Por Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo
***Metódico en todo, ordenado y con una capacidad de trabajo envidiable, Mons. Medardo Luis Luzardo Romero, dejó huella en los lares llaneros.
El martes 27 de noviembre entregó su alma al creador, Monseñor Luzardo, arzobispo emérito de Ciudad Bolívar. Desde su retiro se había residenciado en su tierra natal, Los Puertos de Altagracia, en la costa oriental del Lago de Maracaibo, en una modesta vivienda de la herencia familiar. Guardo un gratísimo recuerdo cuando recién ordenado él, y antes de partir para Bélgica, nos celebró la misa en el Seminario Interdiocesano de Caracas. Nos impresionó a los muchachos de entonces su porte juvenil, delgado como lo fue siempre, y con una sencillez que contagiaba cercanía y bondad. Tuve la dicha de estar presente en su ordenación episcopal en la Basílica de la Chinita de Maracaibo, recibiendo la unción de manos del Cardenal José Humberto Quintero.
Siendo vicario general de Mons. Domingo Roa Pérez fue nombrado primer obispo de San Carlos, estado Cojedes (1972), dándole configuración y vigencia a esta porción llanera desprendida del obispado de Valencia. Publicó durante esos años un interesante Boletín Diocesano donde dio a conocer importantes documentos para la historia de esta porción del pueblo de Dios. Metódico en todo, ordenado y con una capacidad de trabajo envidiable, dejó huella en aquellos lares llaneros. Le tocó continuar siendo fundador de diócesis, y de las pampas centrales pasó a ser el primer prelado de la pujante zona minera del estado Bolívar, en Ciudad Guayana (1979), desprendida del arzobispo de Ciudad Bolívar. Allí también echó las raíces de un obispado complejo por las características peculiares de las industrias básicas. En 1985, compartimos responsabilidades en la preparación de la visita del Papa Juan Pablo II, en la hermosa celebración eucarística que hizo famoso al niño Adrián Guacarán con la canción que le interpretó en la comunión. Y el encuentro con el mundo obrero en el que el Papa comió con directivos y obreros de Ferrominera.
De Ciudad Guayana pasó a ser arzobispo de Ciudad Bolívar (1986). Organizó el archivo diocesano, y dejó interesantes fotos y relatos de sus visitas pastorales. Rememoro la documentación de la explotación ilegal e irracional en medio de la selva, convertida de intrincada maraña de árboles en desolados desiertos irrecuperables. Querido por las gentes, fue un pastor bueno y fiel. En la Conferencia Episcopal ocupó varios cargos, distinguiéndose en la comisión de nuevas circunscripciones eclesiásticas, en las que elaboró con precisión, los informes preliminares para la aprobación de nuevos obispados.
Había nacido Mons. Luzardo en los Haticos del Sur, cerca de los Puertos, el 17 de abril de 1935, hijo de Don Félix Ramón Luzardo y Doña María Magdalena Romero de Luzardo. Hizo sus estudios primarios en Maracaibo en la escuela “Manuel Lalinde”, y en la escuela “Alonso de Ojeda”. El 17 de octubre de 1946, a los once años, ingresó al Seminario Menor Santo Tomás de Aquino de Maracaibo, bajo la dirección de los Padres Paúles y cursó sus estudios de bachillerato, en el colegio de los Hermanos Maristas. En febrero de 1951, ingresó al Seminario Mayor “San José”, en Santa Marta (Colombia). Allí realizó sus estudios de Filosofía y Teología, bajo la dirección de los Padres Paúles y recibió la orden del Diaconado. De regreso a Maracaibo, y habiendo fallecido Mons. Marcos Sergio Godoy, Obispo del Zulia, Mons. José Alí Lebrún en su calidad de Administrador Apostólico de Maracaibo, decidió mantenerlo a su lado, previo a su ordenación sacerdotal. Mons. José Rafael Pulido Méndez, le envió a México (1959). De regreso a Venezuela, recibió la ordenación sacerdotal en el templo parroquial de su pueblo natal el 6 de enero de 1960, de manos de Mons. José Rafael Pulido Méndez. En octubre de 1960 ingresó a la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), Allí cursó estudios de Sociología Religiosa y Ciencias Políticas, obteniendo en julio de 1964 el grado de licenciado. A su regreso a Maracaibo, estuvo adscrito a la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús. En enero de 1965, Mons. Domingo Roa Pérez le nombró vicario parroquial de Santa Bárbara. En mayo de 1965, y luego Párroco de San Rafael de El Moján. En septiembre de 1965, fue trasladado a Ntra. Sra. de las Mercedes. En julio de 1967, fue nombrado vicario general y como señalamos anteriormente, a partir de 1972 comenzó su ministerio episcopal. Participó en la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de los Ángeles (1979) y en la cuarta en Santo Domingo (1992).
Dejó en su testamento el deseo de ser enterrado en la iglesia de su pueblo natal, donde reposa desde el 29 de noviembre. Fue uno de los obispos que dan lustre al episcopologio patrio. Deja honda huella de pastor bueno y fiel, con olor a oveja. Para todos sus feligreses y numerosos amigos, como a su familia, principalmente a su hermana Ana María, su ángel de la guarda durante tantos años, el mejor de los recuerdos y la seguridad de nuestra oración. Descanse en paz.