La Arepa también recoge sus macundales para irse a París

— ¡Aquí no hay quien viva!, chilló la Arepa al borde de un ataque de bombas lacrimógenas en el preciso instante en que la negra Merche la sacaba del horno de la cocina de una distinguida familia caraqueña.  Las bombas vencidas que lanzaba el Escuadrón Verde de Nicolás, expandían sus gases picantes dentro de la quinta Zaperoco, en La Castellana. Arepa salió del horno llorando, como lloran los bebés cuando llegan al valle de lágrimas que este mundo es.

Flaquita pero avispada, Arepa estiró su flexible cuerpo blanco, redondo y delgado, con su concha marcada por las cicatrices del budare curado y, con rápido golpe de mano, asió el frasco de vinagre -único ingrediente con el que no se aviene-, para vaciárselo sobre el turbante blanco de pichitas rojas (trade mark de su pedigree) y repeler los venenosos gases de la revolución.

II

–¡Qué va, oh, lo que soy yo, pelo el castaño!, gruñó calientísima la Arepa, y por las mismas revalidó su juramento persignándose con el pulgar y el índice, y selló la santiguada con un ruidoso beso. Hecha un demonio, la Arepa recogió sus macundales para irse a probar suerte a París.

–Mijita, no seas brejetera -la atajó la negra Merche cuando la vio meter en el escuálido equipaje un paquete de harina pan, una botella de aceite de mazorca, sal y agua. En París no serás naiden; serás una pobre negra-blanca insípida, una sudaka, pues, como nos mientan los españoles. Cuando éramos esclavos -como ahora lo somos de los cubanos de Cuba-, los conquistadores se burlaban de nuestra comida indígena. Decían que nosotros no comíamos si no puro maíz, arepa pelá, cachapas, bollos pelones. A la multisápida la vilipendiaban llamándola suerte de bodrio que en Venezuela comen negros y generales. ¡Ezás!

— ¿Y de dónde va a sacar una pata en suelo como tú para comprarse un pasaje para la France? -continuaba con su perorata disuasiva la negra Merche.

No había marcha atrás. Arepa era una mujer de palabra, de esas que cuando deciden irse, se van, Y no vuelven más nunca. Dando un portazo, Arepa se encaminó para el caserón de sus amos, que quedaba ahí mismito. Tocó con ánimo el portón de Serrana y, ¡mandado hecho! El mismísimo amo le abrió la puerta. Esos oligarcas son de trato sencillo. Por eso son gente.

 Ño Lorenzo, muy a su pesar, aceptó con resignación que su querida negrita-blanca quisiera dejarse probar por tan exquisitos paladares. — ¿Quién quita un golpe en lo oscuro? Si la arepa pega en París, mejor para mí. –dijo para sus adentros Ño Lorenzo. Le dio para el pasaje. Y en first class. Pero Arepa, ni gafa. Se embarcó en turista para ahorrarse unos dolarcitos, aunque después dijo que lo hizo por temor a ser confundida con una chavista, y no quería llevarse el chasco de un escrache a 14 mil pies.

III

 A Maiquetía bajaron a despedirla sus panas, Cachapa y Bollo Pelón, quienes, entre lágrimas y sollozos, le dijeron hasta pronto, posando la despedida en un selfie con el Cruz Diez.

 –Como me vaya yendo les voy diciendo, panitas, gimió la reina de la mesa venezolana sacando del mapire un finísimo pañuelo blanco bordado a mano con las iniciales P.A.N., regaló de Doña Tita.

A todo esto, Cachapa y Bollo Pelón, inconsolables. Lloraban a mares guindados de la parienta Arepa. Otros viajeros, que se miraban en ese espejo, sacaron fotos de la triste despedida para colgarlas en Instagram y Twitter. Con la velocidad digital, las fotografías recorrieron el mundo antes de que la multisápida criolla pasara por el control de inmigración. Nelson Bocaranda  lo reportó en Twitter y la arepa le concedió 10k de RT.

IV

 Una reportera de CNN grabó la escena del adiós y entrevistó a la Arepa en exclusiva.

Y CNN interrumpió la cadena de Almagro desde la OEA, donde los cancilleres discutían si le aplicaban la Carta Democrática a Venezuela, para darle el pase a un ¡Último Minuto!

–Damos el pase a nuestra corresponsal Osmary Fernández con desgarradoras escenas de los venezolanos hambrientos que abandonan el país ante la difícil situación por falta de comida, medicinas e inseguridad, entre otros males,- informó la conductora del espacio informativo desde los estudios en Atlanta.

–Gracias, Patricia. -dijo la reportera para para irse directo al grano de maíz. Escenas como estas se repiten a diario en el Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía. Aumenta la diáspora. Venezolanos se ven en la necesidad de emigrar en busca de un futuro mejor. Este manjar, desaparecido de la mesa venezolana, la popular Arepa, también toma las de Villadiego, se va del país.  Despiden la Arepa en el campo de aviación de Maiquetía sus familiares, Cachapa y Bollo Pelón, quienes por ahora no la pueden acompañar debido a la escasez de pasaportes.

-Señora Arepa…

-Señorita, joven, no soy de uno; recuerde que soy multisápida, como la hallaca. Me encanta hacerme acompañar por diferentes… ¿cómo decirle? ¡Rellenos!, porque es en la variedad donde está mi secreto.

– ¿Por qué se va de Venezuela?

-Porque aquí soy una especie en extinción. ¡Descarte esa respuesta, mi niña!  ¡Cogito ergo sum! Desde luego, existo, pues he tomado la determinación de buscarme horizontes más prósperos, digamos, más refinados, donde me sabrán apreciar. Seré exhibida en elegantes anaqueles de supermercados como los Carrefour, no volveré a ser empaquetada en las ordinarias bolsas plásticas del MaduroClap, en las que falta hasta el aire, ¡asfixiante!, y me cunden los gorgojos.

Las luces de los camarógrafos causan revuelo en los pasillos del aeropuerto, los curiosos pescuecean para salir en las tomas del noticiero imperial. Viene un guardia. Se acerca. Tapando con la mano el lente de la cámara de CNN, ladra: ¡Aquí están prohibidos los periodistas chismosos vende patria! ¡Vamos, fascistas, circulen, o les quito los equipos!…

– ¿Por qué París?, ¿No le parece un mercado muy difícil? -alcanza a preguntar Osmary en medio de los empellones.

-No, niña, si de algo gustan los franceses es de la novedad, además de mi versatilidad, está la generosidad de mis porciones. Nada de ñinguitas a lo nouvelle cuisine. Una arepa bien resuelta. Se chuparán los dedos.

-Gracias, Señorita Arepa por sus emotivas declaraciones. Adelante, Patricia.

-Au revoir! -fue la lacónica despedida de la Arepa venezolana mientras se secaba las lágrimas con el pañuelito que le regaló Doña Tita.

V

Dejamos el quilombo del guardia con los reporteros para volver con la emigrante Arepa, quien ultimaba detalles del viaje con sus familiares.

-Entretanto, panitas, vayan sacando el pasaporte que para París no necesitan visa sino carta de invitación, que yo los convidaré en cuanto monté el budaré en la Rue Chambón, que bien dispuesta voy a devorarme la ciudad luz con mi desabrida masa, que por sí sola no sabe a nada. ¡He allí mi secreto!  Pego con todo lo que me rellenan. ¿Te imaginas, Bollo, cuando me refine con paté de foie? ¡Estrella Michelin para para la Arepa Foie!  ¡Nobel del fogón pa’ esta masa tan versátil, unique! Ya sabrán los franceses la clase de exquisitez cuando el primer mordisco me den. ¡Oh là là!  No solo me harán la scarpetta, sino que pedirán d’autres plus!