El presidente Samvel Shajramanián decreta la disolución de la autoproclamada república tras operación relámpago de Azerbaiyán y el éxodo masivo de los pobladores.
En un giro inesperado que resuena con la fatalidad, la autoproclamada república de Nagorno Karabaj se disuelve. Samvel Shajramanián, el presidente de esta región en disputa, anunció este jueves que la entidad se disolverá completamente antes del amanecer del 1 de enero de 2024.
“Todos los órganos estatales y las organizaciones dependientes de ellos deben disolverse antes del 1 de enero de 2024, y la república de Nagorno Karabaj (Artsaj) deja de existir”, resuena el decreto, un eco sombrío de un conflicto que ha sido tanto un grito de independencia como un lamento de desesperación.
Este sombrío anuncio se produce en el contexto de condiciones impuestas por Azerbaiyán tras una operación militar rápida y contundente lanzada y concluida en dos días consecutivos. La capitulación se marca no solo por la retirada militar, sino también por el éxodo masivo de karabajíes hacia Armenia.
«Para las 04.00 horas (GMT), 65.036 personas desplazadas forzosamente de Nagorno Karabaj habían llegado a Armenia», compartió Nazeli Baghdasarián, la portavoz del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, en Facebook. Cada número, cada individuo, es una historia de una huida precipitada, una vida interrumpida, una casa abandonada.
Aunque la mayoría de los desplazados encuentran refugio en viviendas y familiares en Armenia, otros son instalados en albergues, hoteles y centros de acogida en la ciudad de Goris, un lugar de tránsito incómodo en la sombra de la frontera con Azerbaiyán.
A pesar de las garantías del presidente azerbaiyano, Ilham Alíev, de respetar los derechos de la población del enclave, la realidad en el terreno cuenta una historia diferente. Una en la que la desconfianza y el miedo dominan, y las palabras del primer ministro Pashinián sobre una “limpieza étnica” resuenan con un eco ominoso.
En medio de la turbulencia y la incertidumbre, la gente de Nagorno Karabaj se enfrenta a decisiones angustiosas. La disolución de su autoproclamada república, no reconocida incluso por Armenia, los coloca en una encrucijada de identidad y supervivencia, un lugar donde el futuro es tan incierto como el terreno volátil bajo sus pies.