¿La “revolución” nos quiere “sucios”?

Algo que distinguió siempre al venezolano fue su impecable higiene personal, característica que hoy lucha por mantener a pesar de la hiperinflación que azota al país.

Por RICHARD SANZ

¿Cuantas personas en Venezuela podrán pagar más de 82 mil bolívares, casi el 50% del salario mínimo, por un tubo mediano de pasta dental? ¿o por un el detergente Ariel, que en su presentación de 2,7 kilos vale 191.400 bolívares, cuando se ganan solo 177 mil bolívares al mes?

Esa es la cara de la otra tragedia que padecen los venezolanos, cuando lo que se devenga no alcanza para comer, y mucho menos para destinarlo a los artículos de higiene personal, ni de limpieza del hogar.

Y es que ese fracaso de un modelo no solo se sufre, sino que se ve, se escucha, se toca y se huele: se padece en las calles con personas buscando qué comer en la basura; se mira en las noticias que destacan el éxodo de venezolanos que huyen de la crisis; se oye con la rutinaria frase “no hay” que se recibe como respuesta en una farmacia cuando se pregunta por el Eutirox, Glucofage o Losartán; se palpa en escuelas cada vez más vacías por el hambre y la miseria y para completar ahora se respira con los olores naturales que expide el cuerpo humano ante la imposibilidad de contenerlos con desodorantes o enjuagues bucales, debido a sus costos inaccesibles.

¿Precios acordados? ¡Serán en Disneylandia!

La Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde), órgano creado por el Gobierno para, presuntamente, velar para que los consumidores tengan garantizados “precios justos”, fija un valor por el cual deben venderse los bienes y servicios, pero nadie los respeta.

El más reciente anuncio fue referente a las “cuatro providencias administrativas, las cuales tienen el objetivo de hacer cumplir la Ley de Precios Acordados”, que aprobó la Asamblea Nacional Constituyente, órgano que además de ser catalogado como ilegal por más de 50 países y distintos entes mundiales, está integrado solo por chavistas.

El caso es que, por ejemplo, el rollo de papel higiénico se fijó en 1.787 bolívares, no obstante ese “precio acordado” nadie lo ha visto, y, peor aún, la realidad es que se vende en 17 mil bolívares, es decir un valor mil por ciento superior al legalmente establecido.

Caso similar ocurre con el jabón de baño, cuyo “valor acordado” oscila entre los 2.395 bolívares y los 10.997 bolívares de acuerdo a su tamaño, no obstante, Zeta comprobó en un recorrido que hizo por distintos establecimientos del oeste de Caracas –incluidos Farmatodo, Central Madeirense y Locatel, entre otros-, en los pocos donde se expende, su precio no baja de 25.900 bolívares.

Desodorantes que destrozan el presupuesto

Un producto clave de aseo personal como es el desodorante, también se ubicó en una escala a la que pocos pueden acceder: el más barato que se vio en poder de los buhoneros no bajaba de 55 mil bolívares, lo que es igual al 31% del salario mínimo. Lo peor del caso es que la tendencia es al alza, dado que hace tan solo dos semanas, ese mismo producto se vendía en 35.000 mil bolívares, lo que se traduce en un incremento de 20 mil bolívares en solo 14 días.

No obstante, de acuerdo a su presentación y tipo –aerosol o barra los más comunes-, el precio varía entre los cien mil bolívares y los 220 mil bolívares, como el de la marca Dove tipo antitranspirante “soft fee” de 40 gramos para damas.

Ante esa vorágine de precios, la fidelidad o preferencia que se tenía por las marcas se acabó desde hace años en Venezuela, ahora se adquiere lo que se consigue… si es que el presupuesto lo permite…

Las alternativas “caseras” para el desodorante, como la que recomendaban las abuelas, que era aplicar en las axilas una mezcla de bicarbonato con limón, no le funciona a todo el mundo, además que a otras personas les causa irritaciones que en algunos casos son severas.

Precio de cremas dentales y cepillos que producen caries

Otro elemento primario, como es la pasta dental, apareció recientemente en los anaqueles con un precio que vuelve “polvo cósmico” el ingreso familiar: la Colgate “maximum cavity protection”, en su presentación de solo 100 gramos se vende en 82.500 bolívares, el 47% del salario mínimo.

Pero eso no es todo.

Un cepillo de dientes de la misma marca Colgate, de los más comunes, que hace tan solo dos semanas se conseguían en unos 5 mil bolívares -lo que ya era un escándalo para el bolsillo-, ahora se venden en la red Farmatodo en 18.900 bolívares.

Pero hay más.

El enjuague bucal, el más barato y desconocido del mercado se consigue en 25.990 bolívares, en su presentación de apenas 250 ml.

Champú y enjuague ahogan el sueldo

Los precios del champú también varían de acuerdo a la marca, tipo y tamaño, no obstante entre los desconocidos que ahora proliferan en los distintos anaqueles, pueden conseguirse –eso sí, caminando mucho para buscar ofertas-, a partir de los 30 mil bolívares y el enjuague por un valor similar. La suma de ambos productos se lleva el 34% del salario mínimo.

Si se va al terreno de los champú anticaspa, tendrá que dejar casi el mes completo de salario para adquirir el Head and Shoulders, que en algunos sitios aún se encuentra en 150 mil bolívares, pero en otros ya rebasó los 200 mil.

¡Ni para pintarse las canas alcanza!

Algo tan común como es la coquetería de la mujer venezolana, también ha quedado abatida por esta crisis sin precedentes. Algunas han asumido sus canas con dignidad, pero hay otras que se resisten por lo que hacen grandes esfuerzos para comprarse sus tintes para el cabello. Uno de los más reconocidos del mercado como es el Revlon, vale 86.900 bolívares, es decir casi el 50% del salario mínimo.

Hay otros más económicos pero salen caros… ¿cómo es eso? Porque en dos o tres lavadas el cabello se destiñe, por lo que se les aplica el refrán que dice “lo barato sale caro”.

Un problema estético que puede ser de salud

La falta de cremas y cepillos dentales de calidad no solo pueden generar mal aliento: las caries pueden aparecer para complicar la salud bucal.

Asimismo, el tema de la ausencia de jabones -ya sea por su precio o por escasez-, sin duda que también podría convertirse en un problema de salud para la piel, dado que al no realizarse una adecuada higiene personal, la situación podría degenerar en escabiosis o sarna, que es conocida como “la enfermedad de la miseria”, debido a que su proliferación se gesta a partir de condiciones precarias de salubridad, escenario que se vive en varias regiones de Venezuela como es el caso del estado Vargas.