Desde el inicio del diálogo la crisis política, económica y social ha tomado características alarmantes, pues vemos con horror cómo niños y ancianos mitigan el hambre en la basura.
Como era de esperarse, la parodia de diálogo en República Dominicana el pasado 15 de diciembre culminó en un nuevo fracaso, y es que sencillamente lo que está planteado negociar es la salida de Maduro. Sería de alta traición al pueblo el reconocimiento allí de la denominada asamblea constituyente, electa de manera fraudulenta para satisfacer las ansias de poder del régimen y burlando la voluntad popular con una violación abierta y descarada de nuestra Constitución. Antonio llegó a afirmar que ello “sería profanar las tumbas de los escuderos que murieron luchando por la libertad de Venezuela”.
Los arzobispos y obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana no han sido ajenos a este hecho y han manifestado honda preocupación en el reinicio de las conversaciones. Ellos han considerado que con ese proceso lo que busca el gobierno es limpiar su vapuleada imagen ante el mundo. Igualmente lo han calificado como “riesgoso”, porque las condiciones en las que se ha dado generan incertidumbre y descontento entre la población. “El problema es que el diálogo es manejado por una parte de la oposición que no informa a los ciudadanos sobre sus decisiones. No se sabe quién designó a los que asisten. Se habla de negociación, pero se desconoce qué significa esto y si está incluida la palabra transición. El diálogo es una estrategia que ha usado el gobierno en diferentes oportunidades y esto no garantiza que haya resultados. Hemos retrocedido mucho, y el país está peor”, expone con sobradas razones la alta jerarquía eclesiástica.
Ese “diálogo” -que no va a producir los resultados que necesita el país- está lleno de fallas e imperfecciones por muchas causas, entre ellas, las improvisaciones de la MUD. El gobierno, por su parte, se sienta con una estrategia definida y bien trabajada para beneficiar sus intereses, y al final siempre todo queda para su provecho. No se debe olvidar que aquí llevamos más de 13 años en este jaleo, desde cuando por primera vez vinieron a Venezuela los expresidentes Jimmy Carter y César Gaviria en nombre de la OEA.
Ahora hay más exiliados, más perseguidos y más presos políticos. Se estima en una cifra superior a 400 los venezolanos injustamente tras las rejas por expresar su rechazo al régimen, muchos de ellos en precarias condiciones de salud, como Alfredo Ramos, quien fue detenido por el Sebin cuando ejercía plenas funciones como alcalde del municipio Iribarren de Barquisimeto hace seis meses.
Desde el inicio de esos encuentros, el panorama nacional se ha ensombrecido más. La crisis social, económica y política tomó características alarmantes. Con horror se ven las escalofriantes escenas de personas, incluidos niños y ancianos, rebuscando desperdicios entre la basura para tratar de mitigar el hambre que los arrincona en la miseria más espantosa. Los centros asistenciales se han convertido en funerarias donde mueren pacientes por falta de medicinas y equipos deteriorados que funcionan inadecuadamente o están fuera de uso por la carencia de repuestos o falta de mantenimiento. Es constante y reiterada la violación a los derechos humanos. Y para agregar un nuevo eslabón a esa larga cadena de desaciertos, la espuria asamblea constituyente acaba de ilegalizar a los partidos Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular, y elimina mediante decreto la Alcaldía Metropolitana violentando la Constitución Nacional.