Por RAFAEL POLEO
La independencia de Venezuela se demoró por las intrigas de Mariño, para quien la patria apenas llegaba hasta el Unare, y se aceleró y triunfó cuando se unieron Páez y Bolívar. Páez mantuvo unido el país y lo organizó, pero muy pronto divisionistas como el salvaje ladrón de Monagas desataron un período de guerras.
Al entrar el siglo XX Venezuela estaba al borde de la disolución. Gómez lo unió aplicando el terror. Muerto el gran loquero y pasado el interregno civilizador de López Contreras, fue necesaria otra dictadura para que Venezuela pudiera progresar. Esta dura experiencia de rigor aconsejó la unidad simbolizada en Puntofijo, pacto que nos dio cuarenta años de civilizado progreso. Un nuevo declive en la calidad ética del liderazgo abrió paso al régimen oclo-cleptocrático actual.
En este momento, un esfuerzo exógeno por restaurar la civilización en Venezuela se ve limitado por la misma competencia entre enanos ególatras que a principios del siglo XX nos convirtió en estado fallido y creó la humillante necesidad de una tiranía austera. Es poca la esperanza.
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