Los venezolanos de hoy conforman una nación sometida a múltiples dificultades en su vida diaria, siendo las dos mayores la falta de comida y medicinas, que han adquirido niveles de genocidio.
Familias que hasta ahora lograban más mal que bien sostenerse comiendo algo, aunque fuera una vez al día, ya no lo pueden hacer. He recibido relatos de gente allegada quienes cuentan que por primera vez en sus vidas, se sentaron en la mesa y no tenían sino la última reserva de harina PAN, sus últimas arepas sin más nada con qué acompañarlas. El relato no me viene de un sector marginal, sino de familia de clase media, cuyos miembros adultos trabajan, que en el pasado lograron adquirir una vivienda propia, pero ante la inflación sus ahorros se agotaron y el relato de la cena frugal corresponde al pasado 29 de noviembre, cuando los sueldos de la quincena no habían entrado todavía, pero las cuentas bancarias estaban en menos de 10 bolívares.
La inflación es galopante, los precios cambian de un día para otro y se vuelven inaccesibles. La totalidad de lo que representará la posible entrada de pago de aguinaldos, se gastará exclusivamente para adquirir comida.
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¿Qué pasará en enero? Temo que los saqueos serán la siguiente fase – diríamos que casi inevitable – y no me extrañaría que fuesen dirigidos, lo que de ocurrir sería más grave que el saqueo mismo.
Emergencia nacional
Una política donde la prohibición de dejar entrar al país ayuda humanitaria de alimentos y medicinas llegó al punto de convertirse en asesinato, es algo que debería unir a la oposición entera. Cualquier otra consideración y menos la de algún plan sectorial en desmedro de otro sector de la oposición, es tan criminal como la política oficial que ha llevado a la megainflación y el hambre.
Veamos la ceguera colectiva, empezando por el gobierno mismo. En un hospital del interior, los médicos (los que todavía trabajan en el país y no han emigrado), denuncian sotto voce decenas de muertes de infantes por desnutrición. Los que atienden a los adultos, luchan contra un masivo repunte de malaria sin que existan medicamentos para combatirla. En las familias, ya es corriente oír la frase «murió por falta de medicinas». Las cifras exactas se desconocen, porque médico que las denuncia, es médico acosado por las autoridades.
Denunciar el hambre o las carencias médicas está castigado, como ocurrió con el entrenador de la mundialmente exitosa selección de futbol femenino sub20, Kenneth Zseremeta, despedido por haberse quejado de que algunas de las jugadoras de la plantilla vinotinto sufren desnutrición por la crisis que azota al país. Otro caso emblemático es el del médico aragüeño Ángel Sarmiento, quien presidía el colegio médico de su estado y tuvo que huir del país después de que su vivienda fuera allanada, por haber denunciado la aparición de una epidemia. No menos graves, son las continuas declaraciones oficiales, de que no hay en el país ni escasez de alimentos ni que faltan las medicinas.
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Por parte del gobierno, está la continua negación de dejar entrar ayuda humanitaria internacional. Un cargamento de ayuda humanitaria preparado por Caritas recibió prohibición de entrada al país, según denunció en Madrid el sacerdote franciscano Santiago Martín a través de la televisora católica Magnificat.tv.
En conclusión, el actual gobierno de Venezuela niega sistemáticamente, desde hace años la entrada de ayuda humanitaria y afirma que no hay ni hambre, ni escasez de medicinas. Lo cual se traduce actualmente en su responsabilidad directa en ambos casos.
Pasemos a la oposición. En lo que va del año 2017, ha sido exitosa la política oficial de dividir a la oposición mostrándole a cada candidato a concejal, alcalde o gobernador el caramelo envenenado de una esperanza electoral, mientras los resultados ya suelen ser definidos desde la mesa de totalización del Consejo Nacional Electoral. No es exagerado afirmar que en víspera de unas elecciones muy locales, previstas para el 10 de diciembre, la presencia de candidatos de la oposición es caótica, compiten entre ellos y se anulan mutuamente. La ausencia de una dirección unitaria de la oposición ha sido el peor pecado del actual momento a tal punto, que el electorado ni siquiera sabe si deberá ir a votar o perder por forfait, porque ni sabe por quién votar.
¿Quién me representa?
El mandato que posee cada líder de la oposición, obviamente, se mide por el número de votos con los que ha contado cada uno. En primer y principal lugar, está la Asamblea Nacional, por haber reunido, votos mediante, los dos tercios del parlamento nacional en diciembre 2015 y desde entonces representa la absoluta mayoría en el Poder Legislativo de la nación. Allí entran todos los diputados bajo la presidencia primero de Henry Ramos Allup, y posteriormente de Julio Borges. Su división por partidos no se toma en cuenta, porque forman una unidad por ser uno de los poderes de la república y como tal, representan frente al mundo, la mayoría del voto nacional.
Otro poder cuya voz legítima sigue siendo vigente, es el de la Fiscalía, representada por la fiscal general Luisa Ortega Díaz. También ella es la representante legítima del Poder Público, reconocida internacionalmente como tal.
Fuera del parlamento, la otra figura cuyo mandato electoral sigue siendo válido hasta la fecha, es la del Alcalde Metropolitano, Antonio Ledezma, quien representa el voto mayoritario de la Gran Caracas. Su mandato está vigente y el reconocimiento de su figura también es internacional.
Las otras figuras representativas de la oposición, desgraciadamente, si bien poseen un currículum que ostenta amplias cifras de aceptación electoral en elecciones anteriores, no están en posición de presentarse como representantes actuales de un electorado. Son personas que contaron con un mayoritario apoyo electoral en el pasado y se encuentran actualmente bajo la anulación de sus derechos ciudadanos para ser candidatos en cualquier elección popular. Son ellos, para nombrar solamente los de alcance nacional, Henrique Capriles, María Corina Machado y Leopoldo López. Son los que más necesitan contar con el apoyo de los «actualmente legítimos» (Asamblea Nacional, Fiscalía y Gran Caracas), para romper la prohibición que pesa sobre su derecho a ser elegidos. Son los que más ganan si se unen a toda la oposición, y más pierden, si no lo hacen. Curiosamente, en contra de toda lógica, Capriles y María Corina son los que más han intentado montar tienda aparte.
La necedad del pescueceo
Hay un océano de distancia entre dos palabras: necedad y necesidad. La primera separa, la segunda une. Los grandes movimientos liberadores de los pueblos, siempre fueron signados por una unión impuesta por la necesidad.
Qué más necesidad que la de un pueblo sometido al hambre, a las enfermedades y separado cada vez más del mundo actual, para sumirlo en las mayores carencias del cada día. El dirigente que no lo entiende no puede ser un líder y el que no percibe que el momento es de humildad y unión, ha perdido su tiempo metiéndose a «político».
En consecuencia, hay un sector de la oposición legitimado y con mandatos actuales que cuentan con la aceptación de la casi totalidad de los gobiernos occidentales. Hay un sector que posee arrastre popular y precisamente por eso, están sometidos a la anulación de sus derechos civiles y les urge recuperarlos. Y existe una necesidad apremiante de un pueblo hambriento, enfermo y desesperado, que exige la acción de una oposición fuertemente unida.