Alguien convenció a Nicolás Maduro de crear una entelequia llamada Asamblea Nacional Constituyente. El ideólogo pensó que era una jugada genial: desactivaba las protestas mientras ofrecía unas elecciones echas a su medida. Pensó que la MUD, que no se sale de su libreto de clamar por elecciones como salida a la crisis, mordería el anzuelo del régimen en unos comicios cuyas bases están claramente viciadas a favor de uno de los actores. Se les olvidó que el detonante de la calle fue la restitución del hilo constitucional y democrático roto cuando el TSJ intentó absorver las funciones de la Asamblea Nacional, pero detrás de eso había una población harta de la falta de alimentos y medicinas, la inseguridad galopante, la falta de oportunidades, la escalada sin fin de los precios, entre otros males. La vía de la trapacería fracasó inmediatamente.
Las manifestaciones tomaron aún más fuerza con la amenaza del fraude constituyente y el régimen intentó la vía del miedo: vociferaban que con el nuevo parapeto anularían a la Asamblea Nacional y a la Fiscalía General, que sacarían a los diputados a patadas del Palacio Federal Legislativo, que se acabaría la propiedad privada y la patria potestad, que la economía sería totalmente comunal y cualquier otra amenaza. La guinda fue presentar como candidatos a constituyentistas a los personajes más vergonzosos de nuestra sociedad. Nada. Fue echar gasolina al fuego. El dictador está desnudo.
En la recta final, el régimen activó la persuasión. Enviaron a su mensaje favorito cuando se trata de hablar con la oposición: José Luis Rodríguez Zapatero. El andaluz, que guarda buenas relaciones con ciertos sectores opositores tras haber negociado sus excarcelaciones, intentó aplicar lo mismo con Leopoldo López, con quien se reunió varias veces en su prisión de Ramo Verde para gestionarle exitosamente la medida de casa por cárcel. Creyendo que el hombre estaba de su lado, el ex presidente visitó varias veces en su hogar al dirigente, a quien intentó convencer de que se sentaran a conversar con el régimen, con las calles apagadas, a cambio de suspender la entelequia Constituyente. Con la presión popular encima, la MUD se negó a semejante disparate. Nuevo fracaso madurista.
Este cuadro dio paso a la vía de la desesperación pura y dura. Maduro, en un cierre de campaña risible -hasta Diosdado es capaz de congregar a más personas-, dijo a viva voz lo que Zapatero proponía en secreto: siéntense a dialogar y postpongo (suspendo) la Constituyente. ¿Resultado? La MUD respondió con más calle y los radicales del PSUV, ansiosos de que Maduro muerda el polvo este domingo, presionaron para que no se le ocurra tirar la toalla cuando está tan cerca de su fin.
Con la soga al cuello
«No se reconocerán resultados de la Asamblea Constituyente en Venezuela». Demoledoras palabras de Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, uno de los países que ha tomado la vanguardia a la hora de pararle el trote a la deriva dictatorial de Maduro. Por ese camino se ha pronunciado también Donald Trump, quien aseguró que Estados Unidos prepara más sanciones económicas para el régimen venezolano en caso de seguir adelante con el fraude de este domingo. Son los dos socios comerciales más importantes de Venezuela. La Unión Europea también se ha manifestado en ese sentido. México, al igual que los colombianos y la Unión Europea, se prepara para cerrar cuentas de los sancionados por los estadounidensenses. Reino Unido y la siempre neutral Suiza rechazan también la locura constituyente. El mundo se les pone chiquito, no solo para conseguir los préstamos necesarios para pagar la deuda externa en caso de que sigan al frente del país, sino para huir en caso de que deban soltar el coroto.
En ese sentido, las negociaciones continúan. Mercosur amenaza con aplicar, definitivamente, el Protocolo de Ushuaia para expulsar a Venezuela del bloque comercial si no se sientan a negociar en Brasil una salida a la crisis. Eso en público, mientras en la más absoluta clandestinidad los principales jerarcas negocian su salvoconducto.
Maduro se entrampó con la entelequia constituyente que nadie le compra y significará su entierro político. No sabe qué hacer con eso. Esa papa se le quemará en la mano. A nadie le interesa salvarlo, ni siquiera a Castro o a Cabello.