El Botánico de Caracas se debate entre la subsistencia y el olvido

La inseguridad y la falta de recursos han puesto en jaque al primer espacio natural de su tipo en Venezuela. Quienes hacen vida en el jardín, temen ser invadidos o incluso que le peguen candela a los edificios y áreas circundantes

Caracas-. Alberga dentro de si el Herbario Nacional, el Jardín Botánico de Caracas, la Biblioteca “Henri Pittier” y una amplia colección de arte, incluyendo auditorio; pero nada de esto ha sido barrera para los malhechores, quienes han desmantelado gran parte de su estructura. Para la fecha de realización de este trabajo, el Instituto Experimental Jardín Botánico “Dr. Tobías Lasser”, se encuentra sin luz, sin internet, sin vigilancia y con fallas constantes en el servicio de agua, lo cual es un problema en época de sequía.

Para la bióloga y presidenta del Instituto, Ana Herrera, la situación “está fuera de control”. Asumió el cargo en abril de 2016 cuando todavía los robos ocurrían de mes en mes, pero, según ella, últimamente ya es casi a diario. En exclusiva para Zeta, y en condiciones poco habituales —dado que la entrevista se realizó en un pequeño muro de concreto (brocal) ante la ausencia de un espacio idóneo—, Herrera nos cuenta la realidad que hoy se vive en el Jardín Botánico de Caracas.

“Que nosotros sepamos, los robos aquí ocurren un día sí y un día no, pero la mamá de los robos ocurrió hace cerca de tres meses —en mayo—, cuando se robaron el cableado que va desde el transformador hasta el edificio del instituto y luego el cableado que va desde la calle hasta el transformador, y eso es dificilísimo de reponer”, aseguró Herrera.

Desde ese momento, el jardín y todos sus trabajadores —unos 80 aproximadamente— se encuentran sin energía eléctrica. Ya anteriormente la inseguridad los había dejado sin aires acondicionados y sin internet, pero hoy por hoy, puede que el espacio de mayor preocupación sea el Herbario Nacional, puesto que para la preservación de las casi 500 mil muestras secas de plantas, se requieren de unas condiciones y temperaturas específicas.

“Este lugar (el herbario) debe mantenerse seco y frío, preferiblemente por debajo de los 17° C y a menos de 70 % de humedad. Ninguna de esas dos condiciones se tienen en este momento, porque se robaron los aires acondicionados y los deshumidificadores o extractores de humedad”, declaró Audrey Huérfano, jefa del centro de investigación.

De las 500 mil muestras que reposan en el Herbario Nacional, unas 3 mil son endémicas, es decir, solo crecen en Venezuela. El 90 % de ellas proviene de los tepuyes.

Son estas condiciones las que impiden el crecimiento de hongos y la proliferación de coleópteros (escarabajos) que dañan irreparablemente el material, el cual se mantiene en estantes de metal que datan de la Segunda Guerra Mundial y que cierran herméticamente. Dichos armarios deben permanecer cerrados, con la excepción de cuando el material se pide para consulta.

“Desde su creación, esto es lo peor que le ha ocurrido al herbario. En un largo plazo, de no cambiar las condiciones, pueden volverse polvo las muestras”, afirma con preocupación Huérfano.

Ante esta situación, el personal del herbario ha considerado incluso trasladar las muestras más icónicas o difíciles de reemplazar —unas 8 mil— hasta el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic), quienes también tienen un herbario y se han ofrecido para resguardar algunas muestras, pero desistieron al percatarse que las condiciones del instituto eran de igual de semejantes a las del jardín.

Solos y a la deriva

Debido a que no existe vigilancia, todos los espacios del instituto han sido violentados. De hecho, ni siquiera la biblioteca “Henri Pittier” está prestando servicios.

El desmantelamiento va desde equipos de computación, impresoras, cámaras de seguridad, tableros eléctricos, puertas de baño, cerraduras, aires acondicionados, faros, rejas, cubiertos, el servidor del Herbario Nacional, un router y hasta las llaves de las mangueras de incendio. Ni que decir de los equipos de jardinería. Desmalezadoras y cortadoras dejaron de funcionar desde hace mucho. En parte, por la imposibilidad del instituto de reponer los repuestos necesarios, y luego por el hurto constante del que son víctimas.

Solo la voluntad mantiene a los trabajadores asistiendo al instituto, en un intento, claro, por no abandonar el espacio. De hecho, Herrera sostiene que hay una especie de “enseñamiento” contra ellos.

“Nos están arrinconando para que tiremos la toalla. Yo temo o que nos invadan o que le peguen candela al edificio, y el temor no es solo mío. Todos aquí han pensado eso”, señaló Herrera, al tiempo que sostuvo que lo poco que han podido preservar de valor, ha tenido que ser sacado fuera del instituto, como es el caso de la placa que yacía junto a la estatua de Tobías Lasser, la cual, según ella, se encuentra bajo su resguardo.

Hasta hace pocos meses, cuatro guardias nacionales pernoctaban con intermitencia en el jardín. De hecho, existe un puesto de Comando dentro de las instalaciones que se estableció luego que fuera declarado “Parque Nacional” en 1969, pero fueron llamados a resguardar el Ávila y el lugar quedó abandonado. Como era de esperarse, la delincuencia encontró allí otro nicho donde hacer de las suyas y el Comando fue desvalijado.

Según Herrera, han intentado contratar los servicios de una compañía de vigilancia de nombre Corposervica, empresa estatal adscrita al Ministerio del Poder Popular para las relaciones del Interior, Justicia y Paz, sin embargo, no tuvieron éxito dado que solicitaban por adelantado el pago del servicio, algo con lo que no estuvo de acuerdo Herrera.

“No conozco ninguna empresa que cobre antes de prestar el servicio, así que decidimos no tomarlo”, sentenció la bióloga.

Un poco más 15 denuncias ha introducido Herrera ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc), pero ninguna ha obtenido respuesta hasta hora, pues los casos, según ella, no pasan a Fiscalía. De vez en cuando, los detectives se acercan hasta la institución, pero no le brindan mayor detalle.

Recursos escasos

De acuerdo con Herrera, el presupuesto del instituto es de Bs. 5.600.000, los cuales se van, por lo general, en gastos corrientes: materiales de oficina, repuestos y afines para la jardinería. Dicho presupuesto no contempla gastos de seguridad, y lo que obtienen por visitas es bastante ínfimo. La entrada se encuentra en Bs. 100 para los particulares, y Bs. 200 para quienes llegan en carro. Antes, alquilaban el auditorio y los espacios del jardín, pero quien desee utilizarlos, debe apersonarse con su propio personal de seguridad.

Por su parte, la Fundación Instituto Botánico de Venezuela (Fibv) dispone de pequeños montos con los que Herrera pudiera solventar algunos problemas, pero no puede disponer de ellos porque las autoridades universitarias no la han nombrado presidenta de la Fundación.

“No ha habido manera de que me nombren presidenta, hay como cierta resistencia a que ello se concrete. El Instituto es una parte incómoda de la UCV. La actitud de la universidad con nosotros es que somos un fastidio”, sostiene Herrera.

A juicio de la bióloga, el instituto parece vivir en un limbo jurídico. De manera informal, pertenece al Vicerrectorado Administrativo, pero lo cierto es que ninguna Facultad ha querido acoger al instituto. Se sugirió en su momento, por recomendación del Consejo Universitario, que fuera la Facultad de Ciencias, pero la misma ha preferido no pronunciarse al respecto.

Hace poco, reactivaron la venta de plantas y libros sobre botánica, en espera de poder recoger algunos ingresos.

La responsabilidad del Estado

Aunque el Jardín Botánico fue devuelto formalmente a la Universidad Central de Venezuela (UCV) en el Decreto Presidencial Nº 1.128 del 20 de diciembre del 2000 y publicado en Gaceta Oficial Nº 37.126 del 14 de enero de 2001, en acta de reunión del 21 de diciembre del 2000 con el expresidente Hugo Chávez; el rector de la UCV, Giuseppe Giannetto, y otros representantes ministeriales y de institutos, incluyendo la Fibv, se deja constancia que los terrenos del jardín y todas sus edificaciones e instalaciones continuarán siendo custodiadas de modo permanente por la Guardia Nacional en ejercicio de sus funciones de Guardería Ambiental, de acuerdo a la ley que la rige.

Esto cobra sentido también en tanto que no existe decreto presidencial en el que se derogue la condición de Parque Nacional que tiene el jardín desde 1969, por lo que el Instituto Nacional de Parques (Inparques) también tendría una cuota de responsabilidad en la preservación de este espacio natural.

De hecho el herbario, que es incluso más antaño que el propio jardín —pues data de 1921—, le pertenece a la nación, por lo que debería contar con el apoyo –al menos parcial- del Estado, algo que en la práctica no ocurre.

Así pues, tanto el Estado venezolano como sus entes adscritos se han ido desentendiendo poco a poco del jardín, dejando toda responsabilidad en manos de la UCV.

En total, son 70 hectáreas las que conforman el enclave natural, de las cuales 10 forman parte de la Ciudad Universitaria de Caracas, que es a su vez Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el año 2000, razón otra por la cual el Estado debería garantizar su cuidado y preservación.

El declive de las investigaciones

El instituto tiene 11 investigadores, entre botánicos y ecólogos, que deberían dedicarse al inventario de flora y a la conservación. Desde 2010 no tienen como pagar un trabajo de campo, y desde hace dos años no aportan nada a la investigación, ante la falta de viáticos y vehículos para desplazarse. Se limitan solo a hacer uso del Herbario Nacional preservando las muestras ya existentes, pero no haciendo nuevas.

Estos investigadores solo van al campo si pueden colarse con otros equipos para trasladarse o buscando financiamiento de forma individual.

Quienes deseen colaborar de alguna forma con el instituto, bien sea a través de donaciones o mediante jornadas de limpieza, pueden dirigirse a su sede principal, ubicada en la Av. Salvador Allende, entre el puente que conecta a Plaza Venezuela con la Puerta Tamanaco de la UCV. En lo inmediato, los investigadores requieren para la preservación de las muestras: bolsas areneras grandes, cinta de embalaje y selladora de bolsas plásticas.

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