos de electricidad, desatando el malestar social y revelando un sistema al borde del colapso.
En una Cuba cada vez más sumida en la penumbra, la crisis energética no da tregua. Este miércoles, la estatal Unión Eléctrica (UNE) alertò que el 35% del territorio nacional se vio afectado por cortes eléctricos, una situación que ha dejado al país en una lucha constante por mantener las luces encendidas.
El panorama no es alentador. Según el informe diario de la UNE, “en el día de ayer se afectó el servicio por déficit de capacidad de generación las 24 horas y no se ha podido cerrar la afectación”. Esto significa que la sombra de los apagones seguirá presente, afectando de manera crítica la vida cotidiana y la ya golpeada economía de la isla.
Las razones detrás de este oscuro panorama son múltiples y complejas. El déficit de capacidad de generación eléctrica, las crónicas averías en cuatro de las siete centrales termoeléctricas terrestres y la falta de combustible se combinan en un cóctel explosivo que ha dejado al sistema eléctrico cubano al borde del colapso. A esto se suma la falta de inversiones y de mantenimiento en unas infraestructuras que llevan décadas en explotación.
La UNE, perteneciente al Ministerio de Energía y Minas, prevé para esta jornada una capacidad máxima de generación de 2.170 megavatios (MW), mientras que la demanda alcanzará los 3.250 MW. La cuenta es simple y devastadora: un déficit de 1.080 MW que se traducirá en 1.150 MW de afectación real en el llamado “horario pico”, cuando la demanda alcanza su punto más alto en la tarde-noche.
El estado precario del sistema eléctrico cubano no es nuevo, pero los efectos son cada vez más tangibles. Las centrales termoeléctricas, con más de cuatro décadas a sus espaldas, han sido incapaces de soportar la creciente demanda, y las medidas paliativas, como la renta de centrales eléctricas flotantes, apenas han mitigado el problema. Este deterioro en la red eléctrica ha tenido un impacto profundo en la economía, que en 2023 ya se contrajo un 1,9%, y ha avivado un descontento social que no deja de crecer.
La creciente ola de apagones ha sido el catalizador de protestas que han sacudido al país en los últimos años. Desde las manifestaciones históricas del 11 de julio de 2021, las más grandes en décadas, hasta las más recientes del 17 de marzo en Santiago de Cuba y otras localidades, el pueblo cubano ha dejado claro su descontento ante la falta de soluciones efectivas.
Mientras el gobierno intenta gestionar la crisis, la sombra de los apagones se cierne sobre Cuba, afectando a la economía, la vida diaria y la moral de una población que, cada vez más, clama por un cambio.