Las últimas cifras que se conocieron indicaban que el 63% de los posibles votantes estaba dispuesto a ejercer su derecho el próximo domingo en favor del gobernador de su gusto. Teniendo en cuenta que el PSUV solo cuenta con aproximadamente 15% en las encuestas -ni hablar de Nicolás Maduro, que anda en el inframundo- el desenlace está claro…si la gente sale a votar. Hablamos de números globales y esto es una elección regional, pero la sombra del azote de Miraflores cubre completamente el muy amplio alcance de la crisis que asola a los venezolanos.
El partido del régimen sabe la mala influencia que tiene su presidente, al cual han escondido en la campaña, inclusive enviándolo a una gira internacional por lugares recónditos a menos de dos semanas de las elecciones. También con buen tino, el PSUV ha elegido candidatos con pegada local, aunque hayan algunos casos absurdos como el de Aristóbulo Istúriz en Anzoátegui. Esto puede llevar a la tolda oficialista a superar ese 15% en las encuestas, pero no podrán escapar del mantra que se ha apoderado de más del 80% de los venezolanos: si votamos, revolcamos.
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El régimen, consciente de eso, descaradamente intenta que el venezolano no salga a votar. El CNE se sacó a última hora de debajo de la manga el as de nuclear los centros electorales más importantes en las zonas más opositoras, supuestamente por razones de seguridad. Por ejemplo, en Caracas, en el municipio Chacao, enclave férreamente opositor hasta en los tiempos más chavistas, decidieron no abrir el centro electoral en el colegio San Ignacio. En un país donde no escapas de la inseguridad en ningún lado, es difícil que haya un lugar más seguro que ese. Las costuras se ven a kilómetros. Aparte de la triquiñuela de Tibisay Lucena, Héctor Rodríguez, el candidato madurista en Miranda, dice abiertamente en Globovisión que si la gente no vota es por culpa de la MUD. Maduro, en quizás su única aportación a la campaña de su partido, no se cansa de asegurar que todo el que vote el domingo reconocerá al fraudulento tarantín que dirige Delcy Rodríguez. Al hombre de Putin en Caracas no le conocen como «mentira fresca» de gratis: las elecciones regionales son letra de la Constitución aprobada en 1999 y su convocatoria debió hacerse para diciembre del 2016, cuando venció el período de los actuales gobernadores.
Por qué importa el voto
Entendiendo que el proyecto que empezó como nacionalista terminó en la pérdida de la soberanía al haber sido envenenado por Fidel Castro, pasaremos de estar en los brazos de los cubanos a estar en los de las grandes transnacionales occidentales. Es en Washington, y quizás un poco en Bruselas, donde se decide el destino de un país que importa porque tiene las mayores reservas de petróleo en el mundo. En esas ciudades, donde se encuentran los centros de poder político de nuestra sociedad globalizada, aprietan la soga en el cuello de los jerarcas del régimen venezolano al darles dónde más les duele: sus bolsillos. Pero esta decisiva andanada de sanciones desde Estados Unidos, Canadá, Latinoamérica y próximamente Europa no habría sido posible sin la legitimidad que otorga a un pueblo el hecho de saberse formalmente mayoría, hito alcanzado el 6 de diciembre del 2017 al conseguir los 2/3 de la Asamblea Nacional.
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Entonces, es la presión internacional la que terminará con el cáncer madurista, pero esta solo se conmueve por la democracia (que no son solo elecciones pero es la base de esa pirámide) y los Derechos Humanos (violentados en su máxima expresión durante los cuatro meses de protestas este año). Después del fiasco de las últimas intervenciones militares, ni Estados Unidos ni el resto del mundo tomarán esa vía salvo carambolas del destino. Es por la vía electoral que forzarán la restitución del hilo constitucional en Venezuela que asegure a Occidente un país estable que sea un oasis para las inversiones. Nos guste o no -recuerden, perdimos la soberanía-, esa es la hoja de ruta que nos han trazado, y el siguiente paso en ese trayecto son las regionales. Luego, elecciones de alcaldes (el próximo mes de marzo, nos indican fuentes) y finalmente las presidenciales (octubre 2018).
Eso es lo que hay, no lo que queremos que haya. Descartada la intervención militar, nacional o internacional, lo otro sería la renuncia de Maduro, pero dudamos que Putin lo deje dar ese paso.