Venezuela necesita un candidato nacional que encarne una propuesta de cambio y que presida un gobierno de Unidad para todos los venezolanos.
El año 2018 aparece en el calendario democrático venezolano como un tiempo fundamental y decisivo para el destino del país. Las conciencias del liderazgo político y del conjunto de los ciudadanos deben centrar sus reflexiones en lo que significaría la continuidad por seis años más del actual desastre y la tragedia que conllevaría la prolongación del actual régimen en el poder.
Es esta consideración, y ninguna otra, la que debe prevalecer a la hora de diseñar una estrategia política, social y electoral destinada a la derrota del régimen y a la construcción de una transición que priorice el relanzamiento económico, institucional, social, ético y afectivo de Venezuela. Aspiraciones, ambiciones, protagonismos, rivalidades y todo cuanto pueda poner en juego el éxito de ese propósito existencial deben ser conjuradas por conspirar contra la posibilidad de que Venezuela salga del abismo en que lo metieron dieciocho años de rapiña chavista.
El cumplimiento de ese objetivo requiere de al menos tres pilares básicos: en primer término, de la construcción de un gran movimiento de unidad nacional por el cambio que incorpore a todos los sectores (cualquiera sea su proveniencia) que coincidan en la necesidad de salvar a Venezuela. Debe ser un gran movimiento ciudadano en el cual participen sociedad civil, partidos políticos, disidentes, sectores de la producción, el trabajo, la ciencia y la cultura bajo un gran paraguas constituido por la necesidad de impedir la prolongación de este desastroso gobierno.
La elaboración de un mensaje alternativo realista y atractivo -capaz de ganar y motivar a la inmensa mayoría descontenta- no encuentra en los factores políticos opositores, en sus conductas y en su lenguaje un interlocutor capaz de ganarlos para la participación. En los resultados de las elecciones del 15 de octubre se demostró que no basta el malestar o el sufrimiento de la gente para asegurar su adhesión a una propuesta. Hace falta ganarla con planteamientos claros que le vislumbren un futuro mejor para ellos y sus familias.
Hace falta un candidato nacional capaz de encarnar esa propuesta de cambio, que presida un gobierno de Unidad de todos los venezolanos, que viabilice la transición y desbloque factores adversos y dificultades que estarán presentes en ese camino de Venezuela hacia su reconstrucción. Unas primarias interpartidistas, vendidas como panacea democrática, pueden conducir a la elección de un nominado que no logre trascender la reducida adhesión e influencia que lamentablemente y según revelan las mediciones de opinión tienen las organizaciones políticas hoy.
En quienes seguramente con méritos y trayectoria suficiente, desde las trincheras de sus organizaciones partidarias, levantan sus aspiraciones, solo hay que invitarlos a colocarse junto al hambre, los sufrimientos y la tragedia del venezolano común, para entender lo que significarían seis años más de este gobierno y sus consecuencias humanitarias. Solo sopesando esa situación será posible consensuar la unidad grande, el planteamiento alternativo y el candidato que asegure la superación de la ruina y destrucción en medio del cual mal vivimos los venezolanos.