Para el Doctor en Ciencia Política y militante socialcristiano Ramón Guillermo Aveledo, esta es la hora de la responsabilidad. A nuestros líderes, cuya tarea tan difícil como indispensable es viabilizar el cambio que la realidad reclama, corresponde hacer y convencer.
Como muchos de ustedes, en los días posteriores al 15 octubre, anduve preocupado, y también veía sólo nubarrones en el futuro inmediato. Presagios de tormenta que podrían alejar nuestra esperanza de que salga el sol. Va poco más de un mes después de aquellas elecciones y sus desconcertantes consecuencias inmediatas y hoy soy mucho menos pesimista. Ojo, no es que ya siento gaitas y aguinaldos en los oídos de mi espíritu, sino que así como valoro que ha amainado la diatriba, me doy cuenta de que la racionalidad de nuestros dirigentes de los partidos democráticos y en especial la de aquellos líderes con más simpatías en la opinión pública, los va moviendo en la dirección de su altísima responsabilidad.
También quisiera que ese movimiento fuera más rápido y más ostensible, pero tengo claro que la vida humana, y la política es eso y sobre todo eso, tiene sus procesos. Y no siempre las apariencias son generosas en dar señales.
Lo de las municipales se dio como se dio. Claro que pudo ser mucho mejor, pero no lloremos sobre la leche derramada. Ahora toca a los ciudadanos sacar lo mejor del juego que las acciones y omisiones de los políticos han puesto en sus manos. Y que nos quede a todos, sin excepción, clarísima la lección de que los políticos solos no pueden ni deben y que lo mismo puede decirse de la sociedad civil.
La dirigencia debe conversar. Lejos del reflector y del micrófono. Y me parece que está conversando. Analizando en conjunto lo ocurrido y lo que viene. Ventilando sus diferencias y procesando un acuerdo nuevo que las comprenda y las resuelva, o deje establecidos los modos para procesarlas. Debe hacerse todo esto, eso sí, con franqueza para que se recupere la confianza mutua que es la que puede servir de base para generar confianza en el necesario proyecto común.
¿Cuáles son las bases de la Unidad? ¿Hay que repensarlas? Pues procédase a ello sin demora y comprométanse a cumplir lo convenido todos. Que eso se haga con amplitud es preciso. ¿Quién podría negarlo? Pero la amplitud no puede. Está reñida con la coherencia, porque una coalición no es una especie de matrimonio abierto donde cada uno es libre de violar los votos cuando le parezca. No es modalidad que comparta aunque respete el modo de pensar de cada quien, pero sea, en su versión familiar como en su versión política, me parece que acaba favoreciendo el relajo, algo que es poco aprovechable. Es igual que la cría de cuervos que como se sabe, no es negocio rentable.
Al gobierno toca, y lo hace con dedicación, dar las razones para no votar por él, y es responsabilidad nuestra ofrecer motivos para votar y para votar por nosotros. Y hacerlo unidos para que esa esperanza lo sea de todos los venezolanos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, pobres y ricos, civiles y militares.