«Estoy contento, yo no sé qué es lo que siento…». Así cantaba mi amigo personal Luis María Frómeta Pereira, Billo, un hombre con más méritos que éxitos -por más que de estos tuvo muchos-, limpio de odios y moderado de ambiciones. Lo que está haciendo falta en esta hora menguada. Aunque parece que quiere componerse. Cuando hasta a Antonio y a Almagro se le estaban yendo los tiempos al referirse a un diálogo que ni siquiera debería llamarse así, porque al final de la película será una negociación para el cambio de régimen político o no será nada, aparece la foto que me hizo recordar la canción fresca y sencilla del aeda caraqueño nacido en Macorís. Estoy contento. La realidad no sólo le tuerce el brazo a Maduro sino a quienes condenan el diálogo porque no son los dialogantes.
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¿Por qué no lo son? Arria, porque no tiene por qué serlo. Ratón de alcoba, reapareció, oportuno como siempre, cuando no sonaban los tiros, tieso y estiradito, para calificar como precandidato. Lo dejaron sentarse cuando ahí se podía sentar el que llegara. Los vaciadores de bancos lo ficharon para mejor ocasión, la cual se presentó cuando María Corina decidió irse de una MUD que no hacía caso de ella y para Antonio cualquier sacrificio era poco para salir de la cárcel -lo cual finalmente ha ocurrido, fuga y sacrificio. En el distrófico trío, Arria representa a los paganinis, conscientes de que a María Corina y a Antonio hay que vigilarlos. A ella, porque se resistiría a endosarle sus activos a Arria, gallo tapao de los financiadores. A Antonio, porque para él este acuerdo es posada del camino, para pasar la noche.
De todos modos, ni a María Corina ni a Ledezma se les puede ignorar en una combinación unitaria. Los demás ausentes no hacen peso ni juntándolos. Velásquez, legítimo líder natural de Guayana, vio pasar su hora de líder nacional. Falcón se alimenta de bagres en el pantano chavista, del cual por eso no puede alejarse demasiado. Arria, al final se irá con unos contratos para los nietos de Isabel Martínez, que de eso morfa. Pero María Corina con pleno derecho representa la sagrada cuota femenina -no sé por qué la siento Cancillera-, y Ledezma sigue siendo el líder que derrotó y volvió a derrotar a Chávez en Caracas. Además, los adecos lo sienten adeco y de él cabe sospechar que corresponda, porque el que le pega a su familia se arruina.
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Así las cosas, la diplomacia española, con mandato de la Unión Europea, ha hecho el milagro. Así es la vida. El Papa metiendo la extremidad en el sancocho y Shannon representando la majestad del Imperio, y resulta que quien lleva la gata al agua es el gallego Rajoy. La foto es minuciosamente calculada y los actores colaboran por saberlo. Saber, no sólo que la foto lleva vocación histórica como la de Betancourt, Caldera y Jóvito en Nueva York 1958, sino que se la difundirá con la misma seráfica intención, la de hacerle saber al mundo que tenemos la unidad por encima de las diferencias, porque nos une algo más importante que todas éstas: la obligación histórica de restaurar el sistema democrático en Venezuela y construir para todos un país decente en el campamento minero que nos legaron los libertadores.
Pasemos revista. Por Voluntad Popular, Luis Florido, el viajero que se le escapó al Diablo, y Lilian, con su barriguita un tanto extraña porque parece una menor preñada -digamos que en la barriga llevó a la reunión el representante de su papá, como para ratificar que Voluntad Popular es el partido del futuro. Capriles con la cara que pone Jaimito cuando ha prometido portarse bien. María Corina, soprano del Trío Los Disidentes, del cual Antonio es primer guitarrista y Diego firma los contratos. A la derecha, los generales con gente, los caciques con indios, Julio y Henry, cual Caldera y Betancourt, pues: ¡qué quieren que les diga! De flux, el embajador que montó la encerrona libertaria -su expresión es la del gato que se comió el ratón. En el centro, donde el símbolo debe estar, de pelo color «blanco experiencia» que proclama la sabiduría de las casas viejas, Adolfo Suárez II, igualito a su papá.
Y aquí hay que detenerse. Que Adolfo Suárez II haya venido a Caracas para tomarse esa foto no son conchas de ajo. Su padre encarnó la reconciliación de los españoles a la muerte de Franco. Fue él quien persuadió a monárquicos, franquistas, socialistas (democráticos, los de la Internacional), republicanos y comunistas, para que aceptaran la fórmula que permitió la transición pacífica merced a la cual España pudo asignar a la construcción de una democracia próspera las energías y recursos que se hubieran perdido en una guerra tipo meso-oriental. Todo fríamente calculado, hubiera dicho El Chapulín. Lo cual, unido a todo lo que nos une, explica por qué ha sido España el país calificado para con fina política intervenir en Venezuela, ahorrándonos la vergüenza de una intervención militar.
¿Quién será nuestro Adolfo Suárez? Dejen eso para después. Mi defensa de Henry Ramos Allup frente a la fugitiva canalla financiera hace pensar a los menos avisados que me empeño en presentarlo como el elegido de los dioses. Pero igual he hecho cuando a Julio Borges, el tenaz organizador que nos reconstruyó la indispensable derecha democrática, le han querido escarnecer por algo que es justamente su virtud: la serenidad frente a las crisis. Y cuando a la tocata y fuga de Ledezma quisieron embarrarla de malvadas sospechas. A María Corina lo que le reprocho es su ingenua pretensión de que a la Presidencia se llega sólo por guapa en el aspecto y la conducta y al cielo sin alas para volar -en su caso, sin partido. Métase en Primero Justicia y cumpla entrenamiento de Estado, para que demuestre ser algo más que guapa-guapa-guapa, que vaya lo es. En cuanto a Leopoldo, nuestro preso, ya digo que tiene mucho más en su futuro que en su pasado.
Esta foto ha requerido esfuerzo y sacrificio, la fórmula que llamo 4T, la de las magnas obras: talento, trabajo, tenacidad y tiempo. Los pesados viajes de Lilian y Florido, que algunos pretendían ser de placer. Las sigilosas diligencias de Mitzi Capriles, vocación de poder afilada en el salón de estar de su tío Miguel Ángel. La terquedad oscura de Julio Borges iluminada en su brillante y eficaz gira como Presidente del Poder Legislativo, que trajo a mis angustias la voz cavernosa del Quijote: «Es de varones prudentes reservarse para mejor ocasión». La firmeza de nuestros bravos obispos hasta frente a la pastosa burocracia vaticana, y no digo más. El experimentado cabildeo de Ramos Allup en la variopinta Internacional Socialista y sus misteriosas visitas de los últimos días a embajadas de los países clave -la experiencia es la madre de la ciencia. Y así. Un reportaje histórico que alguien debe escribir. Este humilde cronista se limita a expresar su satisfacción en esta nota por cuyo tono personal pide excusas… Pero es que estoy contento, yoo noo seee qué es lo que siento… Billo, que llegó a Venezuela huyendo de Trujillo -irritado el tirano porque se sintió irrespetado en un merengue-, también debe estar sonriendo allá arriba, con su sonrisa de ojos tristes porque añoraba la patria pero no podía abandonar a su amada Caracas. Sorda tragedia del destierro.
Coral Gables, noviembre de 2017, 8° sin mi casa.