¿Por qué Maduro insulta tanto a Almagro y es tan condescendiente con Trump? Porque Almagro habla de la gente y sus sufrimientos, y Trump habla de negocios. Lo inusual es que ambos podrían coincidir en lo que a Venezuela se refiere.
Una de las razones por la que Nicolás Maduro, usualmente propenso a excesos verbales, haya evitado de mencionar a Donald Trump, podría ser porque las empresas Trump siempre han tenido conatos de intento de negocios en Cuba. Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump se desligó de sus empresas, dejándolas en manos de sus dos hijos mayores, de modo que todo el tinglado de la complicada red de proyectos e intereses familiares nunca ha dejado de existir. En ella, Cuba nunca estuvo totalmente ausente.
El medio que con mayor cantidad de información ha seguido el tema de la “Trump Organization” (nombre oficial) y de las veces en que esa organización consideró invertir en hotelería y campos de golf en la isla, ha sido el diario español El Pais. Allí es posible encontrar que aquello fue una constante de las empresas de Trump durante muchos años. Afirma el diario español que en la década de los 90 “Trump ya intentó hacer negocios en Cuba” y que de eso informó el semanario Newsweek. Más tarde, la agencia Bloomberg anotó que “varios altos ejecutivos del magnate, incluido Greenblatt, viajaron entre 2012 y 2013 a Cuba —más de un año antes de que Obama iniciara la normalización de relaciones— con el objetivo de explorar posibles campos de golf en la isla.” Ese mismo vicepresidente ejecutivo de la Organización Trump, Jason Greenblatt, estuvo incluido en un correo electrónico por el cual se invitaba oficialmente a varios empresarios a participar en la Feria Internacional de La Habana 2016 que se celebró en noviembre del año pasado. No hay información si Greenblatt viajó. En ese momento, la campaña presidencial de Trump estaba en sus últimos dos días que resultaron decisivos.
Otra interesante noticia que brindó en su momento El País de España, viene de una declaración del español Miguel Fluxà, presidente ejecutivo del grupo hotelero Iberostar que tiene varios hoteles en Cuba. En entrevista celebrada con motivo de los 60 años de su empresa, el gerente Fluxá dejó caer esta perla: “Nosotros seguiremos en Cuba seguro. Si Trump da otros pasos, ya veremos, pero hace no más de seis meses él estaba negociando la compra de hoteles en Cuba”. Lo dijo en octubre del año pasado, un mes antes de las elecciones norteamericanas.
¿Qué vino después? Inmediatamente después de la muerte de Fidel Castro, Donald Trump amenazó echar atrás la apertura que con Cuba había celebrado Barack Obama y casi de inmediato, la amenaza afectó los planes de las aerolíneas que ya estaban iniciando vuelos directos a Cuba. Sobre el particular, cabe recordar que Donald Trump es un negociador formidable: es el hombre que por mera negociación logró invertir la aparatosa quiebra total de su imperio, y no sólo obligó a sus acreedores a anular el inmenso “debe”, sino que los convenció de ayudarle a rearmar nuevamente una fortuna millonaria. Su método consiste por lo general en amenazar al contrincante, tanto de palabra como con hechos, para luego entablar una conversación amistosa. Ejemplo a la vista: su reciente tratamiento del gigante chino.
Veamos ahora el otro lado: ¿qué hace Cuba? Salvo información contraria, todo indica que en Cuba, Raúl Castro trabaja intensamente para asegurar la herencia del cargo presidencial a su hijo, Alejandro Castro Espín. Incluso ya tiene fijada la fecha de esa transferencia de poder, presumiblemente a Alejandro, puesto que prometió que dejará la presidencia el próximo 24 de febrero 2018.
En ese tiempo de menos de un año, es obvio que Raúl intenta mantener en sus manos como baraja de negociación a Venezuela. Si las informaciones sobre una llegada de varios centenares de agentes cubanos de élite, las llamadas “avispas negras”, por la rampa presidencial del Aeropuerto Simón Bolívar son ciertas (¿lo serán?), es que el presidente cubano no ve otra manera de desactivar las actuales manifestaciones del pueblo venezolano en su exigencia de elecciones libres y se arriesga a adoptar medidas extremas.
Es cuando cabe observar que para las empresas Trump, especializadas entre otros intereses en viviendas de lujo, resorts y campos de golf, Cuba es un bocado de rey. De tal manera que pareciera que todo se reduce a la larga, no si es que Trump se adueñará de Cuba, sino de cuánto – si acaso – logrará Raúl guardar de poder y bienes para su prole. En mi humilde y quizás ingenua percepción, un primer paso para Trump, sería arrebatarle a Raúl su principal ficha de canje en las conversaciones, como lo sería Venezuela. Parece ser un paso lógico y si el arrebato se hace por consenso hemisférico y además por razones humanitarias que el mundo entero suele aplaudir, tanto mejor. Además, todo presidente norteamericano apenas electo, desde el primer día de su presidencia empieza a montar el andamiaje de aprobación para su reelección dentro de cuatro años. Para eso, no hay nada mejor que ser campeón de la libertad de los pueblos.
De manera que los Trump pueden ganar muchísimo y no arriesgan nada. Si la cosa no sale, siempre está la posibilidad de volver a conversar con Raúl o su heredero. Pero la súbita cercanía del presidente Trump a su ex rival en la candidatura presidencial, el inexorable senador Marco Rubio, permite vaticinar que por ahora, el camino es el de liberar a Venezuela de la tutela castrista.
La cristalina limpieza moral de Luis Almagro, Secretario General de un ente que reúne los gobiernos del hemisferio occidental, se está revelando como una fuerza invencible. A Trump, sólo le falta esperar que Almagro triunfe. Lo demás no sólo será coser y cantar, sino colocar la pelota de golf en el hoyo de un solo golpe.