Los nuevos retos de la Historia

La caída del muro de Berlín y la emergencia de China como gran potencia mundial, rival de Estados Unidos, coincidió con la irrupción de la nueva mundialización acompañada de las tecnologías de comunicación, creando un impacto violento  que nos ha llevado a una nueva era de la civilización. Las consecuencias de esta arremetida violenta, de este cambio de paradigma, ha conducido a todas las zonas del planeta a una redefinición de la Historia, y sin excepción  a buscar el espacio que les corresponden en la Historia, que hoy ha tomado un carácter universal.

La Historia siempre estuvo imbricada: nada sucedía en el planeta sin que tuviera repercusiones en otras partes del mundo pese a las diferencias y a las identidades culturales. La Historia del continente americano lo demuestra. Fue el advenimiento de los estados nacionales que a partir del siglo XIX inventaron una relectura de la Historia, limitándola a episodios nacionales. Los que más han sufrido de esa relectura constreñida de su historia, limitando su devenir y su papel en el mundo, han sido los países latinoamericanos. Octavio Paz lo demuestra en su introducción a una de sus obras maestras, Sor Juana Inés de La Cruz o las trampas de la fe, en donde explica la anomalía que significa haber borrado los 300 años durante los cuales México estuvo regido por la Corona de España. La misma idea es válida para el resto de América Latina. Trescientos años que han sido resumidos en «los españoles vinieron a quitarnos nuestro oro». Visión estrecha de la que todavía no se ha salido, antes por el contrario, las corrientes más conservadoras, que todavía se califican de izquierda, asumen con entusiasmo su papel de vanguardia del retroceso cultural, tecnológico, industrial  de América Latina. Petrificados por el resentimiento, temerosos de alcanzar la autonomía, se cobijan bajo el ala de poderes que consideran aliados, por lo que quedarán excluidos del nuevo reacomodo de poderes que conoce el mundo de hoy. De igual manera, no tendrán incidencia alguna en los acontecimientos imprevisibles de los que somos testigos cada día, debido, precisamente, a la arremetida violenta de la Historia. Lo que antes necesitaba siglos para generar cambios, hoy se da en horas.

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Esa arremetida de cambios radicales tiene ondas de choque violentos. Cambios como la mundialización del capitalismo, hecho irreversible, contra el cual la izquierda castrista pretende luchar; la revolución numérica y biológica, la transición ecológica, han desembocado en rupturas y en reacciones que han desordenado los antiguos posicionamientos de poder. Ya los países occidentales no marcan la pauta como lo habían venido haciendo desde el siglo XVI.

Surgen con fuerza movimientos populistas enfrentados a las democracias que creíamos firmemente establecidas, acompañados de reivindicaciones étnicas y religiosas que han puesto en jaque a Occidente. El Estado, hasta el siglo pasado, garante del equilibrio de las naciones, hoy lo vemos debilitarse cada vez más. Amplias zonas del planeta han caído en manos de organizaciones criminales. En América Latina tenemos el caso de Colombia, que tuvo importantes territorios bajo el poder de los grupos narco-guerrilleros y paramilitares. En Venezuela, es el Estado mismo el que ha dejado de existir y ha pasado a manos de una banda de delincuentes de alto vuelo que goza de amplias complicidades internacionales. El que fuera antes un país, es hoy una zona bajo el poder de Cuba que lo negocia con potencias mundiales como simple zona geopolítica y de extracción de materias primas. En Afganistán, Siria, Irak, Somalia, Libia, el Sahel, Nigeria, son los grupos yihadistas, criminales, traficantes que en nombre de la religión siembran el terror, con el objetivo de hacer estallar una guerra de religión a escala planetaria. Una nueva versión de la democracia, («democratura», término forjado por el internacionalista Pierre Hassner), una suerte de autoritarismo con miras totalitarias puesto que su proyecto es de dañar las democracias y posicionarse como una fuerza mundial. Movimiento que lo encabeza Rusia, cuyos retoños en el continente son: Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, las FARC acechando en Colombia. Permanece la incógnita del Brasil en donde se impondrá el desastre si Lula accede de nuevo al poder.

 La originalidad de América Latina en el contexto mundial actual, es la de haber hecho de la corrupción una estructura social y política que se hizo ineludible, que se acompaña por el culto al caudillo, el control de la economía, la exaltación del nacionalismo al mismo tiempo que se entregan a los nuevos poderes hegemónicos. Su modo de represión ya no es masivo, como en la época de Stalin. Ahora se emplea el asesinato selectivo, el montaje de juicios, y la instauración del hambre como método de gobierno porque les permite doblegar a los ciudadanos convirtiéndolos en limosneros.

¿Con qué armas resistir y luchar para defender los valores de la libertad y de la democracia? El tema es grave y de amplio alcance. En todo caso no será con simples elecciones y campañas electorales. Se requiere cultivar la lucidez y la imaginación, y dotarse de los medios que requieren los nuevos paradigmas que ya no son los del siglo pasado.