La falta de dinero será el acta de defunción del régimen venezolano. Apalancados en un sistema populista de dádivas a la población, consiguieron un control total sobre el poder durante casi dos décadas. Los altos precios deñl petróleo les permitieron comprar conciencias desde La Piedrita hasta Wall Street. Los recibieron en los foros más encumbrados y la figura de Hugo Chñavez opacó a la de Fidel Castro (algo que La Habana resolvió quirúrgicamente, pero ese es otro tema). Tuvieron el mundo a sus pies y lo seguirían teniendo si hubieran dejado algo para la previsible mala temporada. Bueno, ahorraron, pero no en las cuentas de la Nación sino en las personales.
Pero cayó el precio del petróleo y llegó el invierno. Las cuentas de la Nación tienen telarañas y las personales están congeladas por el Departamento del Tesoro. Sin dólares, no se pueden hacer elecciones que legitimen la barbarie puesto que no hay con qué comprar los votos. Los jefes de la banda cometieron el «error» de ir a elecciones en diciembre del 2015, recibiendo una sonora paliza que colocó en manos de la oposición la última institución electa por el pueblo. Sólo los votos dan reconocimiento mundial, y créditos para financiar el populismo. ¿Y ahora? Por mucho palo que repartan a quien discienta, no pueden vivir aislados. Ni que vivieran en una isla. Hay que negociar.
La oportunidad de la MUD
Aquí es donde los demócratas capitalizan las grietas de la dictadura, puesto que fusiles no tienen. Es esta la verdadera transición y no la que decretan irresponsablemente los representantes del populismo de derecha. La oposición ha sido clara en que no iniciará el diálogo si el régimen no cumple con las siguientes condiciones: nuevas autoridades comiciales, calendario electoral oficial, liberación de presos políticos, habilitación política de dirigentes, abrir un canal humanitario para alimentos y medicinas y, la guinda de la torta, el reconocimiento a la independencia de la Asamblea Nacional. Los mediadores elegidos por la MUD son México, Chile y, aunque todavía está por confirmar su presencia, Paraguay.
Por su parte, el régimen exige seis puntos: respeto a la soberanía venezolana ante las amenazas extranjeras, garantías electorales, acatamiento de la AN a sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, reconocimiento a la Asamblea Nacional Constituyente, el reconocimiento a la Comisión de la Verdad y una comisión de seguimiento al proceso de negociación.
Es de esperarse que la piedra de tranca esté en la aquiescencia al tarantín comandado por Delcy Rodríguez, proceso viciado desde el comienzo cuya resolución podría ser convocar a un referendo. La MUD tiene peso mundial al ser reconocida como la fuerza política que tiene la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, por lo que no puede ceder sus atribuciones constitucionales a otro ente que, además, no cumplió los pasos legales para su conformación. Si la dirigencia opositora concede ese punto al régimen, algo fundamental para ellos según Jorge Rodríguez, perdió toda la partida. Una salida honorable para el PSUV podría ser entonces, preguntarle al pueblo qué quiere hacer con el tarantín, lo que debieron hacer desde el comienzo.
El salvoconducto
El régimen está dispuesto a entregar el poder. Para ello, en las negociaciones que se entablen en República Dominicana se les debe asegurar que podrán exiliarse en algún lugar del mundo cómodo para sus jerarcas. En ese caso, quedan descartados destinos como Cuba, Rusia, China o similares. Lo último que quiere un comunista es vivir en comunismo. La opción más viable es Europa y algunos países latinoamericanos, más flexibles a la hora de chequear la procedencia de los fondos que el sistema financiero imperial. Algo de eso debe saber Jorge Rodríguez, el jefe negociador del régimen, cuando se adelanta a los acontecimientos al trasladar a su familia a México, abandonando la segura pero lejana Australia. México, justamente uno de los países mediadores. ¿Coincidencia?
Estas conversaciones no deben verse como una reedición del diálogo infame de finales del 2016 si se cumplen las exigencias de la oposición, si no se reconoce a la Asamblea Nacional Constituyente, si participan mediadores confiables para ambas partes y si la agenda es establecida por expertos en resolución de conflictos de las Naciones Unidas. Al régimen, en cuyo equipo a veces hay que incluir a Zapatero, no puede controlar la puesta en escena. Tampoco la MUD. Sin embargo, aunque se monte el operativo ideal, éste no tendrá éxito si no se habla de lo que realmente importa a quienes tienen secuestrados a más de 30 millones de personas: el salvoconducto. Lo demás es comer flores. Es lo que garantizará «negociaciones serias que de buena fe logren el objetivo de la restauración completa de la democracia en Venezuela», como pide Estados Unidos a la hora de apoyar estas negociaciones. El apoyo imperial a las conversaciones es crucial a la hora de garantizar una salida: son ellos la policía mundial que pesca a los malhechores donde sea. Donde sea.