Por Elizabeth Burgos
Ya es un hecho oficial y era de esperarse: el gobierno “revolucionario”, el de “ahora sí tenemos patria”, ha entregado PDVSA y el Arco Minero, respectivamente a China y a Rusia.
En 2013, Pekín inauguró la Nueva Ruta de la Seda, con un aporte de 40.000 millones de dólares. El proyecto original estaba previsto para conectar los continentes asiático, europeo y africano. Esta iniciativa, One Belt, One Road (“Una Franja, una Ruta”) conocida por sus siglas en inglés OBOR, es el potencial mayor y más dinámico del planeta. Representa el 55% del PBI global, abarca el 70% de la población mundial y concentra el 75% de las reservas de energía conocidas.
Es evidente que se trata de un verdadero proyecto de globalización, al igual que el que ocurrió con el Descubrimiento de América, porque pese a la versión simplista de “vinieron a llevarse nuestro oro”, los tres siglos de presencia ibérica en el continente, significaron una de las mayores aventuras humana de intercambios: culturales, técnicos, filosóficos, de costumbres, además del proceso de mestizaje.
La Ruta de la Seda en su origen abarcaba Asia y el Medio Oriente con los trayectos que se hacían a lomo de camello, mas la proyectada hoy, no sólo se centrará en el comercio y la circulación de mercancías, sino, debido a los espacios que abarca, significará una modificación de infraestructuras e intercambios, lingüísticos, por ende cultural, de costumbres, de religión a nivel mundial. Es el proyecto más ambicioso promovido por el presidente chino, Xi Jinping en su empeño de alzar China al rango de primera potencia mundial.
Aunque originalmente América Latina no estaba comprendida en el programa de inversiones de infraestructuras, resulta que en la segunda reunión ministerial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Santiago de Chile en enero pasado, se acordó que para China “los países de América Latina y el Caribe forman parte de la extensión natural de la Ruta de la Seda Marítima y son participantes indispensables de la cooperación internacional de la Franja y la Ruta”.
China invita entonces a América Latina y el Caribe a sumarse a su iniciativa. Cinco países de la región lo han firmado. La iniciativa china consiste en desarrollar una franja de corredores terrestres entre países y una ruta de navegación para uso comercial que va desde Asia hasta África, pasando por Europa Oriental. Esta modificación del mapa mundial completará el modelo de globalización, hasta ahora incompleto.
Para América Latina, OBOR significará entonces abandonar la tendencia parroquiana-endogámica, de permanecer protegidos entre sí, aludiendo siempre a una hipotética integración, que la única forma de que se realice, es precisamente abriéndose hacia el exterior. Por supuesto, todo depende cómo se sitúen los países ante los gigantes asiáticos. Que ese continente tenga acceso a los mercados asiáticos es como hacerse adulto al diversificar sus intercambios comerciales, en particular cuando se ignora hacia dónde se orienta la imprevisible política de Washington. El presidente Xi Jinping había propuesto en 2014 para América Latina un esquema de cooperación que comprendía tres motores: el comercio, la inversión y las finanzas; comprendía también tareas de innovación científica y tecnología, y tecnología informática.
En Panamá, China se anotó un gran éxito. El gobierno panameño, ante los ofrecimientos de Xi Jinping, no dudó en romper relaciones diplomáticas con Taiwan y entablarlas con China. En el comunicado que firmaron ambos países, Panamá admite la existencia de un “único gobierno legitimo que representa toda la China” y Taiwán es considerada como “parte inalienable” de ella.
Justo al firmarse el acuerdo, se iniciaban las obras del nuevo puerto de contenedores – en la provincia de Colón – un enorme proyecto que permite atender buques de gran calado. Su construcción se encuentra a cargo del grupo chino Landbridge, invirtiendo 1.100 millones de dólares, dotando esta terminal portuaria de una capacidad mayor. China es en la actualidad el segundo usuario del canal de Panamá y el principal proveedor de la Zona Libre de Colón, principal centro de distribución del continente americano.
Panamá ya adhirió a la iniciativa OBOR tras firmar 19 acuerdos comerciales y de inversión con China y ya está en marcha el estudio para la construcción de un futuro ferrocarril que conecte la ciudad de Panamá con la provincia de Chiriquí. Quedó pendiente por el momento la negociación de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países, como ya se había hecho con Chile, Perú y Costa Rica.
Otro gran proyecto que China tiene en mentes, es el Corredor Ferroviario Bioceánico Central (CFBC) que uniría el puerto brasileño de Santos, en el Océano Atlántico, con la terminal de Ilo, en la costa peruana del Pacífico. La extensión total de 3.755 kilómetros, permitiendo una reducción de los tiempos de transporte de 67 a 42 días entre China y Brasil. Un proyecto similar había propuesto de construirlo Lula, desencadenando una ola de protestas en Bolivia por el daño ecológico que acarrea dicho proyecto.
China centra su atención en el futuro Túnel Internacional de Agua Negra, una conexión entre la provincia de San Juan y la región chilena de Coquimbo a través de la Cordillera de Los Andes. El objetivo es mejorar la integración fronteriza y la conectividad del Corredor Bioceánico Central, que unirá Puerto Alegre (Brasil), con Coquimbo (Chile), sin contar de que atravesará una ruta de 2.472 Km, uno de los ejes de mayor productividad del continente.
No se trata de “competencia geopolítica”, declaró el canciller Wang Yi y recalcó que el propósito de China es participar en potenciar la conectividad terrestre y marítima, en el marco de una cooperación internacional “abierta, transparente e inclusiva”.
Por supuesto el impacto ecológico de semejante proyecto es grandes consecuencias. Y aunque los países latinoamericanos no adhirieran al Cinturón, ya China juega un enorme papel en la economía del continente porque sus bancos ya le han prestado 150.000 millones de dólares en los últimos 12 años.
Todo depende de la manera cómo se negocie con los Chinos.
Cabe preguntarse la posición venezolana al emprender las negociaciones con Rusia o con China, dada su economía en ruinas. En un reciente artículo del especialista de política china, Xulio Ríos, publicado en el diario El País (noviembre 24), comentando “el afianzamiento singular de las relaciones de China con España”, emite también una opinión que debería preocupar, porque al tren que van las cosas, en Venezuela parecería no hay nadie que pueda lidiar con la crisis que vive el país y China, que ya invertido suficientes sumas y tiene comprado de antemano el petróleo, tiene la legitimidad de imponer lo que más le convenga. En ese sentido, la reciente carta enviada por la opositora María Corina Machado al presidente Chino apelando a su ayuda para resolver el conflicto de Venezuela, le otorga mayor legitimidad lo que proponga la China y significaría aceptar la opinión de Xulio Ríos: “China puede ver con buenos ojos la mediación del expresidente Rodríguez Zapatero en Venezuela, un país donde ha invertido mucho en los últimos años”. Es decir, el señor Zapatero que es repudiado por un sector de la oposición, si viene avalado por la China ya nadie puede oponérsele.
Habrá a orillas del Orinoco, una parada de la Ruta de la Seda.