Simón en el Metro de Madrid

Músicos venezolanos: Del «Sistema» al Metro de Madrid

El día de Navidad se celebra el nacimiento del Hijo de Dios, pero más allá de la tradición cristiana, este día representa el nacimiento de la esperanza que año tras año se renueva dejando atrás la oscuridad y los tropiezos del año que termina, para dar paso a la luz y el optimismo propios de estas fechas.

El 2017 ha sido un año muy difícil para los venezolanos. Los cuatro meses de protestas dejaron un saldo de más de 150 muertos, 3000 heridos, 2900 detenidos, 1350 presos, 300 torturados y un país económicamente destruido, políticamente fracturado y socialmente devastado. Ante este panorama, millones de venezolanos han tenido que salir del país en busca de un presente y un futuro mejor y tampoco ellos lo han tenido fácil.

La diáspora venezolana se ha encontrado con muchas dificultades y también con muchas oportunidades para crecer y reinventarse. En Madrid, son cientos de miles los venezolanos que han decidido probar suerte de diversas maneras y en distintos ámbitos: están los que han montado un negocio (o dos, o varios), quienes han logrado ejercer su profesión, quienes se dedican a ayudar a los demás, venezolanos con asociaciones y también hay quienes utilizan su talento para generar ingresos extra o algunas veces, para poder sobrevivir, como es el caso de Simón Rondón y de Carmelo Aracas, a quienes hemos entrevistado en exclusiva para la Revista Zeta, para mostrar la otra cara del talento venezolano en España.

Carmelo: Humanismo y arte

Carmelo con el Maestro Abreu

Carmelo es un joven apureño de 27 años que lleva tan solo dos meses en España, tocando el teclado en distintas estaciones del metro de Madrid. Es músico, pero prefiere definirse como un artista. «Soy músico desde los 8 años que entré al núcleo del Sistema, la Fundación para la Orquesta Juvenil e Infantil en Apure. Comencé a tocar el oboe, toda mi vida se la dediqué al oboe. Una vez en Caracas, comencé a estudiar en el Conservatorio Simón Bolívar. Luego estudié en UNEARTE y a tocar en la Orquesta Juvenil Sinfónica de Chacao y después pasé a la Orquesta Sinfónica Teresa Carreño». Esa es su historia y lo que más agradece de todo eso es «la oportunidad» de poder ser formado musicalmente. «La música son notas, pero la música también está llena de emociones, de mensajes, de sentimientos, está llena de mucha conciencia y eso yo creo que al alma le hace bastante bien; nos hace ser más empáticos y eso nos sensibiliza mucho, creo que eso en un ser humano es bastante importante. Al Sistema le agradezco la oportunidad de haber tenido la educación musical tan a la mano. Yo siento que la educación debería ser gratis, eso es lo que a mí me enseñó el Sistema y yo le agradezco la oportunidad de tener la educación allí, a la mano; era artística, era musical y lo agradezco más todavía, pero creo que es un ejemplo que pueden tomar otras ámbitos», aseguró. 

Dice que la decisión de venirse a España la tomó bastante rápido y que Madrid no lo ha tratado mal. «Originalmente era cualquier otro lado que no fuera Venezuela y que no fuera Latinoamérica tampoco, porque en realidad lo que me impulsó a irme fue el tema de la vida inhumana que se está llevando a nivel social, porque hay cosas humanas y básicas que no están funcionando que son las que hacen la vida digna y cuando eso no funciona no me siento parte de ese entorno. Cuando me di cuenta de que la única manera de sobrevivir era uniéndome a esta sociedad dije: ”tengo que salir de aquí”. Ya había situaciones que yo no considero aptas para la vida, situaciones de violencia, de hecho, fui agredido por colectivos y simplemente estaba en una plaza. Tomé la decisión de irme, y que haya sido Madrid fue como secundario pero también por el idioma y también porque mi novia es bailarina y le salió un cupo para una titulación en danza contemporánea aquí y le dije: vámonos para España», explicó. 

El artista debe ser integral, asegura Carmelo, quien ha cambiado la música por la danza, pero tiene grandes ambiciones en el entorno artístico. “Como ya venía con una disciplina, poco a poco empecé a probar y terminé haciendo ballet y en realidad eso es lo que quiero estudiar, quiero estudiar danza, y como el ballet es como la técnica básica de la danza, entonces la necesito. Ya sé que empecé grande pero quisiera entregar conocimientos a través de la danza y a través de la música también”. Y para ello, tiene un proyecto que pretende impulsar en Madrid. “Mis mejores amigos y yo conformamos un ensamble en Caracas que se llama “Descomponiendo” y jugamos con una fusión que creamos nosotros, es algo nuevo. Entonces quiero impulsar esto aquí, de hecho me han salido pequeñas cosas, así que pido encontrar la oportunidad a través de un representante, a través de un productor que me ayude a impulsar de la forma que se tiene que hacer este producto con el mismo grupo, de hecho una de las metas es reintegrar el grupo otra vez así sea por períodos para impulsar este tipo de música, que esto también va a funcionar como una especie de incentivo a la sociedad para que la gente salga a hacer sus propias creaciones, porque algo que estoy viendo es que no está saliendo nada nuevo, todo es un cover, todos hacen reggaetón porque es lo que vende y hay muchas ideas buenas pero no salen porque no se les están abriendo las puertas a esas ideas porque piensan que no venden. La inteligencia financiera y el marketing tienen que tratar de darle la vuelta a esto que está allí. En definitiva, el proyecto  sería integral, no solo con la parte musical, sino que quiero abrir un “Espacio creativo” porque quiero hacer una especie de proceso transdisciplinario con otras artes, a esto le cabe danza, pintura, poesía, etc.”, aseguró.

Finalmente, Carmelo envió un mensaje para las nuevas generaciones que están buscando ese espacio en la vida artística. “Hay que hacer algo nuevo, que hay que echar para adelante, pero la base de cualquier creación tiene que ser un producto de consumo saludable a algo que yo he llamado la “socio-culturalidad” porque no es un capricho hacer algo nuevo por hacerlo, la idea es también algo que nos ayude a relacionarnos con la sensibilidad del ser humano, porque estamos cada día abarrotados de cosas que no nos están dejando nada bueno, no nos ayudan para nada en las relaciones, que son la base social. Así que mi mensaje es que simplemente sean honestos con su humanidad y así va a salir solo el producto. Esto sonará a cliché pero hay que soñar hasta que se convierta en realidad, dejar de soñar es morirse. En esta vida estamos para materializar lo más bonito que tenemos como seres humanos; yo estoy tratando de hacerlo a través del arte”, finalizó.

Simón y su segunda oportunidad

Simón en el Metro de Madrid

Simón Rondón también es del interior venezolano, es de Ciudad Guayana. Tiene un año en Madrid, es violinista y también viene del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Es agradecido, optimista y trabajador y la vida le ha sonreído de nuevo en Madrid. “El balance en este año ha sido extremadamente positivo, yo creo que nunca ni en mis mejores pronósticos imaginaba yo estar en este punto. La verdad es que todo ha sido bendito, inesperado, sorpresivo y muy positivo”, dice, con una sonrisa tímida.

Cuenta que durante su carrera musical en Venezuela, tuvo ocasión de compartir con grandes leyendas de la música en nuestro país, como Simón Díaz, Aldemaro Romero, Inocente Carreño, Serenata Guayanesa, Ensamble Gurrufío, «la verdad es que si puedo decir que estuve en los años dorados de esas agrupaciones y de esas personas y me siento muy complacido en cuanto a mi carrera musical en Venezuela”, aseguró.

Recuerda que llegó a la música muy pequeño gracias a que era un niño hiperactivo: “Yo era de los que estaba montado donde sea bochinchando, haciendo relinche y escapándose de la casa todo el tiempo, era muy tremendo. Ya desde temprana edad me sentí identificado con la música porque por mi casa siempre pasaban esas bandas marciales de los colegios y yo agarraba todos los potes y peroles que habían por la casa y empezaba a caerle a palo, tanto así que llegó un día mi madre y me dijo: ´Bueno Simón, ya estoy harta, vamos a meterte en una cuestión de música´”. Y ¡Santo remedio! pues de allí en adelante “todo fue la música, como dicen: ´la música calma a las bestias´. A los 7 años comenzó el movimiento de Orquesta Sinfónica en mi ciudad, Ciudad Guayana en San Félix, y comencé en la parte de Kinder Musical, fui el primer grupo de kínder musical que se dio en ese núcleo, en 1992 y estuve allí hasta 2005, que ya la Universidad no me lo permitió”. Simón es Ingeniero de minas de la UDO-Bolívar y tiene un Máster en Finanzas de la UDO-Anzoátegui. Estaba haciendo un Doctorado con la Universidad de Carabobo pero al final, la vida le tenía otro destino preparado y así fue como terminó en Madrid.

Pero aunque en el 2005 abandonó el Sistema, continuó ligado a la música. “En el 2005 decidí salirme pero empecé a formar parte – aparte de la estudiantina – tuve la oportunidad de formar un grupo de Rock Sinfónico que para ese tiempo la verdad es que nos estaba yendo muy bien, también lo llevaba en paralelo con la estudiantina, y también formaba parte de la Orquesta Antonio Lauro en Ciudad Bolívar como para mantener la parte sinfónica. Luego el grupo se disolvió cuando todos salimos de la universidad, porque lamentablemente todos empezaron a agarrar su camino; mi camino me llevó hasta Cumaná y una vez allí, en el 2011 trabajé en PDVSA como Ingeniero de Proyectos en un área de gasificación y ese fue un período donde me desligué bastante de la música porque estaba estudiando la maestría, trabajando y los fines de semana estaba en el Post grado y no tenía mucho tiempo”.

Pero a veces la vida nos recuerda las cosas importantes y nos devuelve al camino que nos toca recorrer. “En 2014 fui diagnosticado de Linfoma Hodgkin que es un tipo de cáncer de ganglio linfático, tenía estadía 2C, era una estadía bastante avanzada. Todo comenzó con unos dolores de cabeza, fiebres en las tardes y yo decía: debe ser paludismo, un mosquito que me picó, gripe; hasta que ya que haciéndome los exámenes rutinarios de la empresa para las vacaciones cuando me hicieron la placa de tórax en el mediastino me salió ensanchado. El internista me mandó a hacer una tomografía de cuerpo completo y ahí se vió en el mediastino casi que la masa ganglionar abrazando la aorta, mis pulsaciones normalmente en estado de reposo eran de 110 pulsaciones por minuto, o sea que vivía siempre acelerado. Me refirieron a Caracas, ahí me hice todos los exámenes, y fue cuando me dijeron: Simón, hay que hacerte quimio y radio, tienes muy buenos pronósticos pero todo va a depender de los medicamentos, de cómo ellos actúen sobre ti; y ese fue el día en que toqué fondo como quien dice, ese día caí a tierra, estaba con mis padres, uno trata de ser fuerte por los padres para que no se den cuenta que estás mal, pero así como caí, con la misma me levanté y vamos a darle; en ningún momento después de ese día me he sentido mal, al contrario creo que siempre estuve muy motivado, nunca consideré este episodio de mi vida como un castigo sino al contrario, creo que fue una bendición porque puede ver como toda mi familia se unió por mi causa, buscaron las medicinas, además todo el tratamiento fue en Caracas y mis padres vivían en Maturín. Gracias a Dios tenía el seguro de la empresa y eso me cubría todo el procedimiento, todo el hospedaje. Si hubo algo que me ayudó bastante fue eso; sin embargo ya para las últimas sesiones de quimioterapia tuve que colocarme medicamentos ya vencidos porque era lo único que había, era duro pero gracias a Dios hasta ahora los medicamentos sirvieron”, explica.

El tratamiento de Simón duró unos 7 meses, aproximadamente, y el remedio más eficiente fue el buen ánimo, las ganas de seguir y, por supuesto, la música. “Tenía mucho tiempo libre; no podía volver a la empresa porque tenía las defensas muy bajas, entonces tenía que estar casi que encerrado en casa, así que aparte de hacer mi tesis de la maestría, cuando no estaba haciendo mi tesis de maestría, estaba tocando. Después de la quimio quedaba muy afectado sentimentalmente; no sé cómo describir el sentimiento, era simplemente que no quería ver a nadie, no quería estar con nadie, simplemente quería estar solo, pasar el tiempo solo y ese tiempo me ayudó a reencontrarme con la música”, nos contó. En 2015 ya estaba dado de alta de la quicio y la doctora le da permiso de volver a trabajar. Regresa a su puesto de trabajo, pero otra mala noticia le hace reflexionar: Su compañero de quimioterapia había fallecido.

“Luis era un chico de 19 años que tenía todo por su vida y yo estaba en una oficina haciendo cosas que no me llenaban por completo, tenía una vida por delante y no la estaba aprovechando. Eso para mi fue devastador y ese fue el día que dije: tengo que darle un cambio a mi vida porque no estoy haciendo lo que realmente quiero, ni estoy en el lugar que quiero, ni estoy haciendo nada de lo que quiero, entonces si sigo aquí voy a morir en la misma oficina, en el mismo puesto y haciendo las mismas cosas. Ahí fue donde tomé la decisión de arreglar mis cosas e irme. En julio de 2016 tomé la decisión de venirme para España, no conocía a absolutamente nadie, comencé a contactar por Facebook a varios amigos músicos, unos me dijeron que estaban en Marruecos. Me dieron el contacto de una persona y ha sido la mejor persona que he conseguido aquí en España y en mi vida”, nos cuenta.

Aún así, Simón se ha mantenido muy positivo siempre. “No puedo decir que hay algo negativo hasta ahora en mi vida, la verdad es que todas las cosas que han pasado han tenido una razón y un por qué, o por lo menos la razón y el por qué que le he encontrado han sido muy positivas hasta el llegar acá”.

Y así llegó a aMadrid y comenzó a tocar en el metro, desde donde se la han abierto muchas puertas, como que lo viera el cantante venezolano Víctor Muñoz y lo invitara al escenario con él el día de su concierto en la capita española. “Buscando habitación para alquilar me tocó conocer todo Madrid y en uno de esos tantos de esos viajes empecé a ver a la gente tocando en el metro y dije: oye yo puedo hacer eso, pero veía que eran diferentes personas pero tocaban prácticamente lo mismo. Agarré los últimos euros que me quedaban, me compré un buen amplificador y una computadora de segunda mano, un altavoz, me bajé unas pistas para reproducirlas en mi teléfono y tenía un  micrófono del violín. Ese día fue espectacular, ese día gané como 20 euros. Empecé a buscar el horario y me di cuenta que en las mañanas todo el mundo está apurado y empecé a tocar en las tardes hasta que llegué a Gran Vía y estoy tocando en las tardes. Al mes de estar tocando fue que se hizo el video viral que en 1 semana tenía 150 mil reproducciones, en 1 mes llegó a 1 millón y en 3 meses llegó a 11 millones”.

Finalmente, Simón envió un mensaje a todos los venezolanos que tienen algún tipo de dificultad y salen de Venezuela en busca de nuevas oportunidades. «Hagan lo que su corazón le dice, nunca se dejen llevar por las anécdotas o por las experiencias de los demás, simplemente haz lo que tu corazón, tu yo interior, te pide que hagas porque al final nunca te arrepentirás, porque lo que uno hace de corazón, lo que uno hace del alma siempre va a ser gratificante”, finalizó.