La rivalidad geopolítica en Oriente Medio

 El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed ben Salmane, 33 años, más conocido como MBS, tras haberle declarado la guerra a Yemen desencadenando una crisis humanitaria de alto vuelo, hombre fuerte del reino, he aquí que en días pasados decidió también demostrar su poder en su propio país, ordenando una inaudita redada contra la corrupción. Arremetió contra personalidades hasta ahora intocables, demostrando así el poder inmenso que detenta, y ello con el aval del rey.

En un solo día y de manera sorpresiva, dio la orden de apresar cuatro ministros, un grupo de exministros, decenas de ejecutivos, igualmente varios militares de alto grado. Y como si fuera poco, acto seguido, un golpe de tinte geopolítico con la mira puesta en Irán, el rival por excelencia: el anuncio desde la capital saudí de la renuncia a su cargo de Primer ministro del Líbano de Saad Hariri, justificando su gesto por sentirse amenazado de muerte,  (su padre fue asesinado por Hezbollah tras una orden atribuida a  Bashar al-Ásad). Afirmó que la amenaza provenía del Hezbollah, el brazo armado de Irán, por no soportar más la hegemonía de Irán en el Líbano en donde el brazo armado de Irán forma parte de la coalición que gobierna el país. Gesto de amplio alcance geopolítico por parte de la sunita Arabia Saudita, rival del Irán chií, con el que se disputa la hegemonía de la zona. La renuncia de Hariri conmovió la región porque crea de hecho un desequilibrio en la alianza de fuerzas que mantienen un estado de paz en el Líbano tras el fin de la terrible experiencia de la guerra civil que lo golpeó durante años. Después de la visita “cultural y simbólica” la semana pasada del Presidente de Francia, Emmanuel Macron, al Golfo Pérsico con el objeto de inaugurar una versión del Museo del Louvre en Abu Dhabi, la visita sorpresiva de pocas horas para entrevistarse con MBS en Ryad le imprimió un carácter diplomático a la gira del presidente francés.  En realidad, ante el retroceso de la diplomacia de EEUU en la región, las relaciones seculares de Francia con el Líbano y hasta la lengua común, le ofrecen a París un papel de mediador particular en la región, teniendo en cuenta las crisis actuales, (Golfo/Qatar/EEUU-Irán/Líbano-Arabia Saudita). La buena relación que parece haber logrado con MBS, le permitió a Macron resolver el impasse suscitado por la renuncia de Hariri y su permanencia en Arabia, pues corría el rumor de que el Primer ministro libanés había sido obligado a renunciar por el poder árabe y estaba de  hecho prisionero en Arabia.

Macron lo invitó a París. La presencia de Hariri en la capital francesa demostraba que Arabia no lo retenía por la fuerza. Hariri viajó inmediatamente al Líbano en donde anunció que permanecía en su cargo durante quince días, mientras se supone negocie la continuidad de su presidencia o dimita definitivamente. Hariri se negó a dar declaraciones, pues según él, cualquier palabra suya “puede desencadenar la guerra en el Líbano” entre las diferentes facciones que detentan el poder: chiíes, católicos maronitas, sunitas.

Francia aboga por la preservación del acuerdo nuclear con Irán, a lo que Trump es contrario razón por la cual se alía con Arabia Saudí. Es la razón de la visita sorpresa de Macron a los sauditas, y demuestra la voluntad de Francia de reanudar con la tradición diplomática francesa de constituir un elemento de mediación en los conflictos, favoreciendo el multilateralismo.

El otro actor es Putin, movido seguramente por la crisis libanesa suscitada por la renuncia de Hariri y el cuestionamiento del papel de Irán, aliado de Rusia en la misma, después de la toma el viernes pasado de Deir ez-Zor por las fuerzas sirias, secundadas por tropas del Hezbollah, último bastión del Estado Islámico en Siria. Vladimir Putin, actor indispensable en el escenario de esa crisis, toma la iniciativa de mover los peones del tablero con el objeto de preparar el fin de la guerra y la negociación política que se impone. Convocó este miércoles una cumbre trilateral en la ciudad balneario rusa de Sochi con sus homólogos: el iraní, Hasan Rohaní, y el turco, Recep Tayyip Erdogan.

Antes de ésta, el lunes, Putin sostuvo una reunión en el mismo lugar, Sochi, con Bashar al-Ásad. Los dos líderes discutieron la necesidad de impulsar una solución política al conflicto sirio puesto que la operación militar contra  Estado Islámico  “está llegando a su término”.

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El próximo 28 de noviembre se celebrará la octava ronda de negociaciones en Ginebra auspiciada por la ONU. Y a principios de diciembre, tendrá lugar una cumbre en Sochi. Se prevé la asistencia de 1.500 asistentes, representantes de la oposición, interna y externa, junto con representantes del Gobierno. Pero como declara en un comunicado oficial con prudencia el Jefe del Estado Mayor y Primer Viceministro de Defensa ruso, Valery Gerasimov: “erradicar completamente a los grupos armados, que es sólo cuestión de tiempo, nos permitirá avanzar hacia un arreglo post-conflicto. Pero antes de que esto ocurra debemos asegurar los logros militares alcanzados para evitar que los terroristas regresen a Siria”.

Por su parte Putin, declara antes de la reunión con el iraní y el turco, que “corresponde al pueblo sirio determinar su propio futuro (…) Es evidente que el proceso no será sencillo y exigirá compromisos de todos los participantes, incluido del gobierno sirio”.

Iniciativas que significan indudablemente un paso hacia la solución del conflicto, pero todavía quedan muchos escollos antes de que se puedan solventar todos los obstáculos opuestos a la paz.

Por un lado, la permanencia en el poder de Bashar al-Ásad es un obstáculo mayor a las negociaciones; los grupos opositores exigen la salida del presidente que consideran culpable de las 330.000 muertes causadas por la guerra.

Por otro lado, está la voluntad de Arabia Saudita, a la vez de emprender una ambiciosa reforma de modernización del reino, lo que implica enfrentar la facción religiosa la más conservadora del Islam, favorecer cambios en relación a la situación de la mujer, darle empleo a los jóvenes que constituyen el 70% de la población. Esto acarreará indudablemente reacciones de los sectores más conservadores del reino, sobre todo los jefes de tribus, y, con ello podría iniciar un proceso de desestabilización del reino, por lo que un conflicto de orden internacional, puede significar para el ambicioso príncipe heredero una opción para nuclear fuerzas mediante la instrumentalización del sentimiento nacionalista. De allí que su intento de impedirle  a Irán imponer su hegemonía en la región tiene esa doble factura. Hecho que se presenta difícil, puesto que en el plano militar, gracias al Hezbollah, Irán se ha anotado un éxito indudable en la lucha contra el Estado Islámico en Siria. Es también el logro del proyecto iraní de establecer una  relación segura y directa entre Teherán y Beirut, vía Irak y Siria, que converge hacia la ambición de hegemonía de Teherán sobre el conjunto de la región, para lo que la guerra en Siria le ha otorgado, evidentemente, una ventaja, tanto militar como política innegable.

Al mismo tiempo Arabia Saudita no puede observar con indiferencia la influencia sunita relegada ante la influencia chií del Irán, por lo que la monarquía saudí  no puede permanecer indiferente si el Líbano cae en manos de los chiíes de Irán.

Razón por la cual a Saad Hariri parece no haberle quedado otra opción que renunciar a su cargo de Primer Ministro desde un país extranjero. No sólo por el temor de terminar asesinado como su padre en 2006, sino también, según sus palabras, porque no soportaba más la “confiscación  destructora” del Estado iraní sobre el Líbano. “Confiscación” que se acentuará con el regreso del Hezbollah, armado por Irán, tras su triunfo militar sobre el Estado Islámico.

El conflicto continúa: veremos la opción de Putin si, pese a su voluntarismo y su habilidad de aprovechar las deficiencias de la diplomacia de Washington y el debilitamiento de la Unión Europea, a lo cual él contribuye con ahínco, cuenta con el poder de continuar desempeñándose como primer actor en la región, como lo ha hecho hasta hora en Siria.

 

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