Llegó el último mes del año, ese que era esperado por todos los venezolanos para el compartir con los compañeros de trabajo, entre amigos y en familia, donde los niños ya comenzaban a pensar en la anhelada carta al niño Jesús, las famosas hallacas, el pan de jamón y la ensalada de gallina, el 24 y 31 de diciembre, sin embargo, la crisis que atraviesa el país acabó con la fiebre navideña.
Anteriormente, para esta época muchos hogares venezolanos ya estaban adornados empezando con el arbolito hasta las luces que se solían colocar en los balcones o simplemente en las puertas de las casas, este año, caminan cabizbajos al pasar por un supermercado y no hallar los ingredientes para el festín de noche buena, en caso de encontrarse sus elevados costos impiden su compra.
Venezuela vive una hiperinflación, donde a diario los precios van subiendo un 50%, y el régimen simplemente se hace la vista gorda sin hallar soluciones económicas viables para acabar con la crisis. Una persona que gane sueldo mínimo el cual se sitúa en 177.507 bolívares debe esperar al menos el cobro del bono de alimentación que serían 279.000 bolívares para poder comprar algo de comer, pero esto sigue siendo insuficiente.
Un par de zapatos de buena calidad tiene un costo de 1 millón o hasta 3 millones de bolívares, cuando el más económico podría costar 500.000 bolívares. Comprar un jeans se ha convertido en una prenda de vestir exageradamente costosa, puesto a que no baja de los 800.000 bolívares, muchos optaban por acudir a mercados populares muy famosos como el de La Hormiga en El Cementerio, o el de los techos rojos en La Hoyada, pero los precios suelen ser hasta más elevados que en una tienda de centro comercial.
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Hasta hace algún tiempo, los venezolanos al percatarse de los altos precios de las cosas decidieron regalar productos de higiene personal, pero también ya es algo complicado para una persona que gane el mínimo, por ejemplo: un desodorante ronda los 70.000 mil bolívares, una pintura de uñas vale Bs. 64.000.
La vida cada vez es más cara en el país, el bolsillo de los ciudadanos es golpeado a diario con estos precios exuberantes, mientras que el régimen trata de jugar con el hambre del pueblo ofreciendo bonos, presionando y limitando aún más por medio del carnet de la patria, el cual no tarda en convertirse en un requisito fundamental para salir del país, la compra de alimentos y medicinas, hasta el punto de desplazar la cédula de identidad.