Uno de los problemas creados por la ambivalente votación del domingo pasado, ha sido la evidente incomprensión del público y quizás la de muchos de los organizadores, acerca de las dimensiones del juego, donde cada venezolano es un actor de primera fila, responsable por su desempeño en el rol que le tocó.
La diferencia entre las elecciones para la Asamblea Nacional en di-ciembre de 2015 y la de las regionales de octubre 2017 puede resumirse, apartando todas las demás explicaciones, en una sola observación: en la primera toda la oposición caminó unida, en cambio la del 15 de octubre no tuvo igual esfuerzo unitario nacional. En la primera, la acción mancomunada logró constituir un parlamento con mayoría de la oposición, que es el que ahora goza de un firme apoyo internacional. En la segunda, los votantes de la oposición fueron pasto fácil a los mil y uno obstáculos, que un poder electoral pro gobierno interpuso en sus caminos y que no fueron afrontados con la decisión que merecían.
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Particularmente dramática ha sido la situación en el estado Bolívar, eterna víctima de su legendaria riqueza minera: pese a tener los votos, de lo que nadie duda ni puede dudar porque ya los había anunciado el CNE, el candidato a la gobernación Andrés Velásquez fue apartado de forma brutal, con un anuncio a los tres días, efectuado a escondidas, entre gallos y medianoche. Si algo asombra, no es el hecho en sí, sino lo rudimentario del procedimiento, que sirve ahora de prueba estrella para denunciar mundialmente un megafraude electoral. De lo que podemos estar seguros, es que la maldición de El Dorado nunca fue tan real, como en este episodio.
Lo más grave ha sido que la población opositora, cansada y desanimada, no entendió la importancia de ese voto, ni tampoco la entendieron algunos de los candidatos a gobernadores. La diferencia la evidenciaron los estados occidentales de Zulia, Mérida y Táchira, a sabiendas que el fraude se hace imposible si la votación es abrumadoramente unitaria. Por el contrario, en el estado Miranda, la pereza de un electorado que se consideró tan «sobrado» que muchos se quedaron en casa, terminó para la oposición en un sonado y serio fracaso.
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Para la situación global de la oposición, esa ausencia de ánimo en comparación con otras elecciones, es ahora muy grave. Nada menos que en la región de la capital de la república, la ausencia de votantes debilitó las posiciones ganadas con el sacrificio de vidas humanas durante cuatro meses de sangrienta acción de calle, coronadas y puestas a valer en la consulta electoral celebrada el 16 de julio. ¿Se perdió ese inmenso esfuerzo? En parte, sí, pero sólo parcialmente. Veamos.
¿Qué viene ahora? Obviamente, los pocos gobernadores de la oposición que salieron electos tendrán que luchar contra las imposiciones con las que los lastrarán las fuerzas del gobierno central. Ni siquiera tendrán la fuerza de su número, porque siguen siendo pocas las gobernaciones en manos de la oposición. Dependerán como ningún gobernador antes de ellos, del apoyo que reciban de la población. Desde ya, el partido de gobierno no les perdonará ningún momento de cansancio, ni siquiera a la hora de reunir a sus seguidores. Estarán desde el primer momento en una lucha extremadamente dura e ingrata.
Por el otro lado, lo que hay y se ve muy activo, son las señales de alarma internacional, reflejadas en lo que se anuncia como la aparición de más sanciones internacionales contra personeros del régimen, esta vez desde la Unión Europea. Otro aspecto que avanza a paso firme, es el judicial, donde un importante aspecto es la actuación de la OEA al adelantar unas sesiones con testimonios de violación de los derechos humanos.
En ese aspecto, nuevamente, hay que admirar al Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, que logró responder al descalabro del 15 O con unas palabras particularmente severas hacia quienes se atreven a enfrentar elecciones en condiciones que saben muy adversas. Sus palabras, muy duras, fueron «Es muy claro que cualquier fuerza política que acepta a ir a una elección sin garantías se transforma en instrumento esencial del eventual fraude y demuestra que no tiene reflejos democráticos para proteger los derechos de la gente, en este caso, el voto». Crítica y regaño quizás exagerados, porque precisamente, lo que esperaba la oposición era vencer los obstáculos. Si pecó, fue por no medir en su justa dimensión, la capacidad que existe en el otro campo, de impedir una elección franca.
Además, existe la preocupación, expresada públicamente por numerosos mandatarios en toda América, por el número que cada país recibe de refugiados venezolanos. Para todos es obvio, que el 15/O no hará sino incrementar la presión de venezolanos buscando exiliarse.
Finalmente, revisando el nuevo panorama que arrojaron los inesperados resultados de las elecciones regionales venezolanas, pareciera que en Venezuela la oposición intentará resarcirse, mientras que afuera, los vecinos y no tan vecinos, se verán obligados a acelerar en lo posible, lo que ya consuetudinariamente todos llaman «la solución Venezuela».