El mayor general Miguel Rodríguez Torres fue ministro de Interior, Justicia y Paz de la administración de Nicolás Maduro hasta que salió por la puerta de atrás en un pleito de grandes proporciones. Sin embargo, su rol más determinante fue como director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), en el cual fue uno de los grandes apoyosdel fallecido ex presidente Hugo Chávez para mantener el control de un grupo vigoroso pero sin preparación alguna para las labores del Estado.
En informes previos hemos calificado al grupo que hoy se aferra al poder como «el movimiento de las ideas locas», en concordancia con lo dicho por Diosdado Cabello en 2013: «Chávez era el muro de contención de muchas de las locuras que se nos ocurrían». Aparte del hombre del mazo de goma, ese equipo lo componen Maduro, Tarek El Aissami, Cilia Flores, Pedro Carreño, entre otras lumbreras que recibieron hace cuatro años un chavismo vigoroso y hoy son repudiados por el 85% de la población, chavistas incluídos. Ya lo dijo Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay: Maduro está loco como una cabra.
Para encauzar a ese manicomio, Chávez contaba con el grupo que lo acompañó desde los albores de la aventura nacionalista, a comienzos de los 80, mucho antes de que las cabras oportunistas se subieran al tren. Entre esos hombres sensatos está Rodríguez Torres, como lo están personajes que hoy lideran el rescate de ese ideal: Luisa Ortega, Gabriela Ramírez, Jorge Giordani, Nicmer Evans, Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio, entre otros. Curioso es que uno de esos nacionalistas originarios era Cabello, quien empezó a caer en desgracia con Chávez cuando éste descubrió que era el hombre de Washington para sustituirlo. El ex presidente, en estrategia con sello cubano, lo sacó de posiciones de poder pero lo colocó en las de dinero. Es decir, le alimentó el vicio y eso fue su perdición, ya que luego llegó la DEA estadounidense e hizo el resto. Los cobres alejaron a Diosdado del chavismo originario y lo juntaron con los oportunistas que hoy forman el movimiento de las ideas locas, mejor conocido como madurismo, no por la ascendencia del actual mandatario sino porque es quien está al frente de Miraflores.
El hombre que sabe demasiado
La responsabilidad de los asesinatos en el marco de la represión de 2014 cayeron sobre Rodríguez Torres por su posición al frente de los cuerpos de seguridad. Maduro y el resto de las cabras no se molestaron en cambiar esa matriz de opinión. A raíz de eso, el entonces ministro del Interior arremetió contra los colectivos armados. En una escena de película, los cuerpos de seguridad tomaron buena parte del centro de Caracas para rodear el edificio donde se encontraba uno de los jefes paramilitares, José Odreman, quien llegó a declarar en televisión que, si algo le pasaba, el responsable era el ministro. A las pocas horas, el cabecilla del colectivo «5 de marzo» cayó muerto en un tiroteo. Las amenazas del poderoso grupo irregular no se hicieron esperar y Maduro prefirió sacrificar a Rodríguez Torres para aplacar la situación. Craso error.
Salir de Rodríguez Torres es una de las ideas locas que Chávez hubiera contenido. El militar dejó saber en rueda de prensa este martes que sabe demasiado, y que tiene las pruebas con él. Dejó caer perlas que van desde casos serios como el del narcotraficante Walid Makled y operaciones conjuntas CIA-Sebin hasta documentos personales de los altos jerarcas del régimen, presumiblemente solicitados por el entonces presidente Chávez. «Conozco muchas cosas de la vida privada de los altos funcionarios, imagínense que yo me pusiera a contar las cosas que sé de los altos funcionarios. Tengo fotos de uno de ellos hasta vistiendo una peluca junto a una prepago (prostituta)».
El ex ministro también reveló que existía un canal de comunicación entre Chávez y su entonces homólogo en Estados Unidos, George W. Bush. Según Rodríguez Torres, se descubrió un plan para envenenar al mandatario estadounidense en Margarita. El potencial magnicidio no era más que el fruto de los delirios de un adolescente paranoico, pero Chávez tomó con seriedad el caso y hasta se reunió con una directora de la CIA. Es decir, había un canal de comunicación estable que no existe en la administración de Maduro, en ese momento ministro de Relaciones Exteriores.
Rodríguez Torres también asegura tener las pruebas de quién dio la orden de masacrar la marcha del 12 de febrero del 2014 y aclaró el episodio de la disolución de un campamento de estudiantes que protestaban en Caracas frente a la ONU. Según el mayor general, el mismo embajador de la organización mundial le pidió a él, al gobernador Henrique Capriles y al alcalde Ramón Muchacho que procedieran. Asegura que no se violaron los Derechos Humanos y que jamás tuvo a un estudiante preso en la tristemente célebre Tumba en la sede del Sebin. De hecho, se posicionó a favor de cerrar las cárceles que funcionan en El Helicoide.
Por otra parte, desestimó el supuesto informe de la DEA en el cual se le señala como agente de la agencia estadounidense. Explicó que Chávez había revisado el documento en el 2011 junto a Hugo Carvajal y lo habían desechado por su evidente falsedad. Carvajal, todavía ficha del régimen, aceptó la especie en entrevista radial.
Gran Acuerdo Nacional
Rodríguez Torres no esconde que también mantiene un canal de comunicación con dirigentes opositores. En la rueda de prensa de esta semana, reveló que se ha reunido con Julio Borges, Enrique Márquez y Henry Ramos Allup, sin especificar fechas. No conoce ni a Freddy Guevara ni a María Corina Machado, con quienes Mario Silva asegura que se ha visto. Sin embargo, fuentes revelan a Zeta que esos encuentros con dirigentes opositores se dan, por lo menos, desde 2013. ¿A motu propio? Lo cierto es que son una buena base para cohesionar al país en la salida del régimen actual. No deja de parecer chocante la unión coyuntural entre la oposición representada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el chavismo, pero hay precedentes históricos de unión con los comunistas para derrotar a males mayores.
El chavismo continuará siendo parte de la política nacional, siempre dentro de un marco democrático y constitucional. La vigorosidad de ese movimiento dependerá del rol de sus dirigentes, pero llenará el espacio que tradicionalmente tiene la izquierda radical en la política venezolana. Independientemente de la autoría intelectual de Chávez en el caos actual, el chavismo debe verse en un caso similar: el peronismo. Si logran mantenerse cohesionados y la MUD no, volverán al poder, lo cual también sirve de advertencia a los dirigentes de la Unidad. Entre Rodríguez Torres y Ortega pueden restituir el imperio de la cordura en donde hoy mandan las cabras.