“Cuba, fiel a su misión de Celestina de imperios, será la interlocutora ante los nuevos imperios tutelares de Venezuela: China y Rusia”, afirma la autora con el agregado que ambos “imperios” se forjaron al calor del comunismo.
Prosiguiendo el tema de mi columna anterior sobre la decisión del régimen de inspirarse del modelo cubano en la organización de la nueva sociedad que requiere la continuidad del proyecto bolivariano, tras el nuevo período que se abre con la innegable victoria lograda sobre la oposición -(victoria que se ilustra con la respuesta contundente del decreto de la ANC y la aceptación, de hecho, por los partidos políticos de mayor tradición y luego la “victoria” en las elecciones de gobernadores)- vuelvo de nuevo al libro testimonio del general cubano Rafael del Pino, segundo jefe de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea cubana de las FAR en 1987, momento en el que rompe con régimen y se exilia.
Su libro, Proa a la libertad, es una mina de información sobre el funcionamiento del régimen castrista y sobre las intervenciones en el ámbito internacional. El libro se publicó en México en 1991 (la fecha es importante porque todavía en ese entonces el teniente coronel Hugo Chávez no había aparecido en el escenario político venezolano) de lo que se infiere que la voluntad de anexión de Venezuela a la isla caribeña no fue un proyecto que surgió tras la presidencia de Hugo Chávez. El joven barinés simplemente le brindó al cubano la oportunidad de hacerlo sin la mayor dificultad, abriéndole las puertas de par en par, además, dándole los medios para hacerlo. La entrega de Venezuela a Fidel Castro, Hugo Chávez la manifestó clara y públicamente en el discurso que pronunció durante su primer viaje a Cuba en 1994.
Veamos, pues, lo que dice Del Pino del sentimiento que abrigaba Fidel Castro con respecto a Venezuela : “siempre la ha odiado y con la cual – repite incansablemente Fidel Castro – tiene una vieja cuenta pendiente”. Del Pino narra la voluntad de Castro de tener en sus manos la cuenca del Caribe. La toma del poder en Granada por el movimiento marxista de la Nueva Joya, liderado por Maurice Bishop, le abrió la posibilidad esperada para expandir su radio de acción a todas las Antillas y el norte de América del Sur, “en particular a Venezuela”. La bronca de aquel momento contra Venezuela se debía al apresamiento del buque “Arlequín” (1968) por la Armada Venezolana por encontrarse en aguas territoriales. Episodio ocurrido durante las incursiones cotidianas de la flota pesquera cubana en el Caribe, cuya misión era la infiltración de armas en las islas y el continente. Período que corresponde al año 1967-1968 cuando Fidel Castro decide reactivar la lucha armada simultáneamente en varios países del continente -Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina- con la intención de provocar una intervención militar por parte de Estados Unidos, y así, producir “un nuevo Vietnam”.
El modelo de intervención que desarrolló Castro en Nicaragua y su influencia decisiva en la organización del régimen que hoy preside de manera vitalicia Daniel Ortega, tiene mucho que ver con el desplegado en Venezuela gracias a la entrega de Chávez. Al tomar el poder los Sandinistas, en lo que la acción militar cubana fue decisiva, Fidel Castro sintió que estaba viviendo de nuevo “los días gloriosos de cuando bajó de la Sierra Maestra”. Castro consideró que su “responsabilidad histórica” era la de dirigir la flamante revolución nicaragüense, por lo que era necesario “moldearlos a nuestros intereses, de hacerlos pensar y actuar como nosotros”. Los americanos, seguramente esperan la afluencia de tropas regulares cubanas en Nicaragua como pretexto, “pero se llevarán el gran chasco porque esta vez le crearemos un combatiente nicaragüense con nuestra mentalidad, en una palabra, el “Robot Nicaragüense”.
El “Robot Nicaragüense” comenzó de inmediato, con el empleo del tratamiento, la seducción del don que crea la deuda. Fidel Castro manifestó el criterio de que aquellas personas a quienes se les devuelve la salud o se les eduque, si no se convierten en aliados, por lo menos no serán jamás un enemigo. De inmediato se abrieron las puertas de todos los hospitales de Cuba para darle atención médica a cuanto nicaragüense lo deseara. Paralelamente se enviaron cientos de médicos, enfermeras y técnicos de salud, además de miles de maestros encargados de la educación y adoctrinamiento de las nuevas generaciones. Simultáneamente se abrieron escuelas en la isla para educar niños nicaragüense becados para forjar con esas nuevas generaciones el “hombre nuevo”. Comenzaba a existir el “Robot nicaragüense”: el joven bien adiestrado en la radicalidad de una ideología, al que se le otorga un papel en la historia del “proyecto revolucionario”.
El modelo experimentado con éxito en Nicaragua, es el que se ha estado aplicando en Venezuela desde antes de que Chávez llegara el poder en Venezuela. Tras el fin de las guerrillas, Cuba continuó acogiendo niños venezolanos enviados por el PCV a campos de pioneros durante las vacaciones. Se trataba en realidad, de impartirles adoctrinamiento ideológico, acompañado de entrenamiento militar. Esa reserva es la que vemos hoy en acción tanto en el gobierno, como en las “organizaciones de masa” encargadas hoy de conformar la nueva sociedad venezolana. Deshacerse de la clase media educada profesionalmente, es una condición para que aparezca “el hombre nuevo”. Los 2 millones de exiliados venezolanos, son la prueba de que la exclusión ya se ha logrado.
El siguiente paso seguido por La Habana en la Nicaragua sandinista, y esto concierne directamente el modelo empleado en Venezuela en el control del estamento militar, fue el envío de un grupo de asesores militares cuya principal misión consistía en realizar labores de inteligencia sobre los diferentes oficiales y cuadros de mando del nuevo ejército nicaragüense. “Nuestros oficiales debían evaluar constantemente el comportamiento, carácter y personalidad de todos los oficiales detentores de áreas de responsabilidad, además influir en la jefaturas de los diferentes cuerpos de las Fuerzas armadas, para desplazar a aquellos que no fueran incondicionales y colocar a elementos pro-cubanos e incondicionales del proceso”. Más claro no puede ser dicho. En Venezuela no hace falta demostrarlo.
En poco tiempo, prosigue Del Pino, el Alto Mando cubano tenía evaluado la totalidad del cuerpo militar nicaragüense, haciendo posible la depuración del personal militar e igualmente del personal civil. Es así cómo el menos inteligente, el menos formado intelectualmente, el más dócil a las directivas cubanas del grupo que conformaba la plana mayor del sandinismo, fue el elegido por La Habana para convertirse en el líder absoluto del “proceso”. Es decir, Daniel Ortega es el prototipo de Nicolás Maduro. Personalidad de individuo taimado, sin un asomo de ética ni de moral, de maneras vulgares -por cierto algunas de las características de Stalin- no es necesariamente un individuo incapaz como suele opinar la elite culta en Venezuela. Antes por el contrario, detrás de esa fachada bonachona, capaz de engullir una empanada escondida en una gaveta de escritorio, en lugar de que se la sirva un asistente en acorde con su rango de presidente, es capaz de ordenar los crímenes más abyectos. “El poder sin violencia no es poder”, exclamó Stalin en un discurso ante el Comité Central, explicando las purgas de sus propios camaradas a las que había procedido ante la sospecha de estar involucrados en tareas de oposición. Si a sus propios camaradas comunistas les aplicaba la pena capital, es de imaginar la suerte de rivales ideológicos.
La meta del régimen de ejercer el poder de modo absoluto y sin límite de tiempo, no es factible sin la alianza con Cuba. A esta altura de la historia de régimen castro-chavista en Venezuela, cuando el control de los sectores claves del Estado, entre ellos, la institución armada ya es un hecho consumado, igualmente la destrucción de la República democrática liberal, y por ende de su economía, ahora toca reorganizar la sociedad y la economía a imagen del modelo que ha surgido del post comunismo: Rusia, Bielorrusia, Vietnam y por supuesto China. En lo económico, capitalismo de Estado. En lo político, control absoluto de la sociedad bajo la egida del partido único.
Cuba, fiel a su misión de Celestina de imperios, será la interlocutora ante los nuevos imperios tutelares de Venezuela: China y Rusia. Venezuela, se convertirá en el puerto de acogida en América del Sur de esos imperios cuya presencia ya es un hecho en términos económicos.