Los factores democráticos deben construir una alternativa clara, sincera y efectiva que (dándole prioridad a la crisis que viven millones de venezolanos) conduzca a la transición.
Reelaborar una estrategia coherente y eficiente luego de los resultados electorales del 15 de octubre, aparece como una tarea urgente para la dirección de las fuerzas democráticas venezolanas, que lejos de exhibir madurez, responsabilidad y consistencia, cayeron en una situación que oscila entre el desconcierto, las descalificaciones y las malacrianzas, olvidando darle prioridad a la necesidad de los venezolanos.
Un aquelarre de posiciones contradictorias que van desde un neoabstencionismo condenado al fracaso, hasta un torneo de mutuas acusaciones, reveladoras de una falta de reflexión y brújula política, que facilitarían la perversa alquimia de que un régimen con altísimos niveles de impopularidad y rechazo pueda prolongar la destrucción de la República.
De la mano de una dirección incapaz de hacer un balance autocrítico de lo sucedido e introducir los correctivos para recobrar la iniciativa política y la construcción de una opción ganadora de cara a las presidenciales del 2018, se amenaza con retroceder a esa especie de maldición de Sísifo, que significa desandar todo el camino duramente construido después del desastre del 2005 con asertividad y conexión con la realidad, y facilitar la prolongación de un gobierno que mas allá de una victoria fraudulenta, vive la agonía de su agotamiento y su imposibilidad de revertir la terrible situación que martiriza la vida de los venezolanos.
Dentro de los incoherentes planteamientos que han salido a relucir en medio de polémicas desordenadas, que sustituyen el debate creador y la elaboración critica impuesta por la realidad del 15-0, se crea un dilema antinómico entre votar y exigir condiciones y garantías comiciales, cuando la perseverancia en el camino cívico, democrático y electoral (diseñado como estrategia de acceso al poder por la MUD) puede combinar ambos elementos, parte de una lucha que pierde sentido si se encuneta hacia la esterilidad de la abstención.
En el fondo estas posiciones eluden irresponsablemente la autocrítica por los errores cometidos en el diseño e implementación de la estrategia para las elecciones Regionales, que estuvieron plagadas de ventajismo, abuso de poder, adulteraciones, violencia y triquiñuelas, adelantadas por el binomio perverso gobierno-CNE, pero no pueden explicar todo el fracaso, pues bastaría preguntarse ¿cómo bajo ese mismo ambiente fraudulento ganamos ampliamente en 5 estados e incluso cómo tuvieron que cometer la insólita trapacería de robar la victoria en Bolívar a ese tenaz y extraordinario luchador democrático que es Andrés Velásquez?
Quienes hasta el sábado 14 se enfrentaban a los abstencionistas, argumentando que en las más precarias condiciones electorales era preferible concurrir para obligar al régimen al fraude y el arrebatón, que regalarle inmerecidas victorias refugiándonos en la desmovilización y la pasividad, ahora por eludir el debate sincero sobre las causas de los resultados electorales se suman a sus argumentos, sin considerar la urgencia que para los millones de venezolanos empobrecidos por este gobierno, tiene la construcción de una alternativa democrática que conduzca la transición.