Venezuela es la joya de la corona del castrochavismo y Cuba no la dejará fácilmente

Hay una realidad internacional que conspira contra la libertad y la democracia en la región y son las articulaciones del pranato madurista en la red internacional del castrochavismo, advierte el sociólogo Alfredo Michelena.

Todos los esfuerzos internacionales se vienen dirigiendo a resolver el problema interno en Venezuela y a presionar al pranato para que acepte unas condiciones de juego que ellos saben que produciría su execración de la historia.

Con buenas intenciones, la comunidad internacional repite como un mantra, que retumba en los pasillos de todas las cancillerías y organizaciones multilaterales, la obligación de los Estados de cumplir sus compromisos con los derechos humanos de sus ciudadanos. Por eso elecciones libres y justas, canal humanitario, liberación de los presos políticos y respeto a las formas republicanas son una exigencia de ese mundo que se cierne contra el régimen. De acuerdo, pero hay una realidad internacional que conspira contra ese excelso paradigma de la cultura occidental. Para 2018, en la región, se avecinan cambios que más que debilitar las posiciones totalitarias del régimen podrían terminar consolidándolo.

Nadie quiere hablar de las articulaciones del pranato madurista en la red internacional del castrochavismo, red que va moviendo sus piezas para ahogar la democracia y la libertad en la región. Y en el ápice, la Cuba castrista como fuente de ese taimado saber y el hacer para imponer su modelo de sometimiento de la sociedad a un Estado todopoderoso, y en últimas a su nomenclatura.

Venezuela es la joya de la corona del castrochavismo y Cuba no la dejará fácilmente. Raúl sabe que la caída de Venezuela es la estocada más grande que se le puede dar al régimen isleño que ha sometido a su pueblo por más de medio siglo con la promesa de una libertad y prosperidad que nunca llega.

El grupo de Lima lleno de buenas intenciones debe entender que nada de lo que hagan tendrá sentido si no enfrenta a los cubanos y al castrochavismo internacional. Ya pasó la moda de los  años 60 y 70 -de los hippies y el mayo francés- de admirar la figura de “el buen revolucionario” y del estoico macho que se planta numantinamente al imperio yanqui. A estas alturas  deberían saber cómo estos “revolucionarios” han sometido a sus pueblos en nombre de una falsa igualdad que solo ha traído miseria y desolación. Todos han fracasado.

No es un juego parvulario. En cada país de la América hay grupos castrochavistas rondando el poder. El último caso es Honduras y los próximos serán México y Brasil.

Vuelvo a insistir. Ellos están organizados internacionalmente. Para ello la fachada del Foro de San Pablo, y los demócratas no. Esa es su gran ventaja, además de que  juegan rudo en la política y son capaces de todo por obtener sus objetivos del poder por el poder.

A los demócratas regionales les sobran las palabras pero son cortos en acciones. ¿Cómo es posible que ninguno de los gobiernos latinoamericanos del grupo de Lima haya impuesto sanciones? O se haya planteado actuar acorde con el principio de la cláusula democrática de Unasur, por ejemplo. ¿Creen que las palabras rendirán al pranato? ¿Qué harán cuando fracasen las negociaciones de Dominicana? ¡Como hace falta un Rómulo Betancourt que entendió las verdaderas intenciones de los Castro y enfrentó el comunismo, pero también a las dictaduras militares de derecha!

Feliz Navidad y mejor año 2018.