El presidente triunfante frente a la primera ministra asediada. Emmanuel Macron, reforzado tras la victoria de su partido en la primera vuelta de las legislativas francesas, recibió este martes en París a Theresa May, que lucha por su supervivencia política tras quedarse sin la mayoría en las elecciones de su país. El Brexit planeó sobre la visita, aunque la agenda estaba dedicada a la lucha antiterrorista. El europeísta Macron le dijo a la conservadora May que «la puerta siempre está abierta» para que Reino Unido se quede en la UE.
Hay pocas posibilidades hoy de que Londres dé marcha atrás, y tanto el presidente francés como la primera ministra británica insistieron, en una comparecencia en el Elíseo, en la necesidad de comenzar cuanto antes las negociaciones.
«Por mi parte, el método es claro: que las negociaciones arranquen de la manera más rápida posible», dijo Macron. «Le he confirmado al presidente Macron que el calendario de las negociaciones sobre el Brexit no ha cambiado: comenzarán la semana próxima», dijo May.
La coincidencia, en un periodo de cuatro días, de las elecciones británicas y francesas, radiografía el contraste entre el momento político de ambos países. La inestabilidad británica y la estabilidad francesa. Un gobierno que pende de un hilo en Londres y, en París, uno de los más fuertes en décadas.
El desajuste se traduce en una relación de fuerzas desequilibrado. Todo esto, en vísperas de una negociación entre la UE y Reino Unido —debía arrancar el 19 de junio pero probablemente deberá aplazarse a la espera que May aclare sus alianzas para gobernar— que determinará la relación futura entre la isla y el continente.
La visita de May a París consistió en una cena en el Elíseo con Macron, la comparecencia de ambos ante la prensa, y la asistencia conjunta a un partido amistoso de fútbol en el Stade de France Francia-Inglaterra en homenaje a las víctimas de los recientes atentados de Manchester y Londres. Los seguidores de ambas selecciones cantaron al unísono el God save the queen, de la misma manera que en un partido de noviembre de 2015 en Wembley, tras los atentados en Francia, el público cantó La Marsellesa.
Macron ganó las elecciones presidenciales del 7 de mayo con un mensaje desacomplejadamente europeísta. Prometía relanzar el proyecto europeo junto Alemania y reforzar la moneda común. Desoyó la marea euroescéptica que precipitó el no británico a la UE y en Francia impulsó a políticos como la ultraderechista Marine Le Pen o el izquierdista Jean-Luc Mélenchon. En sus mítines se agitaba la —hasta ahora—tecnocrática bandera europea y en la noche electoral llegó al estrado para leer el discurso de la victoria la son del himno A la alegría, el europeo.
Su posición ante el Brexit ha sido clara, tanto en su programa electoral como en discursos y entrevistas. “En la discusión sobre el Brexit, defenderemos la integridad del mercado único europeo”, decía el programa. Es decir, quedaba excluida la posibilidad de que, desde fuera de la UE, Reino Unido siguiese en el mercado común. “Soy un brexiter [favorable al Brexit] duro”, dijo en febrero a la revista Monocle. “No puedes disfrutar de los derechos de Europa si no eres miembro. En caso contrario, [Europa] se desintegrará”. En la misma entrevista, el entonces candidato calificó de “crimen” la decisión de salir de la UE y aventuró que llevaría a Reino Unido a la “servidumbre” respecto a EE UU.
Asumido que el Brexit ocurrirá, Francia —no solo Macron, también su antecesor, François Hollande— busca ventajas. Sin Reino Unido en el club, y con los EE UU de Donald Trump desinteresados por Europa, fuera de órbita, “los europeos [deben] tomar el destino en [sus] manos”, como dijo hace unos días la canciller Angela Merkel. Desaparece un freno: París y Berlín podrán cohesionarse en un núcleo duro que haga avanzar la integración.
La mano dura de Macron con Londres también es una señal a los euroescépticos franceses que prometen salir de la UE o del euro: Brexit —o Frexit— es Brexit; no hay medias tintas. O Reino Unido se queda —y, como dijo el martes, la puerta está abierta— o se marcha definitivamente.
Foto: El País