Desde los jefes del chavismo hasta los jóvenes de los colectivos a quienes el régimen convirtió en delincuentes embriagados por el poder de un sueldo y un arma de fuego, todos cuantos han participado en el saqueo del patrimonio nacional y la violación de los derechos humanos están destinados a sanciones con las cuales los grandes poderes internacionales quieren crear ejemplo para que no se repita el Caso Venezuela
Con la nación protestando en la calle, el Gobierno se ha sostenido hasta ahora gracias a tres grupos que tarde o temprano serán sacrificados: La Guardia Nacional, los Colectivos y la nomenclatura civil del PSUV. Ninguno de estos tres grupos cuenta con garantías de salvaguarda ante el inminente colapso del régimen.
Los guardias nacionales se han arrinconado como individuos y como institución. Si ocurre lo que parece inevitable, ¿qué pasará con aquel a quien alguien le recuerde que estuvo en el sitio donde cayó una víctima de la represión? A la hora del derrumbe, cada peón de uniforme será abandonado a su suerte, como siempre ha pasado en todos los casos y en todas partes. En cuanto a la institución, es la oportunidad para que cumplan su propósito quienes sostienen que el cuerpo creado por el general López Contreras se ha ido deteriorando moralmente al punto de que ya es irredimible.
Los colectivos son otro trágico error de este gobierno. Cada miembro de un colectivo, entusiasmado por lo que parecía una vida de holganza y poder, escogió un camino que ahora descubre no tiene vuelta atrás y donde la muerte espera detrás de cada esquina. ¿Tiene cada uno de ellos una madre que lo acogerá cuando quiera esconderse con un disfraz de pacífico vecino, temblando de que alguien lo reconozca como el motorizado que saqueó, asaltó y mató? Estos venezolanos convertidos en delincuentes de Estado representan una generación de jóvenes de los barrios a quienes el régimen cerró la posibilidad de desarrollarse como un trabajador, quizás un profesional, llevando una vida normal, sin riesgos ni sobresaltos, apreciado en su comunidad. Son una generación sacrificada a los fines de los enchufados, quienes sí tienen cómo escapar a llevar una vida de opulencia.
Estos enchufados que en torno al poder medran de la corrupción siempre se salen con la suya. Pero no es tan risueño el destino de la cúpula gobernante, para la cual en los círculos jurídicos internacionales se habla de algo como un pequeño Juicio de Nurenberg. Hay una duda razonable de que les acoja Cuba, como no sea para traficarlos a cambio de tranquilidad para los jerarcas cubanos, cuyo destino a su vez depende de la permanencia del subsidio venezolano. Para Castro puede ser un activo importante mantener en su jaula a personas solicitadas por la justicia internacional y dueños de fortunas que por cierto al final serán ficticias, porque los bancos y testaferros que las guardan no harán resistencia cuando la justicia internacional decida incautarlas. Mejor suerte podrá tener el nivel intermedio de la jefatura chavista, por ser menos notoria: muchos ya enviaron sus familias al exterior. Es de esperar que con eso protejan a sus hijos, pero ellos mismos corren el riesgo de ser sacrificados para satisfacer la cólera colectiva.
Absurdos sacrificios
Lo más impresionante de esta situación es que todos estos venezolanos, uno más culpables que otros de la ruina del país, han sido inmolados a la supervivencia del régimen cubano, el cual, valiéndose de la invalidez de un Chávez enfermo a quien por otra parte tenía en su poder, arrinconó al chavismo prohibiéndole la salida política que hubiera permitido una transición sin trauma, con el PSUV actuando como un gran partido de izquierda con representación parlamentaria y en gobiernos regionales que incluso hubiera podido regresar al poder por elecciones. En cambio, hoy el PSUV y sus dirigentes a todo nivel están atrapados en una situación sin salida. Los hermanos Castro no tuvieron la compasión de dejar una vía de escape a los chavistas, a quienes usaron para prolongarse unos años más en el poder y desde allí negociar la salvación que negaron a su carne de cañón.
Es relativamente corta la lista de jefes chavistas solicitados por la justicia internacional, empezando por los que ya están en la lista del Departamento del Tesoro norteamericano. Estas personas tienen asegurada la cárcel cuando salgan de Venezuela, sea dentro de unas semanas o dentro de varios años -sus faltas no tienen limitación territorial ni fecha de prescripción. Junto a ellos están, como escudo protector, los altos militares que todavía no han sido embarrados, pero que pueden serlo por responsabilidades en la actual represión, bastando que la hayan avalado, sin necesidad de que participen directamente en ella. Cada día hay más recaudos para incluirles en el grupo de más alta responsabilidad.
¿Todavía hay tiempo para una salida negociable e incruenta? Todo dependerá de que Cuba ofrezca la soñada casa en Varadero. Pero es cosa sabida que los Castro acompañan a sus amigos sólo hasta el borde de la tumba, sin acompañarlos en ella. Suponiendo que Maduro y los más altos jerarcas consigan ese exilio, ¿quién garantiza que los Castro no los traficarán para salvarse ellos, entregándolos al Tribunal de La Haya, donde ya cursan acusaciones contra ellos?
En esta desesperada situación está la clave de la resistencia irracional que algunos personajes del régimen han planteado a una salida democrática. Los Castro los usaron a ellos, y ellos usan al PSUV y a la Fuerza Armada. Un recurso que prolonga la agonía, pero no eternamente.