Amigo o enemigo íntimo de las figuras más prominentes de la política venezolana desde la caída de Pérez Jiménez, y contertulio de personajes anteriores tan disímiles como Gallegos y Pérez Jiménez, al periodista Rafael Poleo se le atribuye la capacidad de adelantar lo que va a pasar en Venezuela, su país. Es el resultado de más de medio siglo dirigiendo medios de comunicación en los cuales entran veinte años como comentarista en los noticieros centrales de las tres televisoras tradicionales en Venezuela. En las últimas semanas se discute su vehemente exhortación a votar en las elecciones venezolanas del próximo domingo.
Replegar la protesta en la calle fue un acto de responsabilidad que la oposición tomó conociendo que debía pagar el precio. Lo hizo cuando consideró conquistada la meta de conmover la opinión internacional demostrando que la población detesta al régimen madurista y que ese régimen tiene la disposición homicida propia de los gobiernos forajidos, que se esconden bajo una doctrina o una etiqueta (en este caso el socialismo), cuando son una banda de atracadores cuyo propósito real es el saqueo de la riqueza nacional.
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Pero la oposición no supo explicar esto al pueblo opositor que esperaba acciones de calle sostenidas hasta provocar una intervención militar como la del año 2002. Quince años después de aquella fecha, eso no es posible porque el general cubano Ramiro Valdés, manejando la corrupción, ha dirigido personalmente una fidelización del alto mando militar venezolano.
Pero es totalmente equivocado eso de que los cuatro meses de sacrificio no dejaron resultado alguno. Basta comparar la actitud de los gobiernos y los organismos internacionales antes y después de esa rebelión. Y la acción internacional es ahora lo decisivo.
En cuanto a la Asamblea Constituyente, fue inventada para distraernos, pero su efecto ha sido destacar la ilegalidad del régimen. No debemos caer en la trampa de condicionar nuestra estrategia a ese mamarracho.
Ustedes argumentan que votando se mantendrán espacios políticos y se conquistarán otros, pero quienes promueven la abstención sostienen que votar no vale la pena, pues el régimen inhabilitará a los gobernadores, o les dictará autos de detención o los privará de recursos.
Claro que el régimen puede hacer eso, y eventualmente lo hará. Será ideal para la oposición porque añadirá sustancia al expediente que justifica la intervención internacional para acabar con una situación que amenaza la seguridad de Occidente. Grave para la oposición sería que el Gobierno se portara bien.
Por cierto, la embarazosa coincidencia de los abstencionistas con el régimen, obviamente interesado en la abstención, ha reducido al mínimo esa corriente de opinión.
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¿La Asamblea Nacional Constituyente será uno de los temas a negociar si se retoma el diálogo de Santo Domingo?
Los dirigentes significativos de la oposición, con quienes converso con frecuencia, nunca creyeron en un diálogo promovido por República Dominicana, que depende del petróleo de Maduro, y el expresidente Zapatero, que nunca ocultó su simpatía por el chavismo. Pero tuvieron que participar en esa ceremonia por cortesía con las naciones amigas que consideraron necesario llenar esa gestión conciliatoria antes de pasar a las sanciones que hemos visto y seguiremos viendo, y a todo lo que se deba hacer. En política hay que hacer esos sacrificios.
¿Habrá que esperar las elecciones presidenciales en el 2018 para lograr un cambio de régimen?
La cultura política de Occidente ha sacralizado el rito electoral, pero a veces las condiciones objetivas obligan a resumir la misa.
Usted ha dicho que el régimen solo está prolongando su agonía. ¿Se refiere a la agonía de Maduro o la del régimen chavista?
Es muy posible que, como pasó con su homólogo y modelo el fascismo italiano, en un momento dado los militares sacrifiquen a Maduro y su combo como los militares italianos sacrificaron a Mussolini cuando vieron que la guerra con los aliados estaba perdida. El propio Raúl Castro puede entregar a su hombre en Caracas para lograr una rendición condicional en vez del colapso que amenaza a su régimen, como el rey de Italia le exigió a su protector Mussolini que se fuera. Los grandes poderes objetivos de Occidente, necesitados de un cambio político en Venezuela, tendrían razones para aceptar una negociación así.
¿Cree que los jerarcas del chavismo pueden verse enfrentados a algo como el juicio de Nuremberg?
De hecho, ya están sancionados en el bolsillo por las medidas de Estados Unidos, Canadá y España, las cuales se irán extendiendo en un proceso evidentemente concertado. En lo personal son afectados por sanciones como las que caerán sobre los sobrinos narcotraficantes de Maduro. Todo depende de la magnitud de los crímenes. Pero recuerde que en Nuremberg solo fueron condenados menos de veinte de los más prominentes jerarcas nazis.
Cerradas a los jerarcas del régimen las puertas de Canadá, EE.UU. y, en cualquier momento, las de la Unión Europea, ¿ve posible que el régimen de Maduro se aísle, como el de Corea del Norte, en una especie de quiste dictatorial invulnerable a la presión exterior?
En el poder, los delincuentes muestran un celo territorial como el de los maridos que golpean a sus mujeres y cuando llega la policía dicen que en su casa ellos hacen lo que les da la gana. Por eso el aislamiento siempre fue una pretensión del chavismo en su versión senil, que es el madurismo. Pero Occidente necesita la reactivación del potencial venezolano para animar una economía global que trata de disimular su pereza, la cual ya dura demasiado. Exxon Mobil dejó saber en noviembre y julio el hallazgo frente al Orinoco de yacimientos de petróleo y gas superiores a los de la península arábiga. Cosas así son las que determinan el curso de la Historia.
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El editorial de ‘The Washington Post’ del 2 de octubre asegura que Rusia está detrás de los conflictos que afectan a la democracia occidental. Maduro, en su reciente viaje a Rusia, ¿habrá llegado a un acuerdo con Putin que le permita sobrevivir al cerco financiero?
No sabemos hasta dónde está Putin dispuesto a apretar en su política de crearle conflictos a Occidente y hasta dónde está dispuesto Occidente a dejar que se los creen. Eso pertenece al tema fundamental de nuestro tiempo, que es la determinación de destruir a Occidente en la cual coinciden Rusia, China, el fundamentalismo islámico y el narcotráfico. En América vemos signos de que los factores reales de poder están claros al respecto: un gobierno fuerte en Estados Unidos y gobiernos claramente prooccidentales sustituyendo a los ambiguos en países claves como Argentina y Brasil.
Usted siempre ha sostenido que PDVSA es la Marisela en la novela ‘Doña Bárbara’ de Rómulo Gallegos, y que Mister Danger ha estado al acecho para ponerse en Marisela. ¿Le llegó la hora a Marisela? ¿Cómo va a quedar Venezuela después que la violen?
A Chávez, de quien se sabe que al principio de su ascenso buscaba mi consejo, le repetí que su fantasía tendría por resultado la pérdida de la soberanía entendida como capacidad para manejar el propio patrimonio. Esas condiciones están dadas, lamentablemente.
A usted es un gurú de la política venezolana, ¿cómo ve el país en el 2019?
Gobernada por una coalición basada en un pacto de alternación en el cual presidente sea en realidad un primus inter pares, ejecutando un plan de recuperación nacional de naturaleza capitalista con sentido social.