*** El colapso del sistema energético venezolano en general, y el eléctrico en particular a nivel nacional, ha vuelto a mostrarse con toda crudeza, considera el autor.
Por César Pérez Vivas
Marzo ha demostrado, una vez más, que el socialismo bolivariano constituye el más estruendoso fraude político de nuestra historia republicana, y el más monumental fracaso de un modelo socio político en el presente siglo a nivel global.
El colapso del sistema energético en general, y el eléctrico en particular a nivel nacional, ha vuelto a mostrarse con toda crudeza. Un país convertido en líder energético a nivel mundial, con una capacidad efectiva de producción de energía renovable y no renovable, en hidro y termo electricidad, en gas industrial y doméstico para múltiples usos, en gasolina y diesel, con todas las posibilidades de saltar a la generación de energías no contaminantes como la solar o la eólica, ha terminado retrocediendo a los tiempos de la prehistoria.
El modelo marxista-socialista, estatista, ampliamente demostrada su ineficacia para la gestión de la economía, destruyó un sistema que tomó casi un siglo en construir. No sólo tiene la responsabilidad de su colapso, sino que además, los integrantes de la camarilla a los que se les encomendó su gestión saquearon la nación con los recursos generados por el sistema, y los extraordinarios asignados para su ampliación, recuperación y repotenciación. Personajes como Rafael Ramírez, Jesse Chacón, Nervis Villalobos, los generales Quevedo y Mota Domínguez, todos miembros súper destacados de la nomenclatura política y militar del régimen chavista, tienen mucho que explicar y rendir cuentas a la nación por el daño ocasionado en las elevadas responsabilidades ejercidas en el sector energético de Venezuela.
Lo cierto es que nuestro país carece de energía eléctrica estable en el 98% del territorio nacional. La poca disponible se asigna a la ciudad de Caracas, la residual es asignada a sectores privilegiados de la nomenclatura oficial, mientras que la gran mayoría de los habitantes de la geografía nacional son sometidos a severos racionamientos, en los que sólo se les logra suministrar 6 horas promedio diariamente de energía eléctrica.
Pero además no hay gas doméstico en buena parte del territorio nacional, y el suministro de gasolina y diesel está cada día más limitado, resultando el acceso al existente cada día más duro, por tener elevados costos para una ciudadanía sometida a salarios miserables.
Esta materia ha incrementado el caos nacional y lanzado al foso de la basura la campaña madurista según la cual: “Venezuela se está arreglando”. Es todo lo contrario. Venezuela cada día sufre más el efecto devastador de la revolución bolivariana. Chávez y Maduro fueron incapaces de mantener y cuidar lo que habíamos construido en el campo de la infraestructura y los servicios. En muchos casos ordenaron su asalto, invasión, expropiación y ocupación con lo cual impulsaron su destrucción. La lista de casos es tan larga, que no podemos desarrollarla en un artículo de opinión.
Hoy vivimos un país donde trabajar, producir, estudiar y vivir constituye una odisea. El mundo moderno dependiente como nunca de la energía y las comunicaciones nos exige este tipo de servicios al que no podemos acceder de forma segura y sostenible.
Al hacerse nuevamente presente esa dramática verdad, que aunque el aparato de publicidad del régimen oculte, manipule o desinforme, está presente y la sufre la ciudadanía cada día, se impone con total determinación la necesidad del cambio de régimen y la salida del poder de quienes han producido esta catástrofe.
Venezuela sólo podrá recuperar su calidad de vida con el restablecimiento de la democracia y con la implementación de un modelo de economía social y ecológica de mercado, que sustituya el ineficiente y corrompido modelo de economía estatista de inspiración marxista establecido por Hugo Chávez. A ese objetivo dirigimos nuestros esfuerzos y nuestras luchas.