Para salir del marasmo, si el liderazgo opositor quiere recobrar la iniciativa política debe corregir y relanzar un modelo de unidad vinculado a los problemas sociales.
El recrudecimiento de los atropellos, las violaciones, la represión y el ataque contra quienes se oponen al desastroso gobierno de Maduro muestran su evidente deterioro y sobre todo desconfianza en la veracidad del resultado electoral del 15 de octubre.
De cara a las elecciones presidenciales del 2018, el régimen siente una extrema debilidad que no puede ocultarse tras el amañado resultado de las elecciones regionales, y cobra conciencia de que en unos comicios supervisados y trasparentes se pondrá de manifiesto su impopularidad y el rechazo de la inmensa mayoría al hambre, los padecimientos y la calamidad, resultado de una gestión depredadora, destructiva y ruinosa.
La ofensiva contra dirigentes de la oposición, incluso contra parlamentarios como Freddy Guevara, pretendiendo convertir en delito el libre ejercicio del derecho al sufragio, resguardado constitucionalmente, no es más que el inicio de los desmanes y provocaciones para golpear a las fuerzas políticas opositoras, tratando de que estas renuncien al camino electoral y se descarrilen para despejar la vía a un proceso presidencial sin oponentes que le confiera una inmerecida victoria prolongando por seis años nuestra tragedia.
El propio desconcierto, inmadurez, confusión y las mutuas acusaciones que caracterizaron la reacción del liderazgo partidista opositor tras los resultados del 15-0 esperanzaron al gobierno en que una estrategia de golpes, amenazas, violencia y atropellos lanzada en el momento en que la MUD saltó por los aires, puede favorecer sus objetivos.
La unidad de los sectores que se oponen a la continuidad del actual desastre no es una opción, sino un requisito obligante para confrontar exitosamente a un régimen que carente de respaldo social y electoral, apela a la represión para mantener su precaria gobernabilidad.
Madurez, asertividad, crítica y autocrítica parecieran ser la clave para que el liderazgo opositor salga de su marasmo y recobre la iniciativa política corrigiendo, reformando y relanzando un modelo de unidad que no sea una simple sopa de letras, ni un torneo de aspiraciones y protagonismos, con un mensaje alternativo claro, con una vinculación concreta a los problemas de la gente, con una amplitud capaz de direccionar todas las fuerzas mayoritarias de la nación y empujar la impostergable transición democrática.
Lo único que tiene que estar claro por ahora es que el gobierno (lejos de fortalecerse con el amañado resultado del 15-O, e incluso con las disputas y polémicas en el campo de la MUD) demuestra inseguridad, temores y desconfianza frente a la eventualidad de las elecciones presidenciales del 2018, porque sabe que mas allá de una trampa circunstancial no tiene a mano los mecanismos para corregir su debilidad, que es el vía crucis económico y social que martiriza la vida de los venezolanos, y que refleja su incomparable incompetencia y vocación cleptómana.
Serenidad, firmeza, claridad y asertividad son las claves para confrontar a un gobierno desesperado al que le causa pánico someterse al veredicto popular.